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“La adicción a la Benzodiacepina es la epidemia oculta de occidente”

Bendioazepinas

Eduardo Azumendi

“Es la gran adicción oculta. Muy cerca de la adicción al alcohol o el tabaco.  Cuando se prescribe, el facultativo lo hace con la mejor intención, pero su efecto es tan inmediato en una persona angustiada que se convierte en un fármaco mágico y  si no eres fuerte, te engancha”. Así lo ha advertido  Wenceslao Peñate, psicólogo y profesor en la Universidad de La Laguna, durante el curso sobre la ‘Depresión, Diagnóstico y Tratamiento’ celebrado estos días dentro de los Cursos de Verano de la Universidad del País Vasco.

Las benzodiazepinas son medicamentos psicotrópicos (es decir, actúan sobre el sistema nervioso central) con efectos sedantes, hipnóticos, ansiolíticos, anticonvulsivos, amnésicos y miorrelajantes. Por ello se usan las benzodiazepinas en medicina para la terapia de la ansiedad, insomnio y otros estados afectivos. “Hay estudios a nivel europeo que indican que su consumo es injustificadamente elevado”, añade y precisa que “posiblemente exista un mercado  paralelo, pero los facultativos son muy prudentes en su administración”.

Tener emociones “aunque sean negativas, está bien. Es la manera de acomodarnos al ambiente.”  El problema nace cuando esas emociones son excesivas, nos inundan y nos dominan. “Una cierta proporción entre los motivos para angustiarnos y nuestra angustia es congruente. Es una señal de la importancia de la vivencia, pero lo que no tiene sentido es que pequeños hechos cotidianos nos provoquen grandes sobresaltos”.

Hay personas que llegan a truncar sus emociones ante cualquier hecho. Se trata de gente que siempre está esperando lo peor en la vida cotidiana. Según el profesor, “existen sentimientos connaturales pero otros son aprendidos”. “Los biologistas  dicen que estamos preparados para tener ciertas emociones, las emociones primarias como el miedo, la tristeza, la alegría, la rabia o la ira. Son emociones instintivas”. Las secundarias como el desánimo, el pesimismo  o el desamparo, están construidas por el ser humano. Para Peñate, estas emociones secundarias  son  las que pueden llegar a ser dañinas y  están ligadas al proceso de socialización, la familia y el entorno. “Todos estamos equipados con miedo o tristeza, con alegría o ira, algunos dicen que hasta con asco, pero el resto de las emociones están construidas por nosotros”

Tenemos varios mecanismos de control pero en general, los “más humanos”, son los más dañinos. Uno de ellos es la supresión, es decir negar lo que me hace daño. “Es la base de los psicofármacos que hacen desaparecer los síntomas  en un proceso contra-natura. Para momentos críticos puede valer, pero a las personas que tienden a esa negatividad, el uso de psicofármacos es una estrategia dañina porque le impide  manejarse adecuadamente y el único esfuerzo que pide es tomar una píldora con un vaso de agua”. Pero cuanto más se niega el sentimiento, más presente lo tenemos. “No enseñamos a nuestra mente a procesar la situación”

Otra estrategia “muy humana” y la más dañina es el rumiar, el dar continuamente vueltas a un pensamiento. Estar continuamente planteándose preguntas o porqués. “Es un esfuerzo baldío y consigue que estemos peor”

Estrategias

El profesor planteó varias estrategias de regulación. La primera expresar sencillamente la emoción,decir como te sientes. En muchos casos sólo por hacerlo ordenamos nuestros pensamientos, los normalizamos y asimilamos. Es más, nos damos cuenta que tampoco era tan transcendente ni tan grave la situación. Por eso es tan importante que en las situaciones cotidianas, las personas que conviven en cierta intimidad, sepan escuchar”.

La segunda estrategia es la reevaluación. El proceso consiste en identificar las razones por las que nos sentimos mal. “Por qué  nos han hablado mal, por qué  nos han mirado mal o sencillamente no nos han saludado. Se trata de analizar si se ha dado alguna circunstancia que desconocemos y pueda explicarlo. Usualmente nos solemos quedar con la explicación más negativa. Es por eso que se hace necesario buscar una explicación alternativa que no sea tan dañina para uno mismo. Frecuentemente no tenemos pruebas que corroboren la versión negativa o la alternativa de los hechos, y frecuentemente elegimos la elección negativa, la más dañina”.

La clave de la reevaluación es: según interpretemos la realidad, nos sentiremos de un modo u otro. “Si un hecho tiene dos explicaciones para ti y una es protectora, ¿porqué eliges la que no lo es?

Una tercera estrategia más compleja es la aceptación. Ante un proceso de duelo,  por ejemplo, la persona puede llegar a fusionarse con ese duelo . “Fusionarse con una emoción, prácticamente convertirse en la emoción. Yo soy el fracaso. Es necesario poner un poco de distancia y asumiendo la frustración, preguntarse si hay algo peor que la propia frustración. Voy a aceptar que me están yendo mal algunas cosas, que me provoca rabia, pero no soy sólo la rabia.La aceptación, no es resignación. Podemos tener motivos para sentir esa frustración, pero somos algo más que esa frustración.

Es necesario aprender a vivir con emociones negativas A través de la aceptación enseñamos a convivir con las emociones negativas, pero sin que esas emociones negativas dirijan nuestra vida“.

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