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Los impuestos, de nuevo, en la tómbola electoral

José María Rosado

Tendríamos que estar todo un año sin gastar un solo euro en España para poder saldar la deuda que hemos contraído; no cumplimos los objetivos de déficit, por lo que pende sobre nosotros una multa de la Unión Europea; están esperando a que pasen las elecciones para exigirnos otra vuelta más a los recortes;  y a pesar de todo, de nuevo, en la tómbola electoral, se canta la promesa de bajar impuestos.

¿Falta de rigor? ¿Descaro? ¿Rutina? ¿Engaño? ¿Estrategia para seguir minando lo que queda de estado de bienestar? ¿Sumisión a los intereses de las élites económicas?

España ya presenta una de las menores recaudaciones fiscales de nuestro entorno –en  2015 recaudamos el 38,2% frente a la media del 46,6% de la Zona Euro–, lo que supone una reducción en los ingresos de 90.000 millones anuales. Esto se traduce en una menor capacidad parta controlar el déficit,  de reducir la deuda y para acometer gasto público –que es ya es menor en España con el 43,3% frente al 48,6% de la Zona Euro.

La propuesta de Rajoy supone recaudar 5.000 millones menos. Reducir los ingresos duplicará los recortes y por tanto duplicará las desigualdades y la pobreza, que ya están en niveles insoportables.

También cabe el recurso, una vez pasadas las elecciones, que se ha utilizado en otras ocasiones, de “te doy con una mano mientras te lo quito con la otra”, o sea bajar los impuestos en la declaración de la renta y luego subir el IVA del pan; es decir tomarnos el pelo y volver a beneficiar quien más tiene.

En lugar de fomentar la fiscalidad y combatir la corrupción y la evasión de impuestos, se incide de nuevo en debilitar el valor de la cultura fiscal, nos alejamos de las sociedades de progreso recreando picaresca y cutredad.

Tendremos una campaña electoral distinta cuando las ofertas sean serias y rigurosas y se encaminen a fortalecer nuestro sistema fiscal avanzando hacia un resultado asimilable al de los países de nuestro entorno: mejorando en la capacidad de recaudación, eliminando  la economía sumergida, avanzando hacia una mayor equidad fiscal, acabando con las amplias capacidades de elusión de obligaciones fiscales para una parte minoritaria pero significativa de la población. Haciendo, en suma, un sistema más justo y eficiente.

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