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“Aplicar más autoridad y disciplina a los menores conflictivos no es de fachas”

El antropólogo social, Jesús Prieto.

Eduardo Azumendi

Jesús Prieto, antropólogo social y profesor, tiene muy claro que “tomar medidas más severas con los chavales más conflictivos no es de dictadores”. Y lo dice en referencia a los últimos sucesos vividos en Bilbao, donde se han visto implicados hasta cuatro menores en tres asesinatos. En su opinión, “los adolescentes están pidiendo normas”, pero nadie se las da. “Ha faltado severidad y más control con algunos menores conflictivos”, advierte.

¿Qué ha fallado en la sociedad para que dos niños de 14 años se conviertan en unos asesinos?

Se están haciendo lecturas apocalípticas y hay que matizar. Que algo ha fallado es evidente, pero la apocalípsis es para las víctimas y sus familias. Hasta ahora, en Euskadi se ha sabido gestionar a este tipo de jóvenes. Tenían una serie de faltas o pequeños delitos, como robar un móvil o dar un tirón para robar un bolso. El salto cualitativo es que se ha producido un atraco con muertos y ensañamiento. En 2006 hice una investigación en Madrid sobre bandas latinas, en los barrios y pueblos más deprimidos. Cuando te enfrentas a la realidad de aquellos jóvenes en una ciudad como Madrid, con gran dificultad en la gestión policial, judicial, de servicios sociales…lo que hemos vivido en Euskadi es nimio, salvo para las víctimas. Si se conocen esas realidades hablaríamos de manera muy diferente respecto a lo ocurrido en Euskadi. Desde hace muchos años vivimos en lo que se conoce como una sociedad posmoderna, donde la educación se deposita exclusivamente en manos de la escuela.

Es decir, que se nos ha olvidado de que es la sociedad entera la que educa.

Cuando yo era pequeño y hacía algo mal en la calle alguien me tiraba de la oreja, me increpaba…Todo el mundo me llamaba la atención. Pero ahora depositamos en la escuela la educación sexual, ética, de convivencia, valores, religiosa, ciudadana, vial….No educa la escuela solamente, educa el conjunto de la sociedad. Y en ese sentido hacemos muy poca pedagogía social. Cuando estos chavales desde pequeños rompían una farola en un parque nadie les decía nada y si alguien osaba decirles algo otra persona le decía a su vez: ‘chico, no te metas, que autoritario eres’. Se ha perdido el sentido de hacer pedagogía social. Si dices algo a un niño que ha hecho algo mal su padre te reprende. Salimos del franquismo y aquello nos dejó muchísimas heridas. Y una de ellas es que tenemos un concepto de autoridad, respeto, norma y reglas muy asociado al autoritarismo. Y autoridad y normas no es autoritarismo, no es ausencia de democracia. La ciudadanía se aprende ejerciéndola, pero se aprende dentro de un contexto. Ese sentimiento de que todos somos educadores se ha perdido.

Muchos profesores tienen miedo a reprender a los alumnos.

Me consta que así es. Los padres interpretan que reprender o reeducar a su hijo es algo autoritario y montan la barrila. Los educadores de los centros de menores viven acojonados. Y un educador que tiene que transmitir valores no puede vivir asustado. Hemos generado en determinados jóvenes, en una minoría, esa sensación de impunidad. Crecen sabiendo que lo que hacen no tiene castigo. Parece que lo progresista es conceder una libertad mal entendida. Los adolescentes están pidiendo normas, pero no se las damos.

Los padres no pueden exigir a la escuela o al resto de la sociedad lo que ellos no hacen con sus hijos.

La primera responsabilidad empieza en casa, pero es que muchas familias delegan toda la responsabilidad en la escuela y no ejercen su papel de educadores. Vivimos en una sociedad hedonista, que adora la juventud, la belleza, la rapidez, que los niños no se traumaticen con suspensos….Pues la mejor herramienta que puede encontrar un adolescente para superarse es suspender, recibir una bronca para que mejore. Pero eso no se entiende, se interpreta como un trauma para los niños.

Llegados a este punto, ¿Qué se puede hacer con cuatro niños que han asesinado a un matrimonio de ancianos y a un hombre de 40 años para robarles?

Repito que se trata de casos excepcionales. Solo un 20% de los chavales que pasan por correccionales o centros de menores son reincidentes y de este porcentaje uno mucho más pequeño es refractario a todo. Ese es el problema porque esos chavales crecen en la impunidad, creen que sus actos no tienen consecuencias y así lo dicen. Se enfrentan con los educadores sociales, con los profesores. Para esos jóvenes nuestro régimen jurídico y de internamiento resulta escaso. Sería necesario ser más efectivos, más tajantes. Esa sensación de impunidad no se ha impedido y hay que reflexionar sobre eso. Sin pedir la horca o la pena de muerte, se deben estructurar medidas más severas porque estos jóvenes necesitan mayor control.

Una de las claves de los últimos sucesos es qué tipo de seguimiento han hecho las instituciones de estos chavales.

Algo ha fallado y quizás más severidad en el control, en el seguimiento y una colleja habría ayudado. Un análisis sereno demostrará que hemos sido muy condescendientes en algunos momentos de la cadena y ha faltado severidad en los regímenes de internamiento. En muchas ocasiones faltan recursos y los educadores se encuentran atados de pies y manos en los centros de internamiento, les estamos privando de medios para contener a los chavales.

¿Ninguna institución puede cambiar eso?

Es políticamente incorrecto. Determinados sectores van a salir tachándote de facha. Un amigo filósofo suele decir que uno de los grandes errores en este país ha sido decir en el mundo educativo que la motivación es de izquierdas y la disciplina de derechas. ¿Sabes lo que cuesta a un profesor explicar en una reunión de familias que los padres no tienen que ser colegas de sus hijos, solo padres? Hay determinados padres, determinados docentes, un determinado sector político que han dimitido de su función educadora. La dirección que está tomando la sociedad es peligrosa. Tomar medidas más severas con los chavales más conflictivos no es de dictadores, sino que es reforzar la ciudadanía y la democracia. De lo contrario, si hay laxitud social hay determinados discursos populistas que pueden terminar imponiéndose.

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