Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Prostitución: abolición o barbarie

Los diputados galos aprueban la penalización al cliente de la prostitución

Alicia Díaz

Cuando un debate se reactiva a lo largo del tiempo sin solucionarse subyace en él posibles intereses económicos y sociales que impiden profundizar desde su raíz pudiendo ser motivo de enfrentamientos políticos y comunitarios. A veces las sociedades no están preparadas para el cambio, ya que todas las transformaciones requieren de modificaciones no sólo legislativas, sino también educacionales.

Esto pasa con el debate sobre la prostitución, una realidad que provoca controversia por ser considerada legítima a través de su normalización en situación de alegalidad. No nos engañemos, no hay ningún tabú en torno al sexo ni a la prostitución. Hemos crecido rodeados de burdeles, viendo a mujeres en la calle sobreviviendo, millones de anuncios relacionados con “ trabajos sexuales”, publicidad en los limpiaparabrisas de los vehículos e incluso paneles propagandísticos situados en las entradas de las ciudades. 

La compra de sexo es un continuo cotidiano demoledor que impide el progreso de los países en procesos democráticos. Es hipócrita justificar el mercadeo de mujeres  amparándose en el concepto “libertad”; de la misma manera que es bastante cínico mantener un discurso sostenido en la libre elección. Muchas voces apuntan a que un sistema abolicionista es represivo y prohibicionista, no se puede legislar sobre sexo por pertenecer a un espacio puramente privado, dicen. El primer error está en afirmar que la prostitución es sexo, el segundo error es considerar la prostitución como un asunto privado.

Lo mismo ha pasado con la violencia de género denominada durante mucho tiempo como “violencia doméstica” porque se producía bajo el yugo del núcleo familiar quedando relegada a la esfera privada. La violencia hacia la mujer ha estado tan invisibilizada como naturalizada, no de forma muy diferente a la cultura creada respecto a la prostitución.

En el imaginario colectivo se ha instalado la idea de que la prostitución no se puede ni se debe erradicar porque hay mujeres que han decidido vender su cuerpo a cambio de dinero. La prostitución no puede llevarse al plano político desde la individualidad. Cuando las estadísticas nos muestran que más del 90% de las mujeres que ejercen la prostitución están obligadas a ello, no caben libres decisiones puesto que dichas determinaciones someten al resto de mujeres en el mundo.

La prostitución actúa en nuestra sociedad de manera industrializada y globalizada; industrializada porque los métodos tradicionales organizativos de la prostitución se han visto modificados por las fuerzas sociales y económicas con el objetivo de adquirir una mayor escala, concentración, normalización e integración en la esfera corporativa. La prostitución ha dejado de ser concebida como una forma de abuso de las mujeres, ilegal, ejercida a pequeña escala para convertirse en una industria voraz rentable y legal tolerada en distintos países del mundo.

La prostitución actúa como eje principal de la economía sumergida y no puede ser tratada como trabajo porque produce violencia, desigualdad y acumulación de capital a través del cuerpo que es utilizado como mercancía. No puede ser considerado como trabajo una actividad en la que el trabajador es el producto y no la mano de obra que crea el producto. 

“Fuerza de trabajo” y “trabajo” no son sinónimos. Este último es la materialización, la concreción del potencial representado por la primera. El trabajo es el resultado de emplear la fuerza de trabajo. 

La industria sexual deshumaniza las relaciones, cosifica el cuerpo femenino, perpetúa las relaciones de poder dejando un poso de complacencia colectiva carente de valores y sentido de la ética.

No me refiero a que la mujer que ejerce la prostitución no tenga valores, sino que el sistema no ha podido garantizar su derecho a una vida fuera de la violencia y la pobreza. El problema no son las mujeres que “ libremente” ejercen la prostitución, sino las mafias organizadas - o no - de proxenetas y mafiosos esclavizando a mujeres.

¿Por qué algunos sectores de la izquierda están a favor de su regulación? ¿ Acaso lo estarían a favor de la explotación laboral y la precariedad económica de la clase trabajadora?

La explotación no se regula ni se debate: tiene que ser abolida. La industria sexual actúa como parte del sistema de forma institucional ya que entra en juego factores socioeconómicos.

Los sistemas socioeconómicos no pueden elegirse libremente, ya que tanto su secuencia diacrónica, como su lógica interna sincrónica están sujetas a necesidades objetivas independientes de la voluntad humana. Las necesidades objetivas es que más del 90% de las mujeres están obligadas a prostituirse, por tanto, no actúan libremente ya que se encuentran en situación de vulnerabilidad económica, social, demográfica y sexual.

El Estado debe garantizar la liberación del colectivo para garantizar las libertades individuales como fin para una sociedad igualitaria. Que exista un porcentaje muy bajo de mujeres que ejercen“ libremente ” la prostitución no justifica la regulación de la misma debido a los agentes externos que rodea a su ejercicio ( Trata, explotación sexual, desigualdad, violencia, pederastia, tráfico de personas...).

Detrás del colectivo de mujeres prostitutas OTRAS no hay un ánimo de sindicarse para conseguir la liberación, detrás se esconde la mano de los eufemísticamente llamados “empresarios del sexo” ( proxenetas) lucrándose a través de la industria sexual.

Decía Clara Zetkin: “Lo que hizo el trabajo de la mujer especialmente atractiva para los capitalistas no sólo era su precio más bajo, sino también la mayor sumisión de la mujer”.

La prostitución no es un tabú, lo que es un tabú son las consecuencias de mantener sexo de manera mecánica y violenta con  hombres cuyas frustraciones sexuales, afectivas y emocionales utilizan un sistema capitalista neoliberal que se lo permite. Ese es el putero, un hombre reprimido en su sexualidad más profunda que actúa como cualquier violador sin búsqueda exclusiva del placer sexual, sino de la consecución de la dominación a través de las relaciones de poder con la finalidad es reafirmarse en su propia masculinidad prostituyendo a mujeres. No parece muy transgresor que en pleno 2018 la explotación, en lugar de ser erradicada, sea legitimada formalmente.

Etiquetas
stats