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Sobre este blog

Elecciones otra vez... Y las cuentan, a su manera, Barbijaputa, Mariola Cubells, Edu Galán, Lucía Lijtmaer y José Antonio Pérez.

Sorpasso es lo que yo te diga y a ti te encontré en la calle

Iglesias se ofrece para encabezar un Gobierno de cambio

Lucía Lijtmaer

Una cosa es que confluir sea una idea y otra muy distinta que se trate de un elemento físico, tangible. Una cosa es tomar la plaza y otra muy distinta, ir a una plaza y empezar un no-mitin. A las nueve de la noche todavía no es oficial, así que nos encontramos con una no-confluencia, con no-corazones, no-mitines, esto es el centro de Madrid y aquí no hay unas elecciones generales que ganar.

Bienvenidos al centro de los símbolos de la campaña electoral para Izquierda Unida: estamos en Lavapiés, a 32 grados a la sombra y suena una versión acústica del Ojalá de Silvio Rodríguez que muta, sorpresivamente, en Get Back de Paul McCartney. McCartney es el único Beatle vivo, pienso (todo el mundo sabe que Ringo Starr NO CUENTA). Corazones, pienso. Un cantautor cubano que dice “con los ojos cerrados se divisan infinitos”, escucho. La segunda campaña electoral en seis meses y sus capitales semióticos va a acabar con nosotros.

Los reporteros buscan señales por todas partes de nueva política y lo que encuentran es una app de corazones para customizar la cara de Alberto Garzón -también disponible en tazas pro-cambio y carteles que son los mismos que los de hace seis meses porque sí, hace seis meses tuvimos unas elecciones y esto es Garzón redux, IU redux, Lavapiés a 32 grados a la sombra y más de uno se juega el voto al primer latero que aparezca. La lucha será cervecera o no será.

Público objetivo del mitin: republicanos y militantes de la vieja escuela de Izquierda Unida mezclados con veinteañeros de chancla, chapa y tatuaje. Un periodista susurra: son más jóvenes que en las anteriores -teniendo en cuenta que todo esto es la versión redux, la caza del hecho diferencial es feroz, que alguien encuentre una diferencia y la encuentre ya-. Un grupo de jóvenes realmente jóvenes dan el toque distintivo al acto: van de botellón pero con zumo de naranja. La izquierda será vitaminada o no será.

Suenan Dire Straits y comienzan a verse tatuajes de discos de Los Planetas en algún omoplato. La banda sonora del cambio era esto y se oyen los gritos “Presidente, Presidente” y se materializan los cuatro jinetes: la diputada Sol Sánchez, el concejal de Ahora Madrid Mauricio Valiente, la candidata al Senado Eva Abril y el capitán, Alberto Garzón, a quien aúpan señoras con banderas comunistas. “Ahora ya no aparece como candidato a la presidencia en el cartel”, suelta entre murmullos un militante.

Los discursos son claros. Nube de tags: hablar en femenino, movilizar, Alfon libertad, marea granate, blanca, verde, Colau, Carmena y, sobre todo, CIS. Garzón es el político mejor valorado según las encuestas, y sorpasso es lo que yo te diga y a ti te encontré en la calle.

Valiente y Abril hacen lo que pueden pero Garzón y Sánchez copan la retórica que, a ratos, parece un buen monólogo de stand up. Garzón apela a que “esto no es Venezuela, es España”, a que “el PP se parece cada día más a Inda y Marhuenda” y Sánchez ironiza sobre los corazones, “ya sé que parezco Ane Igartiburu” y “la bandera comunista está más de moda que una barba en Malasaña”.

¡El Partido Socialista nos ha traicionado!, grita un militante y lo simbólico se hace carne en un día de Ramadán en el corazón de Lavapiés. Pero lo mejor está por venir. El orden simbólico destella cuando Garzón, apelando a que “el enemigo es el PP y Ciudadanos”, enlaza una metáfora deportiva, algo muy propio de Albert Rivera: “No se trata de ir a por la plata, sino a por el oro. No nos cofundemos”. Garzón quiere confluir, pero no co-fundar. No confundan.  Garzón redux, IU redux, lapsus redux, las elecciones serán simbólicas o no serán.

Dos es 1+1

Hablando de barbas: damos un salto y estamos en el segundo acto. Confluir era esto en estado físico. Dos potencias se saludan, o más bien, IU, Podemos y dicen que también Equo. Cada uno a un lado del parque de la Cornisa y un cartel en el centro lleno de lilas, amarillos y azules. En un rato, Pablo Iglesias explicará que simboliza a “todo el talento joven que se ha tenido que marchar”, porque “han dejado su patria”.

Ah, sí, porque se trata de patria. Un cartel reza “Pueblo y Patria”, y cuando aparecen, sí, cuando aparecen Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, rodeados de militantes de Podemos -ahí sí que abundan barbas y gafas-, las dos palabras más repetidas son patria y país. La escenificación de la confluencia será patriótica o no será.

Garzón e Iglesias se juntan a ritmo de Twisted Sister (literalmente “la hermana retorcida”, chúpate esa, noción simbólica), el bosque imantado se estremece en la gravedad del momento físico. Pablo y Alberto confluyen y lideran rueda de prensa. Presidente, presidente. Los gritos ahora resultan creíbles. Entre poemas de Miguel Hernández, banderas del PC, la sonrisa de un país y Juan Carlos Monedero se escenifica el zigoto del futuro de la izquierda. Entre aplausos empieza la campaña.

A trescientos metros de allí, chicos de cuello abotonado con coderas cuelgan los primeros carteles de UpyD. Los que no se imantan se repelen. Bienvenidos a las elecciones redux.

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