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Elecciones y violencia contra las mujeres

jose maria rosado 22 mayo

José María Rosado

Resulta inaceptable, para una sociedad democrática, que asistamos a un asesinato por ser mujer cada semana, una violación cada 7 horas y una agresión sexual cada hora y media. Pensemos que esa rutina no es casual, cumple una función: esa violencia está al servicio del orden patriarcal en una función similar las fuerzas de orden público para el orden social.

Volvemos a recordar que esta falta de alarma social, de cierta permisividad se produce por la naturalización que ha conseguido el sistema de dominación patriarcal, que provoca un rechazo débil, incluso en algunos casos comprensión, en contraposición al fuerte rechazo a otros tipos de asesinatos como los terroristas o los racistas (comparémoslo con la reacción que provoca un acto de Al Qaeda, o cuando es asesinada una persona de raza negra en EEUU). Sin embargo cuando son mujeres no es raro oír en corros de hombres frases como “algo habría hecho”.

Esta naturalización que actúa como una especie de anestesia local, dejando otros aspectos intactos, produce insensibilización específica. Esta insensibilización atenúa su esencia política y quizá por ello en estos días de campaña electoral hemos comprobado que la violencia de género no es una prioridad. Por eso no ha formado parte del debate electoral cuando es una asignatura pendiente esencial para pacificar nuestra convivencia. Quizás también por eso quedaron atrás las pomposas declaraciones y postureos varios de representantes políticos de diversa índole del 25 de noviembre, Día Internacional contra la Violencia de Género.

Ya que no ha formado parte de la campaña, debería formar parte de la legislatura. No debería retrasarse la oportunidad para promover Pactos de Estado contra la Violencia de Género –y digo pactos porque nuestro estado es central autonómico y local–.

Y me atrevo a sugerir dos direcciones para estos pactos:

Una primera impulsando, con financiación suficiente, lo que ya está escrito en las leyes –de igualdad y contra la violencia de género nacional y autonómicas-  en aspectos como el laboral, la educación, sanidad, justicia, policía y servicios públicos; abundando en lo preventivo formativo y educativo.

Una segunda punitiva, con medidas claras para fomentar el repudio social. Solo así podemos quitarnos la anestesia: señalando a los asesinos, torturadores y violentos; fomentando el rechazo social, penalizando los comportamientos y actitudes condescendientes, comprensivas o peor aun de apología del machismo. No alcanzo a entender como aceptamos sin rechistar que se publiquen las listas de morosos y nos inclinamos a proteger la intimidad para la violencia por razón de género.

Tendremos que pensar qué tipo de gobiernos van a ser más receptivos a propuestas como ésta, aquí también la ideología pesa.

 

 

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