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El machismo es asesino y ¿somos cómplices?

José María Rosado

Sí y sí, afirmo que el machismo es asesino y que somos cómplices.

La primera afirmación no necesita muchas argumentaciones, baste recordar que en nombre de esta asesina ideología muere una mujer por semana en España (dato que podemos constatar desde que existen estadísticas); también que una mujer es violada cada 7 horas. Trágicas cifras a las que hay que añadir una amplia gradación, de expresiones de la violencia, que llega hasta los micromachismos. Todo en un engranaje perfectamente coordinado y útil a la causa de la ideología machista —dicho de otra manera ideología patriarcal.

La ideología machista, ideología asesina, ideología imperante, tiene profundas raíces en la historia. Fue Rousseau junto a otros pensadores de la época de la ilustración –ilustración que se caracterizó por el uso de la razón–, quien va a jugar el nefasto papel de dar fundamento a la coexistencia de la discriminación de las mujeres en el modelo de las democracias modernas ¡Qué sinrazón!

Así se configura la separación de la esfera pública y la privada, reservando la primera a los varones. Así nacen las democracias modernas, basando su estabilidad en el contrato individuo-estado. Con el pacto de los hermanos, los hombres, ceden la autoridad al estado pero tienen la recompensa de los derechos democráticos. Las hermanas quedaron excluidas de este pacto ya que los derechos se asociaron a la vida pública.

Esta es la razón por la que los derechos civiles, sociales y políticos son conquistados por las mujeres en un proceso inacabado. Por ello hablamos hoy de múltiples discriminaciones, directas e indirectas, por el hecho de ser mujer. Por eso, la lucha feminista es un proceso de avances y retrocesos —recordemos el intento de Gallardón con el aborto, o ahora Monago que está impulsando una nueva ley con la que pretende relegar a parir a las mujeres y, ambos políticos asesorados por la misma red ideológica-retrógrada-religiosa. Y por ello también, me atrevo a sugerir que la violencia contra las mujeres es un mecanismo de sujeción necesario para la perpetuación de este sistema desigualitario.

Centrémonos en la pregunta del titular. Quienes no nos sentimos concernidos con la violencia de manera directa, podemos estar contribuyendo a ella como cómplices. Cuando arropamos cualquier tipo de expresión del machismo estamos legitimando socialmente la violencia. No valen aquí las medias tintas (por eso se equivocó Blecua, presidente de la RAE, cuando dijo que “habían intentado ser lo menos machistas posible). Todo suma, desde la pura y dura militancia misógina a la condescendencia sobre las actitudes y comportamientos machistas de mayor o menor relevancia. Todo sumado da lugar a este brutal resultado.

Y para los concernidos, ¿Cómo puede llegar un hombre a asesinar a una mujer, en muchos casos también a sus hijos e hijas, y a continuación suicidarse? (el 39 % consuman el suicidio y el 44% lo intentan). Buscado explicaciones, encuentro un paralelismo con el tipo de terroristas que llegan a inmolarse. Éste llega a aceptar su muerte aupado por los estímulos sociales legitimadores que le animan a hacer algo que es considerado necesario para el bien de su sociedad.

El 25 de Noviembre, a los hombres nos toca dejar las declaraciones vacías y los discursos políticamente correctos. Tenemos que comprometernos con cuantos cambios y medidas sean necesarias y ponerlos en marcha de manera inmediata. Ésta es la verdadera implicación pro-vida. Si no lo hacemos ¡seguiremos siendo cómplices!

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