Democratizar Europa: por unas listas transnacionales

Europa ha vuelto. Al estallar la crisis, muchos la daban por herida de muerte, casi moribunda. Sin embargo, diez años más tarde no solo no ha muerto sino que la coyuntura política le ha vuelto a dar alas. Más concretamente, los efectos Trump y Brexit, y los terribles atentados en Barcelona, Bruselas y París, han resucitado el proyecto europeo. Por un lado, al salir del Acuerdo climático de París, Trump vuelve a poner en bandeja a la Unión Europea su liderazgo climático. Por otro lado, el Brexit, mientras refuerza la dinámica de “Reino Desunido”, actúa como catalizador y nexo de unión para una Europa política por fin liberada del constante freno británico. Y mientras tanto, los atentados yihadistas no hace sino reforzar la solidaridad y conciencia europeas frente al terror.

Pero, ¿qué Europa ha vuelto? ¿La que promueve contra viento y marea el TTIP y CETA, o la que se moviliza por todo el continente a favor la transparencia y de otro comercio? ¿La que en petit comité humilla a Grecia o la que propone una seguridad social europea? ¿La que salva vidas en el Mediterráneo o la que subcontrata a Turquía sus fronteras? La respuesta es a la vez simple y compleja: todas a la vez.

Ahora bien, los dos años que vienen van a ser cruciales para determinar qué ideas saldrán victoriosas en esta batalla cultural y política por Europa. De hecho, con el cierre del ciclo electoral alemán a finales de septiembre, la previsible victoria de Merkel y su tándem proeuropeo con Macron, así como los fracasos relativos de la extrema derecha en Francia, Austria y Holanda, se abre una ventana de oportunidad para reformar la Unión Europea de aquí a 2019. Y la dirección de su reforma dependerá de nuestra capacidad de movilizar a todas las personas y organizaciones que luchan por una Europa más ecológica, solidaria y democrática.

En este contexto y para que la reforma reconecte ciudadanía y proyecto europeo, es el momento de profundizar la democracia europea y europeizar la democracia. Para ello, demos un salto hacia la concreción explícita del “demos europeo”, es decir hacia la capacidad del pueblo europeo de expresar en toda su diversidad preferencias políticas transfronterizas. Traslademos al espacio electoral lo que ya existe de facto en la opinión pública: la europeización del debate. Ya sea con el TTIP y el CETA, la crisis de las políticas migratorias, la amenaza terrorista o el auge de la extrema derecha, los debates, las movilizaciones y las ideas ya han dejado de ser solo nacionales para compartirse y estructurarse también a nivel continental.

Es por tanto el momento de actualizar Europa apostando de forma decidida por listas transnacionales para las elecciones al Parlamento Europeo de 2019. Es una herramienta fundamental para crear una verdadera elección y debate paneuropeos. Es central para reconocer la doble legitimidad de la UE: de los pueblos europeos y del pueblo europeo. Es esencial para reforzar la comunidad de destino entre ciudadanos europeos, el sentimiento de euro-pertenencia y por tanto posibilitar una mayor solidaridad y redistribución de riqueza no solo a nivel nacional sino también a nivel europeo. Esta innovación sin precedente pondría también al Parlamento Europeo, única institución elegida directamente por la ciudadanía europea, en el centro de la política europea frente al constante obstáculo de los Estados Miembros.

Estamos en un momento estratégico y crucial para situar esta demanda —histórica de parte de Los Verdes europeos— en el centro del debate. Más si cabe tras la ventana abierta por la reciente propuesta de Macron de reciclar parte de los 73 escaños del Reino Unido para convertirlos en eurodiputados elegidos por todos los votantes registrados en la UE.

A partir del debate sobre el Estado de la Unión, hagamos de esta propuesta una de las abanderadas de una Europa más democrática y ciudadana.