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Un viaje a la historia de la tierra a través del Geoparque Villuercas-Ibores

Geoparque Villuercas / Turismo de Extremadura

Isabel Valdés

El Geoparque Villuercas-Ibores-Jara, en el suroeste cacereño, ofrece un viaje a la historia de la tierra a través de sus cadenas montañosas, valles y fallas, cuyos orígenes están en el Paleozoico, hace 570 millones de años, y que el paso del tiempo ha modelado hasta convertirlo en un museo geológico de más de 2.500 kilómetros cuadrados.

El vasto terreno, con 45 lugares de especial interés geológico, como montañas con características geomorfológicas especiales, profundos valles fluviales y yacimientos paleontológicos o de minerales, obliga a decantarse por el viaje desde el anticlinal de Valdelacasa del Tajo al sinclinal del valle del Guadarranque.

Este es uno de los recorridos que se ofrecen con motivo de la VII Semana Europea del Geoparque, pero que igualmente se puede realizar a lo largo de todo el año. Comienza el trayecto en Valdelacasa, con apenas 400 habitantes, enclavada en La Jara. En su entorno se puede apreciar la gran penillanura precámbrica desarrollada sobre pizarras y granitos.

Más allá de esta riqueza geológica, sorprenderá al visitante el entorno natural que lo rodea, con siete Zonas de Especial Protección de Aves (ZEPA) en donde habitan el buitre leonado y negro, el alimoche, la cigüeña negra, el búho real o el águila real junto a los olivos, jaras y robledales.

Así como su riqueza patrimonial encabezada por el Real Monasterio de Guadalupe, Patrimonio de la Humanidad, además de la arquitectura tradicional y mudéjar, los castillos o las iglesias de Berzocana y de Alía.

De nuevo en la ruta a la historia de la tierra, una vez alcanzado el Puerto de Arrebatacapas se continúa hasta el Centro de Interpretación del Fósil de Navatrasierra, en Villar del Pedroso.

Aquí hace de guía de excepción a un grupo de periodistas el director del Geoparque, José María Barreda, quien muestra algunos ejemplares de los fósiles representativos de los periodos Ordovícico y Silúrico y habla de la vida en los mares hace 450 millones de años. “Todos los fósiles más representativos del Geoparque se encuentran aquí por lo que no hace falta estar excavando por la zona”, algo que está prohibido, advierte.

La escala densidad del espacio, unas 15.000 personas, indica Barreda, es “lo que ha permitido conservar esta joya geológica”. Pero no quiere estar de espaldas a su población e insiste en la importancia de que surjan empresas alrededor del mismo como casas rurales para contribuir al desarrollo de la zona.

Agroturismo

Un ejemplo de las posibilidades de agroturismo que ha supuesto la declaración de la Unesco como Geoparque en 2011 es la Casa Rural “Las Lucías”, que regentan Pepe y Gema, que enseñan su negocio basado en implicar a sus huéspedes en el trabajo diario con los animales y la labranza. Para ellos, el Geoparque ha supuesto una oportunidad de negocio y la posibilidad de asentarse en la zona, que describen como “un remanso de paz y naturaleza viva”.

La visita continua por el sinclinal de Guadarranque, cuyo valle se extiende por 100 kilómetros cuadrados y alberga un auténtico yacimiento paleontológico. El impresionante paisaje deja observar la megaestructura del pliegue sinclinal y la distinta naturaleza de sus capas, señala Barreda, que se han ido conformando con sedimentos a lo largo de 140 millones de años y que han modelado un paisaje lleno de valles, ríos, fauna y flora.

Por fin se puede ver con claridad una falla, cuya definición -una fractura en el terreno a lo largo de la cual hubo movimiento de uno de los lados respecto del otro-, se obligaba a aprender en el instituto, a la vez que se obviaba su belleza. A lo lejos también se puede ver el charco de la Garganta de la Trucha, que destaca además por las formaciones de ortocuarcitas, y sobre todo por estar rodeado de uno de los bosques mejor conservados de loros, una especie de árbol que procede del Terciario.

Casi al final del viaje, se sigue por el Valle del Hospital del Obispo y Los Canchos del Ataque, que transcurre por el Camino Real al Monasterio de Guadalupe, ruta de peregrinos como los Reyes Católicos.

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