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Encarnación y Juan Antonio se refugian en una Corrala tras quedarse sin dinero por las preferentes

Encarnación y Juan Antonio, en su casa de la Corrala de Almendralejo

Javier Romo @javy_romo

Encarnación Fernández y Juan Antonio Alonso llevan viviendo en la Corrala Solidaridad de Almendralejo desde junio del pasado año. Ambos vivían en Jerez de los Caballeros en un piso de alquiler. El problema vino en que Juan Antonio tenía todos sus ahorros en el banco en un fondo de pensiones.

Un día perdió los 60.000 euros más intereses que tenía ahorrados debido a la estafa de las preferentes. Explica que el banco le trasladó que había firmado un papel por el cual ese dinero del plan de pensiones pasaba a preferentes. Él niega haber firmado el papel y dice que el banco le estafó, “como hizo con miles de personas más”. Tenían pensado vivir con esos ahorros hasta que le llegara la pensión de jubilación, “con eso había de sobra y no hubiera pasado nada de esto”. Debido a esto, no pudieron seguir pagando los 220€ del alquiler de su antiguo piso y los desahuciaron.

Cuando llegó el día del desahucio, metieron lo básico en varias bolsas, lo único que podían cargar en sus brazos, debido a que le pidieron al ayuntamiento un camión para poder mudar los muebles y un sitio para guardarlos temporalmente, “ya que tiene muchos, pero no quisieron hacer nada por nosotros”, asegura él.

Según ellos el Ayuntamiento de Jerez tiene pisos vacíos para gente sin recursos, pero tampoco le quisieron dar ninguno. “Allí había pisos vacíos, conozco casos de mujeres que iban a Cáritas que llevaban dos años en pisos sin pagar nada”, cuenta Encarna. Sólo el concejal de Jerez Puede (Podemos) dicen que se involucró directamente y les compró una cocinilla.

“A las 12 llegaban a desahuciarnos y nosotros nos fuimos antes porque yo no quería espectáculos en la puerta. Y nos fuimos a Cáritas con las bolsas arrastrando. Hacía un calor el 26 o 27 de junio…”, narra Juan Antonio. Al llegar a Cáritas con las cosas básicas que pudieron coger, les mandaron al ayuntamiento y del ayuntamiento en la dirección contraria hacia Cáritas, así varias veces, hasta que decidieron quedarse en la puerta del ayuntamiento para que les buscaran una solución. “Nosotros ya solo pedíamos dinero para comprar un par billetes para irnos a Sevilla, ya que allí hay comedores sociales y demás cosas que aquí no hay”.

Dicen que la alcaldesa del PSOE y el único concejal que tiene Jerez Puede fueron los que les recibieron ese día en el ayuntamiento. Sobre las tres de la tarde, justo cuando estaban cerrando el ayuntamiento, la alcaldesa les dijo que un coche de la Cruz Roja les iba a recoger y que los iban a llevar a un albergue en Badajoz.

“Al rato llegó el coche y nos llevaron al Centro Hermano, que no era un albergue exactamente, sino más bien un centro de desintoxicación también”. Sólo estuvieron allí una noche, ya que al día siguiente, por la tarde, tras llegar la pareja de un paseo, les dijeron desde el albergue que un coche de la Cruz Roja los iba a recoger de nuevo y les iban a llevar a un piso que les habían buscado.

“Ni los muchachos de la Cruz Roja sabían exactamente dónde era. Tuvieron que llamar por teléfono, el GPS no les indicaba bien el sitio”. La responsable de Centro Hermano le explicó que era una corrala en Almendralejo con unos pisos en buenas condiciones y les enseñó una foto de los portales por fuera. Al llegar a la corrala, los dejaron en la verja de fuera y se fueron. Una de las vecinas de la corrala salió al verles allí y tras explicarle su delicado caso, decidieron darle las llaves de uno de los pisos que había vacío.

La vida en una corrala

“Cuando se te cae el alma a los pies es cuando entramos en el piso y no había absolutamente nada. Ni mantas. Sólo había dos colchones y un sofá viejo sin cojines. Eso era todo lo que había. Sin comida, sin bebida, absolutamente nada. Los vecinos de la corrala nos dejaron sábanas y mantas. Nos acogieron bien. Nos compraron algunas cosas ya que llegamos a las ocho de la tarde y no teníamos nada”. Por otro lado, afirman que la dueña del anterior piso donde estaban de alquiler se quedó con todas sus posesiones personales y sus muebles que habían comprado, ya que alegaba que les debía varios meses de alquiler, un comportamiento ilegal según la pareja.

Actualmente no tienen ducha con la que asearse, “nos tenemos que lavar como los gatitos”. Tampoco tienen muebles apenas, sólo algún colchón, alguna mesa, un par de sillones, una televisión y una mini cadena que no funcionan, que eran del anterior inquilino.

Afirman que si llegan a decirles las condiciones del piso al que los han traído, se hubieran negado pero “te lo pintan tan bonito, que cómo vas a decir que no”.

No tienen ingresos. Él actualmente debería estar jubilado y cobrar una pensión, lo que ocurre es que su pensión como explica “va por convenios internacionales, porque tengo once años cotizados en España y otros tantos cotizados en Inglaterra”. “Con los once años de España no tengo derecho a nada, entonces la solución es que con los convenios internacionales se juntaran los dos períodos y poder cobrar la pensión”.

Fue marino en el Instituto Social de la Marina en Inglaterra. Sin embargo, tras formalizar los papeles necesarios en Sevilla para el cobro de una pensión, la asistencia social de donde ahora viven llamó a Madrid para informarse de cómo iba el trámite para el cobro de la pensión correspondiente y desde allí le informaron de que los papeles tenía que haberlos entregado en Madrid y no en Sevilla, por lo que perdió un año de pensión hasta que pudo solicitar de nuevo ahora la pensión a través de Madrid. Encarna solicitó la renta básica hace unos meses y la están esperando, ya que la asistenta social le ha dicho que el informe es favorable y que la situación es urgente.

Malviven con 15 o 20€ que les da Cáritas cada 45 días. “Si consideras que con 15€ cada 45 días puedes vivir te doy la enhorabuena. Eso es imposible”. “Estamos aquí sin trabajo. Ojalá lo hubiera”, afirma Juan Antonio. “Nosotros estamos pasando hambre. Algunos días nos acostamos con hambre” se sincera Encarna. Cada quince días acuden también a Cáritas para recoger comida, ya que sólo pueden recogerla de un sitio y no de varios. “Se reduce a tres cartones de leches, tres latas de atún, garbanzos, lentejas, y espaguetis o macarrones” explica él. Para poder cocinar los alimentos que obtienen, simplemente tienen una precaria resistencia eléctrica que consiguieron, “donde para hacer huevos duros necesitas hora y media. Para unos espaguetis igual y si conseguimos no se quemen encima”.

Pasan frío también, ya que sólo disponen de un brasero en el salón, pero no tienen faldas de camilla para arroparse durante el día ni calefactores para calentar el resto del piso. Encarna intenta distraerse, para evitar pensar en sus problemas, con un DVD portátil que su pareja le regaló hace tiempo. “Nos han dejado varias películas, pero ya las he visto muchas veces repetidas”. Él, la única forma que tiene de distraerse es la radio. “Un libro te lo puede dejar cualquiera, el problema es que uno no tiene la cabeza para leer, está pensando en otras cosas”.

Encarna está actualmente con un tratamiento por depresión y lo está pasando muy mal, “¿si nos echan a donde vamos? Nosotros tenemos ya una edad y encima no tenemos a nadie” afirma ella. “Si no me he suicidado ya antes es por cobardía” se sincera Encarna.

Mientras, confían en la lucha que llevan haciendo los habitantes de la corrala durante estos dos años y esperan poder negociar con el propietario de los edificios, la Sareb (banco malo) para que se los ceda en alquiler social, ya que teme que los acabe “vendiendo a un fondo buitre y nos echen de aquí”.

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