Think Bask, quiere ser una red de pensamiento analítico donde aquellas personas que generan conocimiento en nuestra sociedad, como universidad, investigadores sociales, analistas, fundaciones, ONG’s, sindicatos, partidos políticos, blogs, etc... tengan un cauce de expresión y un lugar de encuentro. En este espacio caben todas las opiniones y el debate es bienvenido.
Los negociadores
El lehendakari Urkullu ha visitado en Nueva York a Richard Armstrong, director de la Fundación Guggenheim. Lo ha hecho para marcar la posición de las instituciones vascas ante la renovación de los convenios del Museo Guggenheim Bilbao. La negociación debe estar resuelta antes de acabar 2014. Hay tiempo y quizás por eso la primera relación ha sido de cortesía: las dos partes se felicitan del éxito del museo y se pronuncian por la renovación. Nadie piensa en otra posibilidad.
Urkullu, después de los parabienes y para justificar que aquella había sido una reunión de cortesía “pero con contenidos”, recordó que no estamos en 1991 y que el acuerdo deberá “readecuarse” a los tiempos actuales. Apuntó también que el museo bilbaíno ha demostrado “no ser flor de un solo día” y que su trayectoria pasada avala otro futuro prometedor. En tercer lugar, con similar sutileza, habló de “un compromiso que redunde en un mayor nivel cultural de la sociedad vasca en su conjunto”.
No está mal; tampoco hay que demandarle una agitación inusitada a este calmo varón. Los tres apuntes pueden ser la base para un programa negociador adecuado: 1. Que no estamos en la posición subalterna de hace un cuarto de siglo, que no tragaremos con todo lo que proponga Nueva York, que no tenemos por qué repetir la posición de compradores de marca de hace años y que no vamos a ser tan generosos como antaño en el alquiler de la franquicia y en el pago de los desvelos directivos de los norteamericanos (porque hay que volver a pagar varios millones de euros, cosa que se obvia demasiado a menudo); 2. Que el éxito de Bilbao es el éxito de Guggenheim –es más, es casi el único éxito de la marca en este tiempo tras Venecia, Berlín, Las Vegas, Guadalajara (México), Soho (Nueva York), Vilna (Lituania), Helsinki e incluso el retrasado Abu Dhabi- y que algo tendrá que ver el particular contexto financiero, económico, regional y europeo en ello. En todo caso, que si uno y otro se benefician mutuamente, con ese criterio habrá que encarar la negociación y el futuro del museo bilbaíno y de la marca de gestión artístico-cultural; y 3. Que la sociedad y la cultura vascas son también objetivo del museo, más allá de la tripleta economía-regeneración urbanística-cultura. No está mal.
Fue el lehendakari representando en solitario a su Gobierno mientras que la otra parte vasca, la Diputación vizcaína, llevó a su presidente y a la responsable del área cultural (Bilbao y Ariztondo, respectivamente). El rastro que dejaron estos dos fue solo de fervor, de adhesión inquebrantable y de cuanto más Guggenheim en el territorio, mejor. Para fortalecer ese ánimo algún medio ha rescatado el informe de repercusión económica del Guggenheim presentado por la diputada de Cultura justo antes del verano. Todo extraordinario, cada duro multiplicado por muchos y todo y todos en sin igual satisfacción. ¿Por qué ese empeño en convencer de lo que nadie pone en duda y ese mirar para otro lado en lo que sí que se pide de más?
Esta segunda es una manera extraña de encarar la negociación. El señor Armstrong, discreto e inteligente, sonreirá por dentro. Si el resto de los mortales no hemos entendido mal, se trata de tener Guggenheim en Bilbao al mejor precio de alquiler, con las mejores condiciones de explotación del éxito, en incremento de autonomía gestora y capacidad de proyección del museo de la Ría, con el beneficio de una función proactiva y protagonista en lo que puede ser en un futuro una Red Guggenheim. Por lo menos, eso. Luego, si decimos de antemano que estamos en el nirvana, más que satisfechos y que lo que pagamos es poco en relación a lo mucho que sacamos, ¿con qué nos va a venir el americano, que no es un filántropo sino un gestor de recursos (culturales) que quiere cobrar cuanto más mejor, tenerte a su disposición, asegurarse un socio silente y buen pagador, y que atempere las demandas de mayor autonomía de sus autóctonos?
Hace años, cuando se hablaba de abrir un Guggenheim en Bilbao, las negociaciones se hicieron de tal manera que el abogado español que contrataron los americanos acabó dimitiendo porque no encontraba enfrente contraparte alguna: tal era nuestra generosidad que nunca tuvo claro si había dos partes. Ahora sí que las hay, y si el agente doble Vidarte o el fervor de los mandatarios de la Diputación vizcaína lo olvidan o lo obvian, está el dictamen parlamentario para recordárselo: se trata de negociar con el objetivo de mantener la marca en Bilbao, pero de hacerlo al menor costo posible y con las mayores ventajas, incluidas la negociación de elementos nuevos que den al museo vasco mayor capacidad, protagonismo, autonomía y proyección, tras haber demostrado, como dice muy bien el lehendakari, que la aventura bilbaína no ha sido flor de un día.
Vamos, que aquello que proféticamente dijo Joseba Arregi hace unos pocos años y que todos tomamos por bilbainada, es así, y que tal espíritu debiera ilustrar el punto de partida de los negociadores de la parte vasca: “Bilbao aporta hoy más a Guggenheim que al contrario”. Y si no lo ven de ese modo… que se ahorren el abogado.
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