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El valle de la muerte

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Andrés Holgado Maestre

Se han confirmado mis previsiones. No voy a referirme al “Valle de los caídos” esta vez, que ya hemos tenido bastante. Con este título me refiero a un fenómeno que suele darse en la investigación científica, en todo el mundo, para referirse al espacio vacío que hay que cubrir entre una investigación potente (y financiada a duras penas) en el entorno universitario y la trasposición de esas investigaciones a patentes y aplicaciones en el mundo empresarial, que no es un proceso automático sino más bien bastante insatisfactorio por lo que mucho de ese esfuerzo investigador se pierde en ese tránsito casi imposible. Como analogía lo utilizaré ahora no para hablar de “política científica” sino de política en general.

La línea roja de este gráfico vendría a representar ese “valle” que los investigadores apenas pueden atravesar. Sobre este asunto escribí hace algún tiempo para quien quiera profundizar en la idea. Pero hoy el gráfico del que hablo se refiere a otras realidades: La línea negra representa aproximadamente las frecuencias relativas de la población española que se ubica en esas posiciones (0-10) en cuanto a “Izquierda” y “derecha” (10) en su posición política, y de la cual en el “cinco” se instalan cerca del 20% de la población, según el CIS.

Mientras tanto, la línea roja es la posición que le atribuye esa misma población a los partidos políticos (y sus líderes) más importantes en nuestro panorama. Los datos completos pueden verse en el Barómetro del CIS de septiembre, pregunta 28, que no desglosaré aquí por razones de espacio. Baste decir que para UP, su pico se sitúa en el 1, con el PSOE en el 4, Ciudadanos en el 7, el PP en el 8 y Vox claramente en el 10.

Que casi un 16% ni siquiera conteste a esta pregunta tan “inocente” o que un escalofriante 56.7% no sienta simpatía por ninguno de los partidos ofrecidos no hace otra cosa que confirmar la cuestión: la abstención es producto de la ausencia de opciones políticas aceptables para el grueso de la población española. Cruzando ambas curvas aparece ese “agujero negro” por el que la democracia podría desangrarse.

Y en estas, votamos de nuevo ayer (esto se escribe el 11-N) con un panorama de hastío en el que el partido “del 4” se desvive (aparentemente) por irse al cerro “del 1” y agradar a la “izquierda”, mientras que los partidos “del 7” y el “del 8” se apresuran por cuidar su jardín para que no se lo arrebate el “del 10”... Triste España en su ventura, cuando la unidad de la nación parece ser tarea exclusiva de la “extrema derecha” (3 millones y medio de personas les han votado, cuando ni siquiera un millón se situaba previamente “en el 10”...) y no tarea general de toda la gente de bien, como debiera ser en una nación con tanta solera, que son cinco siglos como poco...

Y entretanto, ese 20 % de la población que se siente “del 5” se queda prácticamente huérfana de opciones partidistas “fiables” como correspondería a formaciones (como en toda la Europa comunitaria) socialdemócratas, democristianas o liberales, sin más. Estas cosas de la “centralidad” tienen poco glamour para una nación vocinglera que anda siempre detrás de los curas para enterrar alguien, aunque sea a los propios curas, ¿verdad? ¡Dónde va a parar una buena algarada! “Sobresaliente general político”, como mínimo, exigían mis compañeros de clase allá por 1977, porque no podíamos estudiar mientras luchábamos por la democracia. ¿Os suena esto?

Ahora, celebradas las elecciones (y aún hirviendo algunas ollas en algunos pueblos) tenemos un vacío enorme que cubrir entre esos líderes subidos por los cerros de su soberbia, que han dejado vacío el centro sociológico desde que tiene que gobernar cualquier político prudente y responsable.

¿Cómo se va a terraplenar ese enorme hueco y volver a encontrase en el centro del consenso y de la convivencia estos personajes que se han tirado al monte de los extremos? (y alguno directamente al precipicio de la irrelevancia...). El Estado español no debiera seguir dependiendo de gentes tan poco de fiar en cuanto a su lealtad al pueblo español que los mantiene.

Que este “valle de la muerte” se quede en mera metáfora va a depender de que esos partidos, tan grandes y fiables alguno de ellos, reaccionen u coloquen al frente de los mismos a dirigentes con más sensatez de la que tienen los que tienen. No hay mucho tiempo para perderlo con más desfiles de modelos, porque la realidad socio-política y económica aprieta, y el mundo no va a esperar a que esta gente tan “guapa” madure, aunque parece inevitable (e indeseable por lo que tiene de impostura) que lo intenten otra vez. Cuando fracasen (si antes no dimiten y ceden el paso a otros responsables más inteligentes y competentes) hay recursos legales de sobra, que tiene el Estado y gente preparada y decente por millares, aunque no sean diputados. Desígnese un candidato a presidente solvente e independiente, que el Congreso lo acepte y relleno este vacío, a gobernar que hay mucha plancha. Cuanto antes, mejor para todos.

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