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Ciclistas, 'runners' y niños en parques, todavía quedan insumisos en la capital vasca del coronavirus

Una calle de Vitoria

Iker Rioja Andueza / Rubén Pereda

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“Buenos días. Ha sido activado el estado de alarma. Les requerimos que vuelvan a sus casas y guarden la distancia de seguridad. Muchas gracias”, sonaba en la megafonía de un Ford Focus de la Policía de Vitoria a primera hora de este domingo en las desérticas calles del barrio de Santa Lucía. Las noticias y las órdenes del Gobierno de España eran claras desde la noche de este sábado y, en verdad, la mayoría de la población las ha acatado a la perfección, pero todavía quedan excepciones en una de las ciudades más castigadas por el coronavirus.

En la avenida del Zadorra, un ciclista parecía preparar una carrera de la UCI (Unión Ciclista Internacional) cuando se ha pedido expresamente que no se haga deporte al aire libre para evitar colapsar otra UCI, la del hospital de Txagorritxu, que capea como pueda una incidencia del Covid-19 más alta que la de Lombardía y casi próxima en proporción a la de Wuhan. En esa misma zona y en el parque del Prado también se veían 'runners'. No es que fueran a comprar el pan a velocidad alta, ya que su equipamiento deportivo los delataba. En Abetxuko, varios hombres aprovechaban el resol del último fin de semana del invierno vitoriano sentados en bancos o charlando animosamente. ¿Es realmente tan importante que el niño baje a los columpios?

Pero, sí, eran las excepciones. En el autobús articulado que cubre la línea periférica, la más usada de toda la red urbana, sobraban todas sus plazas. Ni ha bajado ni ha subido un solo pasajero en una, dos, tres, cuatro y hasta cinco paradas entre Santa Lucía y Zaramaga. Lo mismo les ocurría a las otras unidades que se topaba en el camino, así como a los tranvías. La carretera de circunvalación estaba casi vacía, salvo por algunos pocos turismos, patrullas policiales y, esporádicamente, alguna ambulancia. Se notaba más tráfico en las cercanías del hospital.

En los parques, siguiendo las excepciones marcadas por Pedro Sánchez, algunos cumplían con los servicios mínimos que merecen sus mascotas. “Que los perros hagan sus necesidades y a casa”, se oía desde la megafonía de un Seat Altea de la Ertzaintza, que recordaba amablemente que las multas por desobediencia van desde los 1.500 euros hasta los 600.000 euros.

Así las cosas, algunos caminaban con una barra de pan y un ejemplar de algún periódico como salvoconducto hacia el refugio de sus domicilios. Es tal el silencio que todavía resuenan los aplausos masivos que, desde los balcones y ventanas, muchos miles de vitorianos ofrecieron a sus convecinos de guardia en Txagorritxu y en el resto de centros sanitarios.

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