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Opinión

¿Ves ahora la vida interconectada? Ecofeminismo tras la Covid-19

Foto: Europa Press

Chusa Barrantes, co-portavoz de Equo Extremadura; y Carmen Ibarlucea, escritora ecofeminista

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Hace apenas unos meses, al final del 2019, todos los medios de comunicación se hacían eco de la importancia de la biodiversidad y de la relación existente entre la deforestación en diferentes lugares del planeta, desde el Amazonas a Australia y pasando por los bosques de Asia o del África meridional, con los patrones meteorológicos que comienzan a afectar severamente también a los ricos países de occidente. Sin embargo, pese a las páginas y los ‘bits’ de memoria gastados, poco hemos hecho por el cambio necesario.

Cuánto nos está costando entender que el ser humano es parte del medio natural.

Pero, de repente, ha llegado a nuestras vidas un virus que nada sabe de riquezas, de fronteras o del mercado de valores, de literatura o de música y nos ha dejado muy claro que somos animales y que nuestro poder, por suerte, es muy limitado ante este inmenso hecho biológico.

Nos encontramos en un momento que va a marcar un antes y un después- o eso deseamos las esperanzadas-, un momento que evidencia que efectivamente somos cuerpos vulnerables, que nos hemos tenido que alejar de nuestro ser gregario y que vamos a poder superar este alejamiento de nuestra esencia animal gracias a la conexión que las redes sociales nos ofrecen haciendo que mantengamos la ilusión de estar en compañía de nuestro grupo de referencia.

Desde el ecofeminismo encontramos propuestas para este nuevo escenario tras el paso del huracán Covid19 que nos ha puesto en el punto de comprensión de que somos seres interconectados y naturales. Estas propuestas podrían ser, si las asumimos, el giro hacia la buena dirección.

Uno. Convertir la conservación en un valor social y, por qué no, dotarlas de un valor económico si así fuese necesario. La economía es una ciencia que se basa en la percepción de lo que es o no es importante. Las obras de arte generan un mercado que bien pueden ser un ejemplo de cómo asignamos valor a lo bello.

Dos. Escuchar las necesidades básicas de la gente es una piedra angular. Necesitamos un mapeo exhaustivo de cuántas personas viven laboralmente de actividades peligrosas y confrontadas con la vida. Es preciso tener una base sólida sobre la que planificar cuántos empleos de sustitución vamos a necesitar porque hay que dar respuesta a esas personas en todas partes del mundo.

Tres. Legislar protegiendo la vida silvestre para restaurar y proteger los bosques es algo que debe ser parte de nuestro sistema público de salud porque el equilibrio de los sistemas naturales previene la transmisión de enfermedades.

Cuatro. Apoyar las iniciativas empresariales pequeñas y diversificadas porque son las únicas alternativas sostenibles a largo plazo.

Cinco. Abrir los ojos a las necesidades afectivas individuales que nos hacen crecer emocional y mentalmente como personas sanas, imaginativas y capaces de afrontar los desafíos que a cada paso nos impone la vida. Y entender que debemos aprovechar el momento y abrazar el teletrabajo, siempre que sea posible y así querido, porque es una opción que facilita la conciliación necesaria para el cuidado.

Seis. Mimar la educación y la infancia haciendo del afecto y la seguridad las piedras angulares de esos primeros años. Respetar las matrias, las culturas diversas y permitir que los saberes ancestrales sean comunicados y compartidos de forma abierta y pública, no solo como se hace ahora en la intimidad de los hogares.

Siete. Respetarnos en nuestra diversidad. Dejar de expoliar las materias primas de lugares distantes y establecer cauces comerciales que respeten la soberanía de los pueblos. Que nadie dé lo que no quiera dar, así como aquí en Extremadura no queremos dar nuestros recursos minerales a la industria porque sabemos que la minería a cielo abierto, con sus prisas y sus millones de litros de agua para los deslaves, nos van a dejar la tierra yerma.

Ocho. Estamos seguras de que garantizar la energía a través de la autoproducción casa a casa, barrio a barrio es posible. Garantizar la alimentación de cercanía, sin olvidar la solidaridad entre los pueblos porque, seamos sinceras, no todos los territorios pueden producir abundantemente frutas y verduras en ecológico, como hacemos aquí.

Nueve. Abrazar lo sencillo. Esta es quizás la más difícil de las propuestas del ecofeminismo a día de hoy, aunque en realidad ya hemos empezado. Ahora que hemos aprendido a aplaudir a quienes sostienen la vida, por fin le hemos dado la vuelta al patrón oro: nada de admirar a las distantes famosas del momento y más admirarnos de la generosidad y la valentía que compartimos.

Nueve respuestas sencillas que nos interrelacionan y sitúan de nuevo en el medio al que pertenecemos: lo natural. Entre tanto dolor, por fin se ha abierto una ventana de oportunidad para sanarnos como sociedad, para darle la vuelta a los valores equivocados y para sanar, en parte, la herida que hemos infligido a la Naturaleza al rechazarla.

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