Siete experiencias que hacen de Isla de Pascua un destino único

Los moáis de Isla de Pascua.

Roberto Ruiz

Isla de Pascua es un destino diferente, uno de esos lugares soñados entre los viajeros más inquietos. Una isla remota, de clima perfecto, enmarcada en una cultura misteriosa, repleta de enigmáticos restos arqueológicos y perdida en medio del Océano Pacífico. ¿No es tentador? Aunque su territorio pertenece a Chile tiene más que ver con Polinesia que con Sudamérica, y es así como se entienden las casi 5 horas en avión que lo separan de la capital chilena.

Si no lo tienes en tu lista de “Lugares del mundo que visitar antes de cumplir 100 años” te vamos a contar por qué Isla de Pascua debería encabezar tu ranking de próximos destinos a los que viajar. Pascua, o Rapa Nui, es un lugar único y sólo allí podrás vivir experiencias como estas.

Las arenas de Anakena, la playa de Isla de Pascua

Pascua no es un destino playero, en absoluto, pero sí hay una playa que marcó la historia en esta isla: Anakena. En ella desembarcaron los primeros pobladores polinesios en el S. V d.C. con su rey Hatu Matu a la cabeza. Hoy una arena perfecta, un puñado de palmeras y los moáis del Ahu Nau Nau hacen de esta playa el lugar perfecto para los amantes del agua y los rayos de sol.

Amanecer en Tongariki bajo la mirada de “Los 15”

Rapa Nui se funda con la llegada a la isla de estos incansables navegantes polinesios y los Moai Aringa Roa, o “rostro vivo de los ancestros” tallados en piedra. Esta tradición en la que los moáis eran venerados y colocados mirando al interior de las aldeas se mantuvo durante mil años y todos ellos provenían de una misma cantera conocida como Rano Raraku.

Para vivir un momento mágico no hay como darse el madrugón y llegar a Tongariki antes del amanecer. Allí sus 15 enormes moáis nos mirarán fijamente mientras el sol sale a sus espaldas iluminando el océano. Siéntate en el césped, prepara tu cámara y disponte a disfrutar de uno de los momentos más especiales que te puede ofrecer Isla de Pascua.

Subir a Rano Raraku, el reposo de los moáis olvidados

En Rano Raraku el tiempo se detuvo para no volver a moverse. En esta cantera hasta 397 moáis fueron abandonados antes de ser terminados y trasladados a sus aldeas correspondientes cuando las disputas sociales por falta de recursos dieron un giro a la historia de Rapa Nui. Verlos ahí, algunos enterrados y otros aún unidos a la montaña de la que nunca se separaron, te traslada 500 años atrás. En ese momento sus habitantes rompieron con todo, una guerra civil entre sus aldeas llevó a la completa destrucción de todos los moáis de la isla y se instauró como nueva elección de poder la prueba del Tangata-Manu. Los moáis que hoy ves de pie, como los de Tongariki o Anakena, han recobrado su esplendor gracias a los trabajos de restauración.

Conocer al Tangata-Manu, el Hombre-Pájaro

Si bajas hasta el sur de la isla, muy cerca de Hanga Roa, el único pueblo de Isla de Pascua, llegarás a conocer el Tangata-Manu y la aldea que allí existía con tal fin. Cuando la guerra civil casi acaba con los Rapa Nui sus líderes acordaron una nueva forma para elegir la tribu que lideraría la isla durante todo un año. La prueba del Tangata-Manu, literalmente el Hombre-Pájaro, sería la solución. En ella un representante de cada aldea tendría que enfrentarse a una competición extrema de donde pocos volvían con vida. Tras bajar un acantilado vertical de 300 metros debían cruzar a nado hasta el islote de Moto Nui, conseguir el primer huevo del ave migratoria Manutara y volver hasta lo alto del acantilado con el huevo intacto. La tribu del ganador tendría el poder hasta el siguiente Tangata-Manu y así fue hasta el S. XIX. Ser testigo de semejante escenario sólo se puede vivir en un lugar como Isla de Pascua.

Atardecer en Ahu Tahai, donde se pone el sol

Para acabar el día el punto de encuentro está muy cerca del pueblo de Hanga Roa. El Ahu Tahai es el lugar idóneo para contemplar las puestas de sol en Isla de Pascua. Ver cómo el océano se vuelve naranja a las espaldas de los moáis, mientras disfrutas de tu propio picnic sentado en el césped, es sin duda uno de esos momentos que justifican el viaje hasta Rapa Nui.

Seguir el ritmo de las sensuales danzas polinésicas

Aunque pueda parecer una atracción turística más lo cierto es que asistir a un espectáculo de danza en Isla de Pascua será un recuerdo difícil de olvidar. El más popular de la isla, el Ballet Cultural Kari Kari, te dejará boquiabierto con su ritmo, su fuerza, su sensualidad y sus movimientos. Estas danzas evocan la manera de vivir más tradicional de los Rapa Nui y de todo el pueblo maorí, los mismos que habitaron tanto Isla de Pascua como Hawái o Nueva Zelanda, destinos tan distantes como semejantes en su cultura polinésica.

Deleitarse con el atún de aleta amarilla, el manjar Rapa Nui

Ya era base de la alimentación de los Rapa Nui hace 1.500 años y hoy sigue siendo uno de los principales atractivos gastronómicos de la isla. No te puedes ir de Isla de Pascua sin probar algún plato de atún de aleta amarilla, y si es en ceviche con vistas al océano mejor que mejor. Isla de Pascua está lejos, sí, no es un destino barato, de acuerdo, pero entre su atún, sus misteriosos moáis y el corazón que los descendientes Rapa Nui ponen a su cultura es imposible que jamás te arrepientas de llegar hasta allí. Isla de Pascua es un destino único, y ya sabes por qué.

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