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La comunidad LGTBI planta cara a la homofobia cotidiana narrando cientos de experiencias personales

Protesta en Kenia por la ley contra la comunidad LGTB de Uganda.

Jesús Conde

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Las discriminaciones e insultos siguen presentes. La homofobia y la transfobia han aumentado, también en Extremadura, donde al menos una docena de personas han sido agredidas por su condición sexual en los últimos años.

Frente al odio a la diversidad LGTBI ha comenzado una campaña mundial en las redes sociales bajo la etiqueta #MeQueer que quiere visibilizar todas estas situaciones.

Desea poner rostro a las discriminaciones cotidianas desde las experiencias narradas por las víctimas. Los testimonios se multiplican y suponen un ‘estallido’ de vivencias de lesbianas, gais, bisexuales y transexuales.

Así lo explica el periodista Rubén Serrano, uno de los impulsores del #MeQueer en España. Ha participado esta semana en las actividades del Festival Internacional de Cine LGTBI de Extremadura (FanCineGay), que organiza Fundación Triángulo.

En su intervención ha disertado sobre cómo el machismo, la ‘plumofobia’ y otras actitudes de rechazo a lo diverso se reproducen entre la comunidad LGTBI. Es una construcción social, una extensión más del patriarcado, que ellos y ellas también repiten.

El movimiento #MeQueer 

El movimiento ‘Me Queer’ saltó este pasado verano y se hizo viral en las redes de la mano de un escritor alemán. Hizo una llamada a toda la gente para que contara sus experiencias y qué supone ser gay y lesbiana en la actualidad.

Sigue la senda de la campaña #Me Too que impulsaron mujeres de todo el mundo para denunciar las discriminaciones y abusos que sufren por el simple hecho de ser mujeres. La iniciativa hermana, #MeQueer, es un grito ‘comunitario’ de personas que han sufrido en primera persona la homofobia.

“Muchos han contado cómo han tenido una segunda, o tardía adolescencia, por haber estado ocultando su sexualidad. Por temor a sufrir esa LGTBI-fobia”. Otras historias narran comentarios frecuentes de ‘maricón’ o ‘bollera’, a los que se sumaban fuertes agresiones físicas.

“Lo bonito de #Mequeer es que nació sin ningún objetivo. Fue un abrazo colectivo donde compartimos nuestras experiencias y nos dimos cuenta que no estamos solos. No es sólo algo que me ocurra a mí, en un pueblo de Cáceres, nos está pasando a muchas más”.

Define el movimiento como un ‘quejido’ para expresar que “no estamos bien del todo”. También sirve para validar que hace falta a su juicio una ley estatal LGTBI. “Que nos escuchen, porque no estamos locos. No nos estamos quejando por vicio”.

Explica que ha habido avances legales, por ejemplo con la ley de matrimonio igualitario. “Pero hace falta un avance social y cultural. Se sigue asesinando a personas trans, sigue habiendo suicidios de personas muy jóvenes, agresiones por las calles, insultos. Se sigue señalando el bullying como un problema real”.

Las narrativas personales no han cambiado con el paso de los años. Gente con 40 años está contado una experiencia idéntica que los de 18. “Siguen pasando las décadas y estamos en una situación de inmovilismo”.

Machismo en el mundo LGTBI

Dentro de la programación del Festival Internacional FanCineGay Rubén Serrano ha mostrado otra cara del machismo: la que perpetúa la propia comunidad LGTBI. Puede pensarse que una persona gay, lesbiana o trans no es machista, aunque no siempre es así.

Explica que el motivo radica en los esquemas machistas que hemos aprendido en sociedad. Está muy ligado a la ‘plumofobia’, la discriminación a las actitudes femeninas en un hombre y las masculinas en una mujer.

“Está presente, se puede comprobar en las redes sociales o Grindr (una aplicación de contactos), donde aparecen afirmaciones que sentencian ‘a mí la pluma no me va’ o ‘esta bollera parece una camionera’”.

Comentarios que siguen perpetuando los estereotipos de lo masculino y lo femenino. “Si estás escribiendo en una aplicación ‘negros no’ estás siendo racista. Si escribes ‘la pluma no me va’ es porque has aprendido que la feminidad del hombre es algo negativo que no tiene que tener”.

Por tanto se reproducen las normas que dictan que un hombre tiene que comportarse como un hombre heterosexual y con rasgos identificados con lo masculino. “Si no se comporta como entendemos nosotros que debe hacerlo lo recriminamos y le decimos que es maricón”. 

“Puedes ser gay y no pasa nada, siempre que sea un gay que no moleste, que no tenga pluma o una feminidad evidente. Además no nos molesta de la misma manera un nadador gay que acude a las olimpiadas a representar a España que un homosexual que muestra su pluma en televisión”.

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