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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

El diputado del PP Morales pasó el trago de su reprobación copiando un texto en su ordenador

Juan Antonio Morales, a la derecha, sigue la intervención de su compañero Luis Carrón en otro momento del pleno; a la izquierda Juan Parejo.

José L. Aroca

Durante setenta y tres minutos, lo que duró el debate de las dos propuestas contra el franquismo, sus partidarios, y a favor del cumplimiento de la Memoria Histórica, el diputado del PP Juan Antonio Morales, públicamente reprendido y de forma explícita pero no formal por su propio partido, trató de evadirse copiando disciplinadamente en su ordenador un texto de varios folios que había depositado a su izquierda en la mesa de los escaños.

Morales figura en la ‘Primera División’ del grupo parlamentario popular en la Asamblea de Extremadura. Se sienta en la fila que encabeza el presidente regional José Antonio Monago acompañado de la portavoz Cristina Teniente, y seguido por los también dirigentes del grupo Juan Parejo y Luis Hernández Carrón.

La hilera la cierran Morales y luego, la más alejada de Monago, la diputada Eva Pérez.

Desde el comienzo del debate, con la defensa que el socialista Valentín García hizo de la propuesta de su grupo, Morales trató de aparentar ausencia aplicándose a los ‘deberes’ que él mismo parecía haberse impuesto, mirando a la izquierda el texto en papel y a continuación tecleando, sin levantar en ningún momento la mirada.

Así estuvo durante casi todos los 40 minutos que duró la discusión de la propuesta del PSOE y los 33 de Podemos, salvo cuando en la primera intervino el portavoz de su partido Miguel Cantero, minutos en los que dejó sus ‘deberes’.

No pareció interesarle tanto el turno de su también compañero Francisco Ramírez ante la propuesta posterior de Podemos.

Al final durante la votación, después de la tensión vivida, Morales bromeó y le acompañó en ello su compañera de la izquierda Eva Pérez, pero luego cuando el diputado intentó hacer lo mismo a su derecha, Luis Hernández Carrón ni le miró, continuó con gesto serio en su operación de apretar los botones de votación, y tampoco le siguió la chanza.

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