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Imprescindibles

Voluntaria de Cruz Roja

Jesús Palo Tiburcio, presidente de Cruz Roja Extremadura

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Una opción de vida. Alguien me dijo una vez que eso es ser voluntario. Acepté esa explicación, la di por válida, pero con el tiempo he llegado a la conclusión de que es algo más. No es una opción, es una manera de ser y de estar en el mundo.

Es vivir sabiendo que la persona que tienes al lado es, nada más y nada menos, que igual que tú, igual de vulnerable que tú. Ser voluntario es vivir haciendo de la humildad y la empatía las leyes que rigen el día a día, porque de su cumplimiento depende la dignidad de todas y cada una de las personas con las que compartimos el mundo, la vida.

La empatía se ve. La he visto estos días en la mirada de Javier. Vive en Cáceres y desde hace un tiempo no tiene trabajo. Cada día se enfunda en su chaleco rojo y hace la compra de alimentos y medicinas para que las vecinas y vecinos de mayor edad no salgan de sus casas, no se expongan a contagiarse con este maldito virus que tantas vidas nos está robando.

La he observado en la sonrisa de Antonio, un sevillano estudiante de Medicina que si el virus no se hubiese cruzado en su camino se hubiese graduado en mayo y que ahora prepara cestas de alimentos e higiene para las familias extremeñas que peor lo están pasando.

La he vivido en Alicia y en su rigor y profesionalidad cuando se pone un Equipo de Protección Individual (EPI) y se monta en una ambulancia para ayudar a transportar a personas afectadas por COVID-19 a los hospitales. He comprobado que existe cuando Carlos y Juan José se montan en sus camiones y llevan comida a todos los pueblos de la región para que a nadie le falte el alimento o cuando Laura María y Ana preparan para los más pequeños juegos educativos para hacer más llevadera esta dura y larga cuarentena.

La humildad se siente. La he sentido en los ojos de Catalina, cuando desconfiaba de su francés y sin saberlo se convertía en la madre de cientos de personas migrantes que ha atendido y atiende Cruz Roja en la región, cuando su mano blanca tomaba una mano negra que le apretaba mientras entre lágrimas le contaba su historia. La he palpado en la mirada azul de Esteban cuando acude a cada casa para saber qué hace falta, cuando va más allá de los listados oficiales y se acerca al hogar de quienes menos tienen, aunque no estén en las estadísticas, para que no les falte comida.

Ellos y ellas son el voluntariado de Cruz Roja en Extremadura, el corazón y el alma de esta Institución, 800 historias de vida que quedan fuera del foco mediático pero cuya labor silenciosa contribuye, y de qué manera, al bienestar y el progreso de la sociedad.

Esta crisis nos ha puesto frente al espejo para recordarnos que somos seres dependientes e interdependientes, seres vulnerables y ávidos de cuidados. Nos necesitamos unos a otros y es, precisamente, el voluntariado la respuesta de la sociedad civil organizada ante la desigualdad, las situaciones de emergencia o la pobreza. Una respuesta que se da desde la empatía, desde la humildad y, también, desde el conocimiento y la formación. Porque como en cualquier ámbito en la vida, también aquí no todo vale.

Más de 160 años después de la batalla de Solferino, de la que nació de manos de Henry Dunant la idea de crear la primera organización humanitaria del mundo para aliviar el sufrimiento de los combatientes de la guerra, Cruz Roja defiende los mismos principios que la vieron nacer: Humanidad, Imparcialidad, Neutralidad, Independencia, Servicio Voluntario, Unidad y Universalidad.

Los voluntarios y voluntarias de esta Institución son el bálsamo que cada día intenta aliviar el dolor de las personas, quienes con su compromiso y trabajan luchan para garantizar la dignidad de todos los ciudadanos. No importan dónde ni cuándo. Cuando se les necesita, siempre están ahí. A todos ellos, gracias.

Hago mías las palabras del secretario general de la Federación Internacional de la Cruz Roja y la Media Luna Roja: “No se trata de cifras, de contar voluntarios, sino de que los voluntarios cuenten”. Cuentan, probablemente no sean conscientes de cuánto. Quizás no se lleguen ni a imaginar que se han convertido en parte de la familia de muchas de las personas a las que ofrecen su desinteresada ayuda. Contáis para garantizar la dignidad, la igualdad, la equidad, la justicia social. Sois, para muchos y muchas, imprescindibles.

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