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'Sonco', el hecho diferencial del vocabulario de Mérida

Plaza de España de Mérida / Turismo Extremadura

EFE

Más de 70 años después del estudio del prestigioso filólogo madrileño Alonso Zamora Vicente sobre el habla de Mérida, la investigadora Elena Fernández de Molina ha tomado su testigo y acaba de sacar un trabajo sobre el vocabulario de la ciudad en el que la palabra “sonco” sería algo así como su hecho diferencial.

No obstante la emeritense Fernández de Molina, profesora de Lengua Española en la Universidad de Granada, aclara que el objetivo no era buscar palabras únicas de Mérida y su comarca como es el caso de “sonco”, sino recopilar un vocabulario general en el que hay expresiones del léxico común español.

El libro “Vocabulario de Mérida (Badajoz)”, de Ediciones Alfar, es el resultado del análisis del cuestionario de 1.110 preguntas planteado a un centenar de personas, hombres y mujeres, de varios niveles de instrucción, de entre 20 y 59 años. No se apostó por personas de más edad debido a la complejidad de hacerles contestar a una cuestionario tan largo. A los encuestados se les preguntó sobre doce campos semánticos -cuerpo humano, vestuario, vivienda, ciudad, ocio o condiciones meteorológicas-, que dio lugar a un manual con 60.000 palabras, entre ellas “sonco”, que también recogió Zamora Vicente en su trabajo de 1943. 

A la investigadora le costó mucho incluir esta palabra en su trabajo, según reconoce, ya que aunque todos los emeritenses la conocen, pocos saben definirla. Al final optó por la de persona que “las mata callando”, que le aportó una encuestada.

El libro 

Es un análisis de los resultados de la tesis doctoral que presentó en la Universidad de Extremadura en 2014 y, además de palabras, recoge qué hablantes las utilizan. Frente a la perspectiva dialectal y rural de Zamora Vicente, Fernández de Molina apuesta en su trabajo por una visión sociolingüística y urbana, como ciudad en la que conviven personas de todas las edades, niveles educativos y sexos.

Al consultar el libro muchos emeritenses se identificarán con voces como “la merendilla”; “irse de caldo”, para referirse a la fiesta de la boda; “estar enchochado” (enamorado) o “chinchorrear”. Seguro que alguno habrá hecho “boliches”; habrá utilizado un “afilalápiz” y no la “agucinilla”, más propia de la vecina Calamonte; habrá ido a comprar a “La Rufina” y habrá jugado a la “cuatrola”, que no es lo mismo que el tute.

Aunque no hay grandes diferencias en el vocabulario que usa la gente de Mérida, sí se pueden apreciar algunas según las generaciones, apunta la autora, licenciada en Filología Hispánica en la Universidad de Sevilla. A la hora de hablar del lugar en el que se guardan las conservas, la gente de edad adulta utilizaron en más ocasiones las palabras “alacena” o “despensa” que los jóvenes, que se inclinaron por “mueble de cocina”.

También se puede ver esa diferencia en el uso de anglicismos (“slip”, “leggins”...), más propio de los jóvenes que de los adultos, que prefieren “pantalones cortos” o “calzoncillos”. De la misma forma, Fernández de Molina dice que es llamativo el uso de palabras más técnicas en personas con un nivel de instrucción superior (“hipoacusia” frente a “sordera” o “balaustrada” por “barandilla”).

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