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Retrato del poder en España (con Aznar de fondo)

Ignacio Escolar

Texto publicado en nuestra revista monográfica en papel sobre Miguel Blesa: 'Retrato del poder' | Puntos de venta

“El éxito o el fracaso de los empresarios o los emprendedores debe estar ligado a su talento y a la competencia, y no a la arbitrariedad ni al capricho de nadie. No se debe privatizar sin liberalizar, porque la privatización sin liberalización puede conducir a un capitalismo de amigos”.

–José María Aznar. 13 de octubre de 2010, durante una conferencia.

Miguel Blesa fue un mal estudiante con muy buena suerte. No aprobó a la primera la oposición para inspector de Hacienda y, gracias al suspenso, consiguió la plaza de su vida: la amistad de José María Aznar, al que conoció en la academia donde se matriculó para intentarlo por segunda vez. Aznar sólo tiene dos amigos de verdad: Miguel Blesa y Juan Villalonga; “todos los demás son como mucho conocidos”, aseguran desde el Partido Popular.

En 1996, cuando Aznar ganó las elecciones, su cuadrilla de amigos ganó también con él. A Villalonga, su compañero de pupitre en el colegio de El Pilar de Madrid, la victoria del PP le puso al frente de la primera empresa española, Telefónica. Y a Blesa, su compañero de estudios durante la oposición, le tocó en suerte Caja Madrid. ¿El “talento y la competencia” de Blesa para ese puesto? Desconocidos.

Blesa llevaba entonces una gestoría que, entre otras cosas, le hacía la declaración de la renta a su amigo Aznar. La primera vez que Blesa trabajó en un banco o en una caja fue en septiembre de 1996, cuando fue nombrado por el PP consejero de Caja Madrid (y también consejero de Antena 3). En menos de dos meses, ya sabía todo lo necesario del sector financiero como para presidir la segunda mayor caja del país. ¿Su único mérito? La amistad de su fiel compañero de oposición.

“Se nos acusa de haber puesto al frente de las empresas que en su momento estaban participadas por capital público a gestores de confianza. En relación con esto se oyen a veces afirmaciones bastante necias. No conozco a ningún Gobierno en el mundo que tenga que nombrar a gestores de empresas y nombre a personas en las que no confía”.

–José María Aznar. 4 de marzo de 2000, en una entrevista en el diario Expansión.

Esta historia empieza en 1996, con el favor de un amigo, y acaba en junio de 2012 con la intervención financiera de España tras la quiebra de Bankia. De epílogo, el drama tiene un opúsculo aún más trágico: ver al juez que se atrevió a procesar a Miguel Blesa sentado en el banquillo de los acusados. El mundo al revés. “Las crisis económicas y sociales no surgen de la nada”, decía también Aznar y en esto tiene razón. La crisis no surgió de la nada y una parte importante del auge y la caída del “milagro” económico español se explica en parte desde ese despacho en lo más alto de una de las torres gemelas de plaza de Castilla, en la sede de Caja Madrid, donde Miguel Blesa reinó durante 13 años con un poder tan arbitrario como absoluto.

Blesa ganó 20 millones de euros durante los últimos ocho años que presidió la caja; un trabajador con el sueldo medio en España –1.639 euros al mes– necesitaría 1.016 años de salario para alcanzar una fortuna así. Es un sueldo astronómico, que hace innecesarias la mordida o la comisión porque los caballeros vestidos con traje a medida y camisa de cuello blanco con sus iniciales bordadas a mano no necesitan mancharse las manos con enjuagues cutres, con nada que no sea en apariencia perfectamente legal.

A este sueldo hay que sumar todas las prebendas de las que disfrutaba por ser vos quien sois: un coche de medio millón de euros que después calificaría como “incómodo”; unos viajes en clase “consejero de Iberia” donde la propia plantilla de la aerolínea se ocupaba de gestionar el protocolo VIP; unos vinos de más de 600 euros la botella; unos consejos en hoteles de lujo; una mansión en Miami para uso y disfrute de los ejecutivos de la caja... Todo, por supuesto, pagado por Caja Madrid.

Con todo, el botín es ridículo comparado con el agujero que Miguel Blesa dejó tras él. Caja Madrid nació en 1702 y había sobrevivido a la invasión napoleónica, a las guerras carlistas, a la Guerra Civil y a la dictadura, pero no aguantó el paso por su presidencia de Miguel Blesa y Rodrigo Rato. Durante más de tres siglos, Caja Madrid financió con sus beneficios la obra social. No era poco dinero. Entre todas las cajas, antes del colapso, sumaban casi tantos fondos para la obra social como la primera fundación benéfica del mundo, la Bill and Melinda Gates Foundation. Es un patrimonio que era de todos, y que, aunque la crisis termine algún día, ya nunca más volverá.

Todos somos hoy afectados de lo que sucedió en Caja Madrid. Todos, no sólo los preferentistas que perdieron gran parte de sus ahorros en una inversión que se les vendió como segura. Nuestros hijos, nuestros nietos, también pagarán por lo que allí pasó, porque la herencia de Caja Madrid pesará durante décadas en nuestra deuda pública y, por tanto, en nuestro bienestar. El dinero que el Gobierno empleó en sanear las cajas quebradas sale de los recortes de la sanidad, de la educación, de las ayudas a la dependencia o de las pensiones. Es el resultado del capitalismo de los amiguetes de Aznar.

Por eso es tan importante la figura de Miguel Blesa, tanto como para dedicarle uno de nuestros números monográficos de Cuadernos. Pocas veces una redacción tiene acceso a un material periodístico tan extenso y detallado como los correos de Blesa. Es el testimonio de una época. Los correos son la caja negra de la catástrofe que llegó después. Gran parte de la información que contiene este número no es exclusiva, ya ha sido publicada en nuestra web. Pero el papel se queda y hay temas en los que merece la pena profundizar y leer con atención. Al igual que los cables desvelados por Wikileaks cartografiaron las cloacas de la realpolitik internacional, los correos de Blesa permiten entender qué pasaba tras las bambalinas del poder económico y político español.

La información de los correos electrónicos que investigó el juez Elpidio José Silvia llegaron a eldiario.es a través de una fuente anónima, derivada por la Comisión Anticorrupción del Partido X. Gracias a esa fuente, hemos podido reconstruir gran parte de la verdadera historia de lo que pasó en ese despacho desde el que Blesa dominaba la caja.

Los correos permiten entender cómo se gestionó la cuarta entidad financiera del país. Es un retrato del poder en España, de su ejercicio y de su impunidad. De la hipocresía de unos gobernantes supuestamente “liberales”, que en público recetan meritocracia, critican el intervencionismo y dan lecciones sobre la ejemplaridad y la austeridad, mientras en privado abusan de los recursos públicos, gestionan enchufes y se reparten los beneficios y las prebendas del poder. Es el capitalismo de amiguetes de la derecha, esos buenos gestores. Y también la miseria de una oposición –el PSOE, IU y los sindicatos UGT y CCOO– que participaba en el juego a cambio de las migajas, de un “plato de consejo”, de un buen sueldo, de unas vacaciones de lujo o de una tarjeta de crédito “black a efectos fiscales”.

“Siempre he tenido y tengo una amistad personal con el señor Blesa, siempre le he tenido y le tengo por persona capaz y competente. Como cualquier persona en el ejercicio de una actividad puede tener aciertos y puede tener errores, pero yo no he visto en ningún caso, en ningún momento, en ningún sitio, que haya sido acusado de cometer ningún delito”.

–José María Aznar, entrevista en Antena 3 el 21 de mayo de 2013.

Los correos no sólo revelan errores ruinosos, enchufes y arbitrariedad. También hay material más que suficiente para una investigación penal, por mucho que Aznar o la Fiscalía no los quiera ver. ¿Blesa, acusado? Claro que sí, aunque al expresidente no le gusta mirar. Aún sigue imputado por la compra de un banco en Miami que, además de resultar ruinosa, se saltó todos los protocolos.

Los argumentos que da hoy la Fiscalía –convertida, al igual que con la infanta Cristina, en el abogado defensor del poder– para anular los correos en defensa de la “intimidad” de Miguel Blesa son indignantes. No son correos personales. Fueron enviados desde la cuenta corporativa del presidente de Caja Madrid, un buzón que –según las propias normas internas de la caja– no podía ser usado para cuestiones privadas. Y la información que publicamos –que no son todos los correos– tiene un interés informativo más que evidente, por mucho que la Fiscalía esté más preocupada por perseguir la filtración que por aclarar lo que pasó en Caja Madrid.

“Con los pelos que se ha dejado por ti, y han sido muchos, me parece impresentable lo que has hecho o no has hecho. No se merecía esta decepción”.

–José María Aznar Jr., en un SMS a Miguel Blesa el 16 de junio de 2009.

Los correos no están completos. No aparecen registrados los 13 años que Blesa pasó al frente de Caja Madrid. Son suficientes para cartografiar lo que pasó en la caja, pero dejan una gran pregunta. Si hasta el hijo treintañero de Aznar se veía en 2009 con la autoridad suficiente como para reprochar al presidente de la cuarta entidad financiera del país, con el mismo tono que emplearía con un mayordomo de la casa, su “impresentable” comportamiento por haber negado un favor a su papá, ¿cómo eran las órdenes que daba Aznar cuando vivía en La Moncloa y Blesa sabía que su fortuna al completo dependía completamente de su voluntad? “Despolitizar las cajas”, decía el PP en su programa electoral.

“Un jubilado que cobra pensión no es un ignorante financiero”.

-Miguel Blesa, hace unas horas en la Audiencia Nacional.

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