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Las vías del progreso

Este tipo de trenes aún son un sueño en Extremadura

Andrés Holgado Maestre

Cuatro o cinco años tendría yo cuando un tío mío que era pastor y guardés de un cortijo que yo creo que aún está cerca del Guadiloba, a medio camino entre Cáceres y Sierra de Fuentes, después de un paseo de una hora larga me encaramó sobre una tapia de piedras y me enseñó, allá a lo lejos, un penacho de humo blanco que avanzaba por el llano, a la vez que se oía un como aullido en la distancia. Ese es el tren de Madrid, Andresín, que viene de Arroyo... -, me decía mi tío que se sabía todos los caminos y veredas de Cáceres y sus alrededores, además de todas las hierbas y sus usos.

En la camilla de mi casa había un hule (siempre hubo un hule parecido) con un mapa de España grabado en el que yo no alcanzaba a entender cómo estando Madrid en el Este, aquel tren en forma de penacho llegaba a Cáceres desde Arroyo de la Luz, que estaba al Oeste... siempre me tuvo a mal traer la cosa y yo ya no sabía muy bien hacia dónde miraba mi casa, por ejemplo, aunque al salir el sol nos deslumbrara. “Cosas de la geografía y de las cuestas...” me decían. Porque yo tenía visto que un tren Cáceres-Madrid tendría que pasar por mi pueblo o cerca, como cerca pasaba la carretera que llevaba a Madrid, y así no hubiera tenido yo que darme aquellos paseos por el monte para apenas ver el penacho de humo...

Años después, pocos años después, vivía en Madrid, cerca de Entrevías, a 30 metros de unas vías y pude tragar humo hasta el agobio, y hasta pude ver moverse los cacharros en el aparador de mi madre cada vez que pasaban aquellos monstruos, entonces todavía negros, tan cerca de mi casa... Wagons Lits Co. o cosa así ponía en los vagones y empecé yo por ahí a aprender idiomas... Así fue que, la vida adelante, dejé yo de preocuparme del tren que nunca viera en mi pueblo, y supuse que lo habrían puesto ya, con tanto desarrollo franquista y tanta modernización socialista como “disfrutó” la España de ese período. Aunque cada vez que volvía circunstancialmente al pueblo no notaba yo que se hubieran hecho avances...

La cosa, la vida, siguió y viví en cien sitios y vi pasar mil trenes, y aviones y barcos cruzando el mar (Peter, Paul y Mary cantaban algo así) cuando me volví a mi pueblo, casi cuarenta años después de haberlo dejado... y no había tren. Ni siquiera autovía cercana y hasta el camino vecinal por el que se iba a la “carretera nacional” apenas había perdido un “bajondillo”... Y donde antes había más de 2.000 personas ahora había menos, con tanto desarrollo y modernización. Algo fallaba.

Algo fallaba y algo falla cuando aún hoy, casi 60 años después de aquel “avistamiento” desde la tapia, no hay en Extremadura ni un kilómetro de vía electrificada en casi 50.000 kilómetros cuadrados, siendo además excedentarios en producción de energía eléctrica. Es algo que no se encuentra acaso en toda Europa. Y luego nos extrañaremos de ciertos parámetros y carencias.

Más artículos de Andrés Holgado en http://extremenian.blogspot.com

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