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Un festival da voz a los niños de Extremadura y Portugal como guardianes del patrimonio

En la imagen, el director general del evento, José António Falcão.

Carlos García / Efe

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Los niños como verdaderos guardianes del patrimonio natural, ecológico y artístico del Alentejo luso y de la Extremadura española, ése es el objetivo para 2020 del singular festival portugués “Terras sem sombra”.

Tras quince ediciones, y después de conseguir ligar el patrimonio natural del Alentejo a la música erudita mediante conciertos en iglesias del suroeste luso, “Terras sem sombra” ofrecerá la próxima edición una versión infantil que llegará al norte del Alentejo y a la región de Extremadura.

Según avanzó su directora artística, Sara Fonseca, “los niños tendrán un protagonismo total, con el papel principal de la naturaleza y la ecología y el patrimonio artístico como complemento”.

Los niños verán nacer un cordero, conocerán cómo se esquila una oveja, su proceso de cardado, participarán junto con diseñadores de ropa en la elaboración de patrones y confeccionará con la ayuda de modistas los vestidos que lucirán los cantantes de un concierto de ópera al que asistirán.

Después de que “Terras sem sombra” diera el salto a España este año con programación en las localidades de Olivenza y Valencia de Alcántara, el plan es que su versión infantil también se pueda desarrollar en algunos puntos de Extremadura, explicó Fonseca, aunque aún no está definido el programa con el Gobierno extremeño.

Con el objetivo de seguir creciendo, la edición de 2020 también pondrá en valor la herencia judaica de La Raya hispanolusa, con un programa especial en Castelo de Vide, una de las juderías más sobresalientes de Portugal, fronteriza con Badajoz, y se acercará por primera vez a norte de la región del Alentejo.

La idea de este singular festival nació hace tres lustros, de la mano del historiador de arte portugués José António Falcão, que logró llevar a iglesias del Alentejo la música más lírica.

Utilidad social a las iglesias

“No era justo que se estuvieran restaurando iglesias en el Alentejo portugués y se abrieron sólo para oficiar misas; había que darles una utilidad mayor”, apuntó Fonseca, directora ejecutiva de un modesto y romántico festival que se celebra entre enero y julio y que apenas cuenta con 350.000 euros de presupuesto.

Las ediciones iniciales de “Terras sem sombra” se centraron en la puesta en valor de importantes enclaves patrimoniales que pasaron a convertirse en palcos de conciertos que, lejos de ser elitistas, llegaban a toda la población del medio rural del Alentejo.

El primer concierto, en noviembre de 2003 se celebró en la catedral lusa de Beja, con un variado repertorio del compositor barroco alemán Georg Philipp Telemann.

El sueño continuó años después con una visión más global que sirviera de altavoz de la riqueza cultural de territorios “deprimidos” del Alentejo que, a su vez, son el paraíso de la dehesa, el cerdo ibérico, la cigüeña y el buitre negro o el refugio de alcornoques centenarios.

Una conjunción evidente, por ejemplo, en la lusa Barrancos, con un entorno presidido por el Castillo de Noudar, a orillas del río Ardila, que une Portugal y España, que, además de formar parte de un montado (dehesa portuguesa), es un destino de observación de estrellas por la escasa contaminación lumínica.

“Terras sem sombra” llevó este año a sus espectadores hasta la fortaleza de Noudar para disfrutar de la lírica de la contralto Ellen Rabiner y observar los secretos del firmamento.

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