Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

¡Que llueva, que llueva!

José Juan González Gómez

Desde las últimas elecciones generales de mayo, que certificaron el desencuentro nacional por la muerte del bipartidismo, hemos podido comprobar que la incapacidad de entendimiento entre nuestras fuerzas políticas no ha sido puntual, sino que es una enfermedad grave, profunda y previsiblemente duradera.

El laberinto intrincado en que se ha convertido la política de nuestro país no tiene fácil escape; tras la primera ronda de consultas con su majestad Felipe VI “el preocupado”, Rajoy ha aceptado por fin parte de su papel: intentar la formación de un gobierno que parece imposible, sin ilusión y que ya nace inhábil.

No tenía otra salida, aunque sabe con total seguridad que si finalmente se atreve, lo que está por ver, su investidura fracasará, pues ya han anunciado su no rotundo todas las formaciones políticas del arco parlamentario.

La soledad de Rajoy es la misma que la de hace meses; no es que no lo quieran, es que no es capaz de negociar y encontrar puntos de encuentro con el resto de formaciones, y eso es fundamental.

Es injusto poner el foco de atención en el PSOE, cuando todas las demás fuerzas no apoyarán al candidato Rajoy. Ciudadanos, con su abstención técnica, no se atreve a darle un sí quiero, que para sus intereses y votantes sería una traición a sus convicciones. ¿Apoyar a un partido financiado ilegalmente y con innúmeros casos de corrupción?.

Y yo me pregunto si esa abstención es gratuita, o le vais a exigir lo mismo que firmasteis con el PSOE: eliminar las Diputaciones Provinciales, modificar el Senado, establecer profundas medidas de regeneración democrática.

Por otra parte, las fuerzas nacionalistas tampoco pueden apoyar a este candidato; el PNV pues no encuentra posible alcanzar acuerdos siquiera puntuales, y la “nueva Convergencia” porque intenta limpiar su sucio pasado y por su desafío soberanista en Cataluña.

Algunas voces dentro del PSOE, como la del presidente extremeño Fernández Vara, se alzan pidiendo por favor el fin de este esperpento, gritando “estamos hartos”, arreglen esto de una vez. Pero, y bien lo sabe don Guillermo, es como predicar en el desierto o pedir allí a voces “que llueva que llueva, la virgen de la cueva”. Otros animan de nuevo a Pedro Sánchez a emprender la aventura de la investidura si Rajoy fracasa, e ir de la mano del amigo Pablo Iglesias y Unidos-Podemos. No me gustaría estar en su pellejo ni por todo el oro del mundo.

En caso de que Rajoy no lograse ser investido, es posible que el Rey diera la oportunidad a Pedro Sánchez, o bien podría disolver las Cortes y convocar elecciones directamente. Una segunda investidura de Rajoy, ¡uf, de verdad no más circos!.

Cualquier decisión se fundamentará en la lealtad hacia los españoles y la defensa del interés general de todos, ya que todos pedimos la existencia de un Gobierno, desde hace varios meses, que sea fruto del consenso, del diálogo y de la mayor representatividad social posible.

Como novedad, el Rey está actuando como una instancia persuasiva y de influencia, dentro de sus funciones arbitrales y moderadoras como Jefe del Estado. Y es que está, según el Rey Emérito D. Juan Carlos, “preocupado”, y añado yo, “hasta los mismos”.

La investidura no supone sólo la creación del Gobierno por el Parlamento, sino también la adopción de unas orientación es políticas que han de armonizar y coordinar la acción del ejecutivo y del legislativo. De modo que el otorgamiento de la confianza a una persona queda vinculado a la aprobación de un programa.

Pero hay un problema: Rajoy tiene diagnosticada una intensa y profunda incapacidad para la negociación, para consentir cambios y propuestas de otros partidos, para aceptar la diversidad de un programa común; es un absolutista, que cree de veras que todo lo que hace está perfecto, pero que ha perdido la mayoría absoluta y aún no se ha enterado.

La terrible ansia de poder insatisfecha, fruto del oscuro plan llevado a cabo por el Ejecutivo en funciones del PP con la connivencia de otros, para que no exista posibilidad de candidatura alternativa, podría desembocar en que Rajoy se vea obligado a dar un “paso al lado” y plantee un nuevo candidato. Así quizás el sí quiero de Ciudadanos pueda tener lugar.

Cuando el reloj de arena apure sus últimos granos y si lo anterior tampoco ocurriera, se haría preciso recordar que el Rey tiene la potestad, y la obligación moral, de proponer un candidato independiente y diferente de aquellos que no han podido aunar los apoyos necesarios para ser investidos. Todo antes de convocar nuevas elecciones y disolver las Cortes. ¿Porqué no intentarlo antes de aceptar el fracaso político colectivo, como un mal menor y necesario? ¿Qué líder político es más importante que el conjunto de todos los españoles y de nuestros problemas?

Si llegáramos a unas terceras elecciones sería la mayor de las cobardías y el máximo acto de deslealtad realizado en la historia de la Democracia; nada habrían aprendido del resultado electoral, no habrían sabido superar sus odios viscerales y anteponer así el interés general a cualquier otro deseo enfermizo de revancha política. Lo que inmediatamente tendrían que hacer es dimitir todos de sus puestos y renovarse completamente las listas electorales de cada partido.

No actuar con la determinación necesaria podría desestabilizar nuestra recuperación económica y también nuestro sistema democrático; nos jugamos nuestro futuro más próximo. Si nuestros políticos actuales son incapaces de llegar a un acuerdo, que se aparten y dejen a otros, nuevos o viejos, que quizás los mayores pongan un punto de cordura en todo esto. Y es que, como cantaba nuestro genial cantautor extremeño Pablo Guerrero, me da la sensación de que “tiene que llover a cántaros”, una buena tromba.

Etiquetas
stats