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Radiotaxi Plasencia y la tasa del miedo

Taxistas acuden a Bruselas para promover un manifiesto para denunciar la práctica ilícita de Uber

Alicia Díaz

“Taxis de Plasencia esperarán a que sus clientas entren en casa para evitar agresiones sexistas”. Así comenzaba la noticia en este diario el pasado 20 de marzo. Que los 29 taxistas pertenecientes a la localidad de Plasencia se presten a ofrecer este servicio  a sus clientas puede parecer una gran noticia, de hecho muchas mujeres sienten verdadero pánico a la hora de entrar en los portales que dan entrada a sus domicilios; la iniciativa, pues, podría contemplarse como una medida disuasoria y tranquilizadora, pero en realidad se trata de un sentimiento ficticio y bastante ingenuo que no ofrece solución alguna ante la problemática social que suponen los abusos sexuales.

No deja de ser llamativo y paradójico que una medida aparentemente anti-sexista sea tremendamente patriarcal. Ninguna empresa de taxis haría una campaña para que sus clientes hombres entren sanos y salvos a los portales, dato que refleja que el punto de mira sigue estando en las mujeres. Bien para culpabilizarlas o para victimizarlas. 

Podemos definir el concepto de agresión sexual como una forma de violencia machista. La violencia machista es un problema estructural que afecta a todas las capas en la vida de las mujeres. Al ser un tipo de violencia sistémica establecida de manera hegemónica, el feminismo propone cambios radicales que puedan modificar la estructura. Aceptar la custodia de un taxista  - normalmente hombre - es asumir una tutela de la que históricamente el feminismo ha querido desprenderse. 

Bajo esta afirmación se encuentra soterrada la idea de que las mujeres necesitan ser protegidas por hombres ante las posibles amenazas de otros hombres, como si las empresas nacionales de taxistas no tuvieran denuncias en su haber por comportamientos discriminatorios y machistas... No se entiende que en pleno 2018 las mujeres, tal y como aclaraban las noticias, sean las demandantes de la iniciativa ya que el beneplácito origina la pérdida de un derecho fundamental: el derecho a la libertad. 

Según la declaración de los Derechos Humanos todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros. De eso trata la libertad, de vivir sin miedo en igualdad de condiciones. Ninguna mujer que sienta la necesidad de ser custodiada hasta su casa puede ser libre. Lejos de conseguir el empoderamiento femenino infantiliza por su componente paternalista, ridiculiza y merma la capacidad de independencia y la autonomía colectiva.

Una comunidad que aspira a conseguir la liberación de las mujeres bajo la mirada y el auxilio de un escolta social, es una sociedad incapacitada para dar un paso hacia al progreso, queda automáticamente invalidada para el desarrollo y para el cambio, está condenada a la perpetua noción de la mujer timorata e insegura resignada a la indefensión.

Las mujeres placentinas subrayan la falta de iluminación en las calles como una de las razones que les obliga a ser consumidoras del servicio de Radiotaxi en Plasencia; mientras, el alcalde dice apoyar la propuesta al “ tratarse de una excelente idea”. Obviamente, a Don Fernando Pizarro, alcalde de Plasencia, le sale más rentable apoyar la iniciativa que responsabilizarse a que su Ayuntamiento dote a las zonas afectadas con el alumbrado necesario que pueda proporcionar a las mujeres mayor seguridad y capacidad de reacción durante el trayecto a sus domicilios. El concepto de “dar luz”  va más allá de actos físicos, materiales y de soportes energéticos, parte de una esencia filosófica, metafísica y humanística. La luz es la que da paso a la idea que se extiende en la modernidad, a saber, la ilustración entendida como la capacidad de la razón humana de iluminar todo rincón de la naturaleza y darle, así, su sentido. 

Platón se sirve de que el hombre encerrado en la caverna ha de salir gradualmente hacia la luz del sol para dotarlo de razón. Los prisioneros, si son capaces de librarse de sus cadenas para ver la luz, serán libres. La luz es la búsqueda de la verdad mediante la liberación. Cabe notar que esta disyuntiva sobre el lugar que ocupa la luz daría paso a un dualismo entre luz y oscuridad. La luz no sólo implica esta diferencia, sino que también puede entenderse desde la unidad, ya que, sin necesidad de negar o ignorar la distinción previa, la luz fundamenta toda relación humana en sí misma. Las mujeres quieren luces que les permitan ser libres, por eso, caminar bajo la mirada de una figura masculina protectora, las esclaviza. 

El Ayuntamiento de Plasencia, como cualquier ayuntamiento local, tiene la obligatoriedad de atender las necesidades de la ciudadanía en materia de igualdad. Así pues, debe adquirir un compromiso con la realización de un plan estratégico en este área cuyos objetivos y contenidos sean difundidos de forma que el mayor número de instituciones y organismos  puedan contribuir a su desarrollo concretando las actuaciones a realizar teniendo en cuenta qué recursos son necesarios.

Me atrevería a decir que esta iniciativa, además de sexista, es discriminatoria y clasista. Según los datos aportados por el presidente de la Asociación Radiotaxi de Plasencia, Carlos Pena, “el 70 por ciento de los usuarios del taxi en horario nocturno son mujeres”. La brecha salarial entre hombres y mujeres se sitúa en el 20,67% en Extremadura sumado al desempleo femenino que supone el 61 %, dos puntos por encima del porcentaje a nivel nacional. Teniendo en cuenta los datos, las mujeres placentinas estarían pagando de manera velada lo que podríamos llamar “tasa del miedo”. 

La iniciativa está pensada solo para algunas mujeres, este hecho ya es discriminatorio, puesto que será para aquellas con capacidad económica suficiente para costearse un traslado en taxi hasta sus hogares sorteando, de este modo, calles poco transitadas y sin visibilidad mientras que las mujeres más precarizadas tendrán que seguir a pie su ruta. Debe ser que algunas mujeres tienen más miedo que otras. O debe ser que unas vidas son más importantes que otras. O quizá solo sea una estrategia para que el servicio sea utilizado por mayor clientela femenina. En cualquier caso, se trata de que las mujeres puedan andar por la ciudad libres y seguras, no de ser acompañadas hasta  sus casas debido al miedo. 

El tema que nos ocupa pudiera parecer de una enjundia pobre y poco a tener en cuenta ya que la intencionalidad parece tener un fondo solidario y justo, pero no hay que perder de vista los postulados feministas ni la historia puesto que podemos caer en contradicciones sujetas a fines de carácter conservador y retrógrado. Nuria Varela recuerda en sus textos sobre feminismo radical la campaña espectacular  desarrollada en Gran Bretaña y Alemania del Oeste en 1977 y en Italia en 1978. En los tres países se organizaron movilizaciones denominadas “Reclamar la noche”, que consistieron en marchas nocturnas con antorchas para reivindicar espacios seguros de noche para las mujeres, así como su derecho a la libre movilidad.

Expone Varela la explicación de Mary Nash, tras relatar todos estos actos, que esta forma de desobediencia civil se convirtió en la nueva modalidad de protesta feminista. “Su objetivo era obvio, querían sacar a la luz todos los mecanismos que ayudaban a mantener la opresión femenina y que hasta entonces estaban ocultos porque se consideraban naturales y desde luego, nada dañinos para las mujeres. Además, las radicales querían extender sus análisis y con estos actos conseguían sensibilizar a toda la población sobre sus reivindicaciones”.

¿No es significativo que en lugar de “reclamar la noche” insistamos en la protección masculina? 

Por otro lado, habría que dejar de lado lo candoroso del asunto. Cualquier persona que haya vivido un poco la noche, que haya viajado y que haya montado de forma regular en taxi conoce el lenguaje y las normas no escritas del gremio; un gremio que, por otro lado, es mayoritariamente masculino lo que lo convierte en potencialmente peligroso. Lo que no saben los taxistas, ni el alcalde de Plasencia, es que tras cruzar el portal después de haber tomado un taxi, las mujeres avisan a un tercero, normalmente a una amiga, para contarles que han llegado bien a casa tras ser trasladadas por un taxista. Por tanto no se trata solo de una medida cosmética y políticamente correcta, sino de una alternativa falaz, contraproducente y represora. 

Puestas a “dar luz” y a buscar la verdad, hablemos abiertamente, sin tapujos, con retrospectiva y perspectiva, vayamos al trasfondo social, al imaginario colectivo que se cierne en torno al taxi. Las artes han sido fuente histórica para el desarrollo cultural, en ellas han quedado plasmadas a lo largo del tiempo las costumbre, la forma de vida, las preocupaciones, los anhelos, los miedos y las tentaciones más profundas del hombre y la mujer; a través de la imagen y de los textos seguimos analizando y dilucidando el papel del sexo femenino en la esfera pública y privada. 

La sexualidad femenina fue una de las reivindicaciones de los movimientos feministas del siglo XX, a través de las protestas surgidas se pretendía denunciar, entre otras muchas cuestiones, los abusos sexuales a los que eran sometidas las mujeres dentro y fuera del hogar. El taxi no está exento del análisis de la cultura de masas. El oficio de taxista ha llegado a contagiar al cine, ha redondeado un imaginario popular y nos hace partícipes de un ideario a través del comportamiento de manera escenificada, tanto es así que el vehículo más utilizado en la gran pantalla es un taxi. El Ford Crown Victoria lidera la clasificación con 6.820 apariciones en cine y series, sin olvidarnos del afamado taxi de Taxi Driver.

“- ¿Por qué quieres ser taxista, Bickle?

- No puedo dormir por las noches.

- Para eso están los cines porno.

- Sí, lo sé. Eso ya lo intenté“ 

Así respondía Travis Bickle (Robert de Niro) a Joe Spinell en la ya mítica película. Todo toma sentido cuando Paul Schrader en 1973, al momento de escribir el guión de Taxi Driver, vivía en ese momento en su automóvil tras acabar su matrimonio. Asistía a cines pornográficos de día, insomne conducía toda la noche, vivía las mismas soledades que un trabajador del taxi. Otros coches han sido escenario de las tomas de contenido sexual más recordadas por el espectador, inolvidable la mano deslizándose sobre la humedecida luna trasera en Titanic, o de nuevo Robert de Niro (Noodles) violando impúdicamente a Elizabeth McGovern (Deborah) en Érase una vez en América. 

Muchas de las fantasías sexuales más socorridas en el imaginario colectivo están relacionadas con la práctica dentro de un vehículo, escenario muy socorrido durante décadas al que se le atribuye matices de carácter morboso por la exposición semi-pública y su carácter bizarro. Un coche fue el lugar donde la joven Lulú tuvo su primera experiencia sexual en la novela de Almudena Grandes, o la alusión magistral en Madame Bovary de Gustave Flaubert cuando Emma Bovary y su amante León Dupuis hacen el amor en el fiacre mientras el carruaje da vueltas por la ciudad de Rouen en una escena narrada desde el punto de vista del cochero. 

El mundo del taxi se mueve por otros derroteros muchos menos poéticos en torno al sexo. Mi sorpresa llega al descubrir la existencia de lo que podríamos denominar género pornográfico - Taxi y porno -  disponible fácilmente a través de la web, de nuevo son los medios audiovisuales los que se encargan de publicar en formato de imágenes los deseos sexuales mayoritariamente masculinos. Este tipo de contenido está repartido por centenares de portales porno cuyo alcance alcanza millones de visitas. En las entradas a dichas páginas podemos encontrarnos con señuelos del tipo “ taxistas suertudos”, “ Taxistas perro viejo sabe muy bien a qué tías se puede llevar lejos a sitios desconocidos”, “En cuanto vio a la pasajera comenzó a seducirla”,“ Cámaras ocultas donde las clientas acaban folladas”. La cultura de la violación está promovida en gran medida por la industria del porno, inexorablemente debemos de hacer conjeturas y tener en cuenta este fenómeno cuando el tema que nos ocupa está relacionado.

Plasencia no necesita la condescendencia de su alcalde ni de los hombres de Radiotaxi, necesita ser un lugar seguro, atender a la problemática desde su raíz, promover políticas e iniciativas que permitan a las mujeres salir a la calle libres y seguras, en un entorno donde no tenga cabida ningún tipo de violencia. Decía la excelente filósofa María Zambrano: “Pero sí veo claro que vale más condescender ante la imposibilidad, que andar errante, perdido, en los infiernos de la luz”. Infiernos equivalentes al miedo a la oscuridad cerrada como metáfora contra el sistema de ideas obtusas, cuyo cielo abierto sería la luz y, con ella, la libertad.

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