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Arranca la carrera a Ajuria Enea con Urkullu como claro favorito y la oposición denunciando la mala gestión

Una joven ondea una ikurriña en el mitin de apertura de campaña de EH Bildu en la Plaza de España de Vitoria

Iker Rioja Andueza

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Cuenta el CIS que dos tercios de la ciudadanía vasca tiene poco o ningún interés en las elecciones del 12 de julio, el segundo intento tras la frustrada cita del 5 de abril que el Sars-Cov-2 se llevó por delante. En el debate público copan más espacio los nuevos planes que permite la desescalada -y los que no- que los mensajes de los políticos en un momento crucial desde el punto de vista sanitario, económico y social o que el R0 bordee el 1 en Euskadi. La campaña que ha arrancado en la noche de este jueves será extraña.

Y no solamente por la fecha (en España no había urnas estivales desde el reinado de Isabel II). Los candidatos buscan cercanía guardando las distancias y que les reconozcan cubriéndose con mascarillas. Un pecado para un político -lavarse las manos- ha pasado a ser una obligación. Los saludos con el codo son el sustitutivo ideal de los abrazos y sonrisas forzadas de cada uno de los mítines. En Euskadi ya se puede pedir el voto abiertamente de cara a unos comicios en los que el PNV de Iñigo Urkullu parte como claro favorito para seguir en Ajuria Enea. Roza con la punta de sus dedos la mayoría absoluta si reedita su coalición con el PSE-EE de Idoia Mendia.

Urkullu -que afrontar una tercera legislatura y que ha querido escenificar un arranque institucional y no solamente de partido- se ha llevado el montaje inicial de Vitoria a Gernika. “Cuando el PNV hace algo en Gernika es porque pasa algo importante, algo solemne. El PNV quiere mandar un mensaje especial”, ha razonado el líder nacionalista, Andoni Ortuzar. El “mensaje especial” es que, a mayor autogobierno, mejor Sanidad y economía. “Construcción nacional”, ha prometido el candidato Urkullu. Pero “cultura del pacto”, le ha replicado el lehendakari Urkullu. Ha terminado rubricando sus compromisos con los electores con una adaptación de la fórmula de juramento de los lehendakaris: “Eusko Lur gainean zutunik, Gernikako Zuhaizpean” ('En pie sobre tierra vasca y bajo el árbol de Gernika').

A la oposición solamente le queda denunciar la mala gestión. “El cambio se llama EH Bildu”, le ha contraprogramado Maddalen Iriarte, candidata de la coalición de la izquierda abertzale. Su campaña la ha iniciado en Vitoria, en la Plaza de España... pero ondeando ikurriñas. Iriarte ha recordado que, además de la pandemia, en los últimos cuatro años han ocurrido más cosas en Euskadi. Las ha enumerado: 'caso De Miguel' -condena por corrupción a exdirigentes del PNV de Álava-, 'caso Alonsotegi' -en Bizkaia- y las oposiciones de Osakidetza -se investigan las filtraciones de exámenes en las especialidades médicas-. La candidata ha citado a Jon Darpón, consejero de Salud de Urkullu que perdió el cargo en 2019 por el asunto de la OPE. , ha implorado Iriarte.

Según la encuesta de Celeste-Tel para eldiario.es en Euskadi, más de un 40% de la sociedad considera que el Gobierno de Urkullu ha gestionado mal estos casos. También Zaldibar, donde dos trabajadores siguen sepultados meses después. Según el CIS, por el contrario, la ciudadanía valora con alta nota al lehendakari. El candidato de la nueva coalición de PP y Ciudadanos -para quien todo lo que no sea desplomarse será un éxito- también ha mencionado estos casos y a Darpón. PP+Cs ha abierto su carrera electoral en un hotel de Vitoria.

No lejos de allí, en el palacio de congresos Europa, la otra candidata que llegó a última hora a su posición, Miren Gorrotxategi (Elkarrekin Podemos-IU), insistía en un tripartito de izquierdas con EH Bildu y PSE-EE que solamente ella defiende en el escenario político vasco. “Nos encontramos ante la posibilidad real de que Euskadi amanezca con más esperanza el próximo 13 de julio. Estamos ante la posibilidad de dibujar una Euskadi mejor para la gente. Esta vez sí podemos llevar a cabo políticas desde donde hay que hacerlo. El Gobierno vasco. Sí se puede”, ha solemnizado recuperando el grito de guerra del partido morado. Y qué mejor para reforzar la idea de la coalición progresista que los ministros de la coalición progresista. Pablo Iglesias y Alberto Garzón compartirán visita el 6 de julio. Antes, el 2 de julio, vendrá a Euskadi Irene Montero. Después, el 8, Yolanda Díaz completará las visitas.

El giro obrerista de Vox

Y la parte socialista del Gobierno central no se va a quedar atrás. Pedro Sánchez está ya anunciado para el domingo en Donostia y el desembarco de ministros lo ha iniciado Carmen Calvo en Bilbao, a la que seguirán Fernando Grande-Marlaska -vizcaíno- y otros. El PSE-EE es la izquierda “responsable”, la izquierda “fiable”, han argumentado desde los tinglados (“cobertizo rudimentario para resguardar de la intemperie algo o a alguien”) del Arenal en Bilbao ante unas elecciones que encaran con optimismo y con posibilidad de crecer en los tres territorios. Más modesta será la campaña de Equo Berdeak. Desgajados de Elkarrekin Podemos, la aventura en solitario parece complicada, aunque la Junta Electoral ha reservado hueco en los medios de comunicación público a su candidato, José Ramón Becerra.

Quien parece totalmente fuera de juego es Vox. Salvo sorpresas, ningún sondeo pronostica una irrupción en las instituciones vascas. Santiago Abascal, natural de Amurrio, no parece profeta en su tierra y eso que el PP parece a la baja. Su presencia pública se alimenta con los incidentes o polémicas que se suceden a su presencia, sea en Bilbao o en Donostia el pasado fin de semana o este jueves en Vitoria. Sorprendentemente, combina una estrategia de hablar de “Bildu-ETA” con guiños a barrios obreros como Sansomendi -con cuartel de la Guardia Civil- o Zaramaga en Vitoria. Esa faceta obrerista que la ultraderecha de otros países como Francia también cultiva se ha apreciado este jueves con un acto en la plaza del 3 de marzo de 1976 en Vitoria, día en que la Policía Armada tiroteó a trabajadores en huelga y dejó cinco muertos. “Estaban reunidos en asamblea y peleaban por sus derechos”, sostiene Vox al tiempo que desliza que el nacionalismo vasco tuvo algo que ver con aquellos sucesos.

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