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Es Salmond quien mira a Euskadi, mr. Erkoreka

Un votante escocés a favor de la independencia en las calles de Edimburgo.

Aitor Guenaga

Bilbao —

Tanto tiempo acostumbrados a mirarnos en el espejo de otros modelos que, al final, se nos olvida pone en valor la “vía vasca”. Con todos sus déficits, con todos sus incumplimientos, con todos sus procesos recentralizadores -históricos desde los tiempos de la LOAPA, no se crean que son patrimonio del Gobierno de Rajoy-.

Los nacionalistas se han mirado en el espejo irlandés cuando se alcanzó el Acuerdo de Viernes Santo en 1998, en la Sudáfrica de Nelson Mandela, en el Estado político asociado de Puerto Rico (Ibarretxe), incluso en las 6.555 islas Åland (Azkarraga) y desde hace un par de años en el espejo escocés pactado. El entonces presidente del PNV, Xabier Arzalluz, cuando se cerró el pacto angloirlandés que acabaría por silenciar las bombas del IRA definitivamente y que plasmaba en el documento el derecho de autodeterminación, llegó a afirmar que estaba dispuesto a cambiar todo el autogobierno recogido en el Estatuto de Gernika por esa declaración que recogía el derecho a decidir en una parte de Europa. Corría 1998. 16 años después, el lehendakari Íñigo Urkullu se refleja en un espejo, el escocés, que le manda un mensaje claro y unívoco: o la vía pactada o la vía pactada.

¿De verdad los dirigentes del PNV Andoni Ortuzar, Joseba Aurrekoetxea o Iñaki Goikotxeta han viajado en estas fechas, históricas sin lugar a dudas, para mirarse en el espejo escocés? No. De hecho, la declaración de su presidente el día antes y el día después de conocerse los resultados fue la misma: los escincoceses ya han ganado porque han decidido sobre su futuro. Ya sabían de antemano qué decir porque lo que seduce a los peneuvistas de Escocia es el método. Pero sin prisas. Claro que tras el jarro de agua fría que ha supuesto la última entrevista secreta entre Urkullu y Rajoy, en la que el lehendakari ha constatatado el escaso interés del presidente español en el encaje de la cuestión vasca, en Ajuria Enea parece haber interiorizado que con el incendio catalán a punto de extenderse definitivamente desde ya, Euskadi cotiza a la baja en la capital del reino.

Mientras tanto, la consecuencia inmediata del triunfo del 'no' en el referéndum de Escocia es que Londres y Edimburgo abrirán una negociación para ampliar el autogobierno de las Highlands y el resto de la isla, que además afectará de rebote al resto de naciones. Asi lo ha expresado el propio David Cameron, quien en una calculada intervención tras conocer los resultados, reconocía que había llegado “la hora de que todo Reino Unido se una y se mueva hacia adelante. Una parte vital para ello será un acuerdo equilibrado, que sea justo para los escoceses, pero también es crucial que lo sea para cada ciudadano de Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte”.

Es sintomático que en la intervención del portavoz del Gobierno -además de apelar al derecho de autodeterminación como un “principio democrático” y no una reivindicación política de “nacionalistas irredentos- revelara que ambos gobiernos tienen previsto firmar un convenio sobre ”políticas sanitarias“ porque, según admitió Josu Erkoreka, ambas comunidades defienden ”políticas sociales avanzadas, comprometidas y ciertamente progresistas“. No es la primera vez que el País Vasco y Escocia estrechan lazos y firman convenios. El anterior lehendakari, Patxi López, en la visita de Alex Salmond de hace ahora exactamente cuatro años, también impulsó un acuerdo con el país del whisky, el oro negro de Aberdeen y los kilt. Fue entonces cuando Salmond, quien no contaba con la mayoría absoluta que alcanzaria un año más tarde para impulsar el referéndum por la independencia, mostró su interés por conocer las especificidades del sistema tributario vasco. Un sistema, el concierto, que había permitido a Euskadi convertirse en ”la región económica más fuerte de España“ y que reivindicaba para su nación, según confensó en aquel viaje. Ahora, Salmond ha dejado el testigo de la negociación al nuevo líder que salga del congreso que celebrará su partido (SNP, en sus siglas en inglés) en noviembre, tras anunciar su dimisión el mismo día de la derrota del 'sí'.

Escocia ha votado 'no' a la independencia. Con una participación histórica del 84,5%, en tiempos en los que las elecciones no seducen y los políticos tradicionales han caído descabezados por el injusto pero real “todos son iguales”, se han llenado las urnas de votos. Ha habido, además, una movilización ciudadana y de voluntariado -sobre todo en la campaña por el sí, no tanto entre los que defendían el “Better together”. Y la UE ha contenido la respiración hasta casi el último minuto del recuento. Solo Artur Mas piensa que “maybe (tal vez)” como ha dicho en una rueda de prensa este viernes -en la que ha contestado a los periodistas en cuatro idiomas- la Unión Europea tenga que dar esa respuesta en el caso de Cataluña pueda votar y lo haga a favor de la independencia. Harto difícil, mr. Mas.

Todo el mundo se mira de reojo en estos momentos de posibles cambios constitucionales en España y de desafíos soberanistas. Y se dirige la mirada a otros lares, cuando la respuesta casi siempre está en la propia comunidad política a la que pertenece cada cual.

Así que habrá que tener cuidado, no nos vaya a pasar como aquel personaje de la canción de Silvio Rodríguez “Fábula de los tres hermanos” (1977), que de tanto mirar a la hora de caminar a lo inmediato y a lo que está por llegar, acabó con un estrabismo (político sería en este caso) que le impedía ver las cosas con la naturalidad que casi siempre tienen.

“... Y caminó vereda adentro el que más

ojo en camino y ojo en lo por venir.

Y cuando vino el tiempo de resumir,

ya su mirada estaba extraviada

entre el estar y el ir.

E, e, e;

e, e, e:

ojo puesto en todo ya ni sabe lo que ve.

U, u, u;

u, u, u,

óyeme esto y dime, dime lo que piensas tú“.

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