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Badajoz, entre el retraso y la espera

Plaza Alta

Roque Alonso Lozano, periodista

En Badajoz las cosas no discurren como en el resto del mundo. No, aquí el progreso es una especie de “yenka” que de momento se lanza, de repente se para y poco después vuelve a despertar para otra vez frenarse y hasta es posible que empiece a andar hacia atrás. Cualquier proyecto, por necesario o importante que sea para la ciudad, cuando por fin se decide llevarlo a cabo, tras laberínticas disputas, con la miel en la boca de los ciudadanos y el oro en los titulares de prensa, resulta que de nuevo se tarda otro buen trecho en aprobarlo, sea donde sea donde haya que hacerlo. Es más, una vez aprobado, el inicio de las obras se eterniza a causa de renovadas e improductivas peleas entre instituciones y colectivos celosos de su protagonismo.

Ocurrió con el Palacio de Congresos, con la nueva Biblioteca Pública del Estado, con la reforma del Hospital Provincial (¡Dios la mantenga en su gloria y siga adelante hasta el final!), la esperada Ronda Sur (¡Señor, ten-tu-día!), el albergue del hornabeque de San Roque (¡que Dios también lo acoja con su infinita paciencia para que funcione de una vez), la Comisaría de Policía Local, el Centro Joven y tantos y tantos otros proyectos, edificios o remodelaciones de monumentos. Es verdad que cuando están terminados, los miramos con orgullo sin ver los años de angustias, de zozobras que vivimos los que nos preocupamos por esta maltratada ciudad.

Peor es aún la situación de otras destacadas obras aún en el ‘veremos’ o a punto de verse su inicio, como la remodelación urbanística de El Campillo (¿cuántos años ha, Señor?), la famosísima piscina de la Margen Derecha que ha conocido dos o tres lugares diferentes antes de aterrizar entre los puentes de la Universidad y de Palmas, pero que no acaba de despegar por la maldita guerra de papeles entre instituciones, tan corriente en nuestra ciudad. Como le sucede al nuevo centro de Aprosuba 3, cuya construcción se ha quedado estancada en el limbo de la burocracia de los intereses políticos. Y ¿qué me dicen de ese magnífico Palacio de Justicia que, tras “pasearse” también por distintos solares, acabó asentándose en San Roque? Ahora que nos las prometíamos tan felices, tras tantos años de andar la Justicia desmembrada por todo Badajoz, ahora va la empresa constructora y se declara en ‘preconcurso’ de acreedores, cuando la obra ya estaba realizada en el 95%. Ya es mal fario el que tenemos, en cualquier ‘concurso’ siempre nos toca la papeleta de la espera.

Bueno, al menos han comenzado a moverse tierras y trazarse calles en la importantísima Plataforma del Suroeste, allá donde los vientos de futuro unen a pacenses y alentejanos en una misma dirección, aunque parece que a distintas velocidades.

En fin, no quiero cansarles con la larga lista de otros retrasos o fracasos en la ciudad. Baste rememorar las conflictivas remodelaciones de importantes calles o plazas, las prolongadas obras de los paseos en las riberas del Guadiana tan necesarios para integrar de una vez el río en el entramado urbanístico pacense. Hasta grandes centros comerciales e industrias sustanciosas han pasado por parecidas peripecias; la mayoría son hoy una realidad entre nosotros, pero alguno que otro se cansó y, al final, pasó de largo hacia tierras de mejor acogida.

Uno, de por sí optimista, siempre cree que en esta tierra lo importante es que las obras comiencen aunque se alarguen hasta el desánimo, porque una vez empezadas algún día acabarán y serán realidad. Pero, aún así, siempre nos queda ese temor típico del resabiado de que, incluso una vez terminado el edificio, venga alguien y pida que se derribe y se vuelva a construir en otro lugar o con otra simetría. No es temor vano. Recuerden, pacenses olvidadizos, el famoso ‘cubo’ al cuadrado.

Seguramente todo lo dicho no es sólo cosa de mala suerte o de que no nos quieren bien en Mérida o en Madrid, como damos en malpensar, sino de que falta un proyecto de ciudad para Badajoz serio, global y ambicioso cara al futuro, con dos o tres ideas clave que lo resuman con claridad. Imprescindible es también que sus habitantes, incluidos los gobernantes, se respeten a sí mismos y se hagan respetar con firmeza y con unidad inquebrantable. La alternativa es seguir parcheando problemas, continuar con los protagonismos y los estériles debates de salón, con las cansinas dilaciones, con la apatía o con la triste resignación.

 

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