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La chatarra bélica y el patrimonio de la Guerra Civil, víctimas del expolio de coleccionistas

Recreación de una trinchera en el Museo de la Guerra Civil de Campillo de Llerena / JCD

Jesús Conde

La chatarra bélica sigue presente a lo largo de la línea que surca el frente de la Serena (Badajoz), donde los combates cuerpo a cuerpo de la Guerra Civil se mantuvieron hasta casi el final de la contienda. Las trincheras de vanguardia y retaguardia extendían sus estribaciones kilómetros arriba, hasta la provincia de Cáceres. 

Se trata de un lugar deshabitado, con zonas abruptas y vaguadas junto al Guadiana. Un paisaje salvaje donde parece que el tiempo se ha detenido. Bombas de mano, obuses y todo tipo de balas permanecen en el lugar donde fueron abandonados hace 80 años. A ellos se suman nidos de ametralladora, pozos de tirador y otros elementos.

Sin embargo son objeto de un constante expolio por parte de coleccionistas. La Asociación para el Estudio y Recuperación del Patrimonio bélico reciente “Frente Extremeño” denuncia que hasta estos lugares se desplazan personas con detectores de metales que barren los campos en su búsqueda.

Una situación que también afecta al patrimonio inmueble de la Guerra Civil y la Postguerra, como trincheras de vanguardia y retaguardia, aeródromos o bunkers que poco tienen que envidiar a las construcciones del desembarco de Normandía.

Son vestigios de especial interés, histórico y científico, a los que acceden los coleccionistas para hacerse con los metales. En otras ocasiones sustraen parte del hormigón y otros materiales que los conforman.

Según la Ley de Patrimonio de Extremadura hay que esperar a que se cumplan 100 años para que pasen a ser objetos arqueológicos, y por tanto protegidos, explica el colectivo memorialista.

Así advierten del daño que provoca el expolio, que altera los yacimientos y los elimina pese a contener una rica fuente de conocimiento para las generaciones futuras. Denuncian que cuando pasen los 20 años que restan para su protección, y ya sea penado por ley, puede ser demasiado tarde para buena parte de estos elementos.

Materiales ligados al territorio

Los pueblos de La Serena han convivido de manera tradicional con la chatarra de guerra. Ha sido reciclada y reutilizada por algunos vecinos como un modo de ganarse la vida, al extraer los restos de cobres y otros metales.

También fueron un elemento de juego. Las bombas de mano de los italianos eran llamativas, con unos colores vistosos que los convertían en un material cotizado entre los chavales. Un motivo que explica la presencia de ancianos mutilados en los pueblos cercanos que resultaron heridos allá en la posguerra. Otros incluso perdieron la vida, apunta el historiador Antonio López, miembro de la asociación Frente Extremeño.

Lamenta que la chatarra ha pasado de ser un modo humilde de sacarse algún ‘dinerillo’ a ser objeto de un importante expolio del patrimonio. “Es como si acudes a la Biblioteca Nacional y le arrancas una hoja a un libro incunable”.

Apunta a zonas de fácil acceso completamente barridas, en las que la chatarra de guerra y otros elementos arqueológicos han desaparecido. El historiador cita el caso de la zona de Casas de Don Pedro y Talarrubias, donde han realizado las últimas prospecciones.

También expolian yacimientos más antiguos

En La Serena hay lugares estratégicos, que fueron poblados desde el calcolítico, desde hace 3.000 años. Gozan de unas vistas privilegiadas para controlar al enemigo y volvieron a tener relevancia con la llegada del frente de la guerra a la zona. Son entornos que están siendo expoliados igualmente. “No sólo se está mermando los yacimientos contemporáneos, sino los que civilizaciones anteriores que también pasaron por allí”.

Por ello consideran imprescindible una protección integral que garantice que el material no caiga en manos de coleccionistas o personas que se lucran a través del tráfico de bienes arqueológicos.

Explica Antonio López que la gente del campo sabe que están haciendo daño, no son tan permisivos cuando los ven llegar con los detectores y los echan de las fincas. Están tomando conciencia de la importancia de velar por el patrimonio que conservan los pueblos y el entorno del frente, aunque esto no es suficiente.

La importancia de los restos

La Asociación“Frente Extremeño” ha logrado financiación de la Diputación de Badajoz para elaborar un proyecto documentación y catalogación del patrimonio de la Guerra Civil y de la posguerra en la provincia.

Bajo la metodología de la arqueología espacial y del territorio fijan su mirada en La Serena, pero también en La Siberia, Vegas Altas y Campiña Sur.

Los restos que aparecen son importantes porque permiten interpretar en todo su contexto lo que ocurrió en la región hace 80 años. Los trozos de bombas y la metralla de aviación ayudan a recomponer cómo sucedieron los bombardeos. 

Hay constancia por ejemplo de que las fuerzas aéreas franquistas llegan desde Cataluña a este lugar en agosto del 38, y que se trataba de aviones alemanes. Probablemente partieron desde el aeródromo situado en Calzadilla de los Barros (Badajoz) y participaron en el conocido bombardeo de Zarza Capilla, entre otros.

También se pueden conocer detalles sobre los combates cuerpo a cuerpo que se produjeron en la zona, o las posiciones aisladas gracias a las barras de tirador. Las cabezas de obuses recubiertos de bronce, o las vainas de bala aportan una  información muy valiosa sobre el origen de su fabricación.

El armamento ligero y pesado procede de países como México, Alemania, Austria, Italia o Francia, y aporta información sobre la ayuda que cada uno de estos países aportó a los bandos Republicano y rebelde.

En el entorno de Sancti-Spíritus han localizado una trinchera republicana con 14 cargadores italianos, algo que les ha llevado a concluir que los materiales fueron reutilizados, reciclados, y que de ellos sacaron la pólvora para usarlos en su armamento. Se conserva hasta el cartón que permite confirmar la fábrica italiana que suministraba a las tropas franquistas.

Se suman más ejemplos, como el “Peñón de Cogolludo”, a las orillas del embalse de Orellana en la margen derecha del Guadiana. Allí han localizado además una trinchera que rodea al peñón que ha formado el río, con 15 nidos de ametralladora y 14 pozos de tirador.

“La gran cantidad de refugios con los que cuenta la fortificación pone de manifiesto la magnitud del destacamento en una zona de vados naturales que impedía el ataque de los enemigos y una perspectiva privilegiada desde la que poder atacar”. Unos datos que permiten concluir que el dominio del curso fluvial era determinante en la contienda.

Botellas y latas

Otro elemento importante es el hallazgo de las latas en las trincheras de la zona sublevada, fundamentales para conocer la alimentación de las tropas sublevadas. El matadero de Mérida se convirtió en una fábrica al servicio de los franquistas tras la orden de Queipo de Llano, bajo la gerencia del empresario José Fernández López.

Hasta ahora se pensaba que la fábrica de Mérida solo abastecía de latas de carne, atún y cocido extremeño al ejército del Sur del bando golpista (Extremadura y Andalucía), bajo las órdenes de Queipo de Llano. Sin embargo los restos con el sello de Mérida también han aparecido en otros puntos de España como Castellón. 

José Fernández López disponía de otro matadero en Galicia, en Porriño, y precisamente buena parte de las últimas latas que han aparecido en las últimas prospecciones del Frente Extremeño proceden de Galicia.

Los restos encontrados muestran además que el alcohol formaba parte de la dieta de los combatientes, y debe entenderse en un doble contexto: por un lado como sustancia que ayuda a desinhibir, pero también por su aporte calórico fundamental.

En las prospecciones se ha podido identificar la marca de las botellas y su procedencia. Los restos más comunes han sido los de coñac 'Pedro Domeq', una bodega alineada con el bando franquista.

Además los sublevados dominaban la comarca de Tierra de Barros, de modo que tenían a su disposición la producción de caldos de esta comarca. En la zona republicana se consumía vino igualmente. Además de licores destilados, como el aguardiente, que con poca ingesta tiene alto nivel de intoxicación.

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