El Cabildo solventa los reparos para que el hotel más pequeño del mundo sea BIC

Se creó una doble cámara en el piso, a modo de aliviadero de la presión del aire ocasionada al entrar las olas en una caverna existente bajo el edificio.

El Hierro Ahora

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El proceso de declaración como Bien de Interés Cultural (BIC) del hotel más pequeño del mundo, el hotelito de Punta Grande (Frontera), continuará adelante tras subsanarse los requerimientos del Consejo de Patrimonio Histórico de Canarias, que primero (marzo de 2016) pidió que se modificase la categoría solicitada de monumento a sitio etnólógico y ahora (marzo de 2018) devolvió el expediente con el fin de que se realizaran los preceptivos trámites de audiencia e información pública mediante su publicación en el Boletín Oficial de Canarias (BOC).

El Cabildo de El Hierro ha cumplido ya con esta exigencia y su Consejo de Gobierno va a proponer el próximo lunes que se reconozca al hotelito como sitio etnológico, un “lugar que contiene bienes, muebles o inmuebles, representativos de los valores propios de la cultura tradicional o popular” según la Ley de Patrimonio Histórico de Canarias.

El consejero insular de Patrimonio, Pedro José García Zamora, recuerda en su propuesta que históricamente se data aproximadamente en el año 1830 la construcción de la primera casa de La Punta, constituida por un módulo de menos de 40 metros cuadrados y cubierta con techo de colmo. Fue en el año 1884 cuando se inauguró la construcción de dos plantas que en líneas generales se ha venido conservando hasta la fecha.

Levantado por la familia Reboso, el caserón llegó a convertirse en punto neurálgico del comercio del valle de El Golfo, merced a su ubicación junto al embarcadero anexo, sirviendo de almacén en su parte baja y de oficinas en su parte alta.

En 1908 la actividad en aumento del embarcadero propicia la colocación de un gran pescante para facilitar la carga y descarga de las falúas que se encargan del transporte de mercancías entre el embarcadero y los veleros o correíllos fondeados por fuera de La Punta.

De 1920 a 1934 puede considerarse la época dorada de la actividad comercial de la casa de La Punta, según se desprende de los manifiestos de carga y descarga de esa época. Se importa desde materiales de construcción, como el cemento o la teja marsellesa, que se ha constituido en una seña de identidad de la arquitectura tradicional herreña, hasta alimentos básicos como legumbres.

Con la inauguración en el año 1934 de la Carretera General de Valverde a Frontera, y la mayor operatividad del puerto de La Estaca, comienza el declive comercial del embarcadero de La Punta y el progresivo abandono del edificio.

En 1948 cambia la titularidad del inmueble de Matías Díaz Padrón a Francisco Padrón Villarreal, quien a su vez transmite la propiedad en 1969, que pasa a ser gestionada con fines turísticos, aprovechando sus valores históricos y arquitectónicos.

En 1975 se obtiene de la Jefatura Regional de Costas y Puertos autorización para “reconstruir una casa en estado ruinoso en el lugar denominado Puntagrande”, previa licencia de obras otorgada por el Ayuntamiento de Frontera.

Se procede a rehabilitar el edifico, bajo la dirección del arquitecto José Luis Jiménez Saavedra, tratando de conservar los parámentos exteriores, construyendo una estructura nueva interiormente, independiente de los antiguos parámentos.

El almacén de la planta inferior se habilita como restaurante, y la parte alta como zona de habitaciones y salón social. Se decora el interior con motivos náuticos relacionados con la Isla, y en el año 1984 se concede al restaurante Puntagrande la placa de bronce al mérito turístico, otorgada por el Ministerio de Información y Turismo.

Es en el año 1987 cuando se decide habilitar para su uso turístico la parte alta del edificio, habilitando cuatro habitaciones e inscribiendo la explotación conjunta con el restaurante como hotel con categoría de dos estrellas.

Dos años después, el hotel entra en el Libro Guinness como el hotel más pequeño del mundo, alcanzando una relevancia que lleva al Gobierno Autónomo de Canarias a otorgarle la medalla de plata de importantes del Turismo del año 1991.

El edificio actual

Desde un punto de vista constructivo el edificio actual cuenta con 400 metros cuadrados de superficie construida, dividida en dos plantas. La construcción, de planta irregular, sufrió una profunda remodelación tras la rehabilitación de la que fue objeto en los años 60 del pasado siglo.

De la estructura original solo se conservaban parcialmente los muros de carga de mampostería, de entre 60 y 80 centímetros de espesor, procurando la intervención buscar la funcionalidad del edificio conforme al nuevo uso proyectado.

Entre las actuaciones llevadas a cabo en esta fase cabe mencionar la ejecución de una estructura nueva de hormigón dentro de la antigua de muros de carga, la puerta de hierro del almacén en la cara noroeste del edifico hubo de ser tapiada por razones de seguridad frente a fenómenos climatológicos; los muros de protección fueron reforzados, anclándolos con acero a la propia roca, y se creó una doble cámara en el piso, a modo de aliviadero de la presión del aire ocasionada al entrar las olas en una caverna existente bajo el edificio.

Se resolvieron los huecos mediante una envoltura de hormigón armado, dejando vistos los dinteles. Los servicios sanitarios fueron acondicionados, toda vez que anteriormente consistían en una caseta cuyos residuos se vertían directamente al mar, contando actualmente con dos aseos para uso común, y un baño completo para cada dormitorio.

La pavimentación de la planta baja y los cuartos húmedos se resolvió con material cerámico, mientras que en la distribución interior de la planta alta y en los dormitorios se empleó un entablonado de madera.

En la planta superior se solucionó la pavimentación con parqué de madera en la sala de estar, y loseta cerámica roja en el exterior, y se dotó a los parapetos de la cubierta de una terminación parcialmente curva para una mejor integración de la construcción en el paisaje.

Sirvió también la rehabilitación para modificar la distribución interior y adecuar el diseño de los espacios a su nuevo uso. Se consigue integrar la planta alta con la baja a través de un generoso espacio abierto en común. Se acondiciona el interior con maderas nobles y rocas lávicas.

La carpintería interior es totalmente de madera, mientras que la exterior se resuelve en su mayor parte con aluminio anodizado en bronce, por su mayor resistencia a las condiciones climatológicas del enclave. Algunos elementos singulares se conservan en madera, y otros con ventanucos de escotillas recuperados de antiguas embarcaciones.

Las aguas pluviales pasan a evacuarse directamente al mar, y el antiguo aljibe, con la característica bóveda de archete, se rescata para el visitante como elemento arquitectónico singular.

Ahora el Cabildo pide protección no sólo para el edificio, sino que delimita la pequeña península o espigon rocoso, conocido como Puntagrande, formación geológica frecuente en la isla, para la integración del inmueble objeto de esta incoación en su entorno natural, que queda definido en la propia formación geológica sobre la que se asienta.

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