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Espacio para la reflexión y el análisis a cargo de parlamentarios europeos españoles.

Rajoy, el bulldog de la Sra. Merkel

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y la canciller alemana, Angela Merkel. / Efe

Marina Albiol

Hace tiempo que Rajoy ya no sorprende a nadie y esto realmente es alarmante, que sus salidas de tono, sus posiciones arrogantes e inflexibles y su falta de cintura política ya no creen estupor es consecuencia de haber convertido en normal aquello que no debería tener cabida cuando hablamos de relaciones internacionales. Y en la reunión del Consejo Europeo de esta semana no defraudó y adoptó la postura más intransigente respecto al nuevo Gobierno de Grecia. Todo según lo esperado. Sin sorpresas.

No sé si la expresión sería ser más merkelista que Merkel, o quizá sea mejor utilizar el término merkeliano, que tiene una connotación más servil, pero el caso es que ayer, mientras todas las partes se esforzaban en al menos hacer creer que un acuerdo es posible, nuestro presidente se lanzaba a la yugular de Tsipras exigiendo el pago de la deuda en los términos pactados con el anterior Gobierno heleno. No sabemos si es que no le pasaron el argumentario sus colegas europeos o que esto formaba parte del guión y la canciller alemana utiliza a Mariano Rajoy como perro de presa y lo lanza al ataque, mientras el resto de mandatarios actúan de manera mucho más templada.

Ahora bien, ya sea de forma abrupta o con aparente espíritu de consenso, el mensaje que están lanzando los diferentes dirigentes europeos es un claro desprecio a la democracia cuando los elegidos por el pueblo para gobernar no son sus amigos, al intentar que el Gobierno de Syriza continúe aceptando las medidas de la troika que han perdido en las urnas griegas.

“Que fastidio esto de que los griegos no sepan votar bien”, deben decirse los unos a los otros en la intimidad de estas reuniones europeas, y como a los niños, cuando los pueblos se portan mal, hay que castigarlos. Y ahora toca castigar a Grecia, toca castigar a los que han apostado por la izquierda, dar un escarmiento a un pueblo que se ha atrevido a desafiar a los poderosos y poner la dignidad y la vida de las personas por encima de los cálculos macroeconómicos.

Subir el salario mínimo, asegurar luz a quien no puede pagar la factura, garantizar el acceso universal a la sanidad, en definitiva, un programa para atajar la situación de emergencia social que vive Grecia, son  algunas de las medidas que está tomando el Gobierno de Tsipras en estas primeras semanas de andadura. Por eso resulta aún más indignante la postura de un presidente de un Estado como el español, donde siete millones de personas sufren pobreza energética, o donde hay un 36,3% de pobreza infantil.

Y más cuando para ladrar a Tsipras se utiliza la mentira y la manipulación, haciendo creer que de los bolsillos de los españoles y españolas salieron 26.000 millones de euros que fueron a parar a las arcas griegas y que ahora no nos quieren devolver. Intenta enfrentar a dos pueblos que sufren. Pero lo cierto es que el dinero no nos lo quitaron de nuestras pensiones o de nuestra sanidad. La mayoría, 19.000 millones, los prestaron entidades privadas con el único objetivo de hacer negocio. Eso sí, el Estado español actúa como avalista.

Pero flaco favor nos está haciendo Rajoy al exigir a Grecia que cumpla con las imposiciones de la troika, o de las Instituciones que llaman ahora, pero que continúan siendo tan antidemocráticas como antes. Porque lo cierto es que si Grecia saliera triunfante de este desafío sería una muy buena noticia para un Estado como el nuestro, que sufre las políticas de la austeridad, esas que han permitido rescatar bancos con dinero público mientras obligaban a hacer recortes en sanidad y condenar a doce personas al día a muerte por no pagar los tratamientos para enfermos de hepatitis C. Si Grecia consigue quitarse el yugo, se demostraría que nosotros también podríamos. Pero claro, para eso primero necesitamos dejar de tener este presidente merkeliano y que los ciudadanos y ciudadanas den un paso al frente, o mejor dicho, a la izquierda.

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