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“Europa tiene ciudadanos de primera, de segunda y luego los extranjeros”

Francisco Solans, en las jornadas sobre extranjería que han tenido lugar en Bilbao.

Aitor Guenaga

Bilbao —

Francisco Solans (Zaragoza, 1964) es el portavoz en materia de extranjería del Consejo de la Abogacía de España y un experto en la materia. Sobre todo por su trabajo en la primera línea como abogado. Esta semana ha participado en los XXIV encuentros de la abogacía sobre derecho de extranjería y asilo celebrados en Bilbao. Solans considera que el ascenso de fuerzas abiertamente xenófobas o fascistas constatado en las últimas elecciones europeas obliga a un movimiento por parte de la UE. “Es necesario un frente común entre los partidos democráticos para decir que no vamos a permitir el crecimiento del fascismo otra vez en Europa bajo la cara de la xenofobia”, señala.

Pregunta. ¿La ciudadanía europea es a día de hoy una quimera?

Respuesta. Tenemos que constatar que la ciudadanía europea es un concepto central de la construcción política europea, más allá de la construcción económica. Pero es un concepto en construcción creciente, no tiene un contenido claro, se le va dando contenido sobre la marcha. Y, además, es un concepto que está en crisis porque los Estados reculan, hay una fobia a los pobres, hay un nacionalismo excluyente creciente en la Unión y, en ese sentido, los resultados de las últimas elecciones europeas son muy preocupantes.

P. Lo dice porque no solo han crecido los partidos euroescépticos, sino por el auge de las formaciones abiertamente fascistas.

R. Exactamente. Y no solo por los partidos abiertamente xenófobos, sino por el calado que están teniendo sus argumentos en los partidos tradicionales. Están arrastrando a los partidos tradicionales. Y, a nosotros como abogados, nos preocupa mucho porque lo que defendemos es un aumento de las libertades y de los derechos de las personas.

P. ¿Se puede decir entonces que hay ciudadanos de primera y de segunda en la Unión Europea?

R. En realidad habría que hablar de que hay ciudadanos de primera, de segunda y de tercera. De primera son los nacionales de cada país. Luego están los ciudadanos europeos en otros Estados, es decir, los ciudadanos que han migrado de su país a otro país europeo. El derecho comunitario prohíbe que haya ningún tipo de discriminación, y sin embargo existe. Y luego tenemos los ciudadanos de tercera, cuarta y quinta, que son los extranjeros. La Unión Europea debería reconocerles un estatus de derecho mucho mayor, incluso permitir su acceso a la ciudadanía europea sin necesidad de pasar por la ciudadanía de un Estado miembro. Al menos, que se les permita la libre circulación.

P. En 2013 se conmemoró la ciudadanía de la Union Europea. Para difundirla se gasto un millón de euros.

R. Es que no debería ser necesaria esa celebración. Pero lo triste es que es necesaria porque los Estados están siendo vergonzosamente renuentes a reconocer derechos a personas que deberíamos a empezar a contemplarlas no como extranjeros, sino como iguales. Pero los Estados van a lo suyo.

P. Entonces, o bien se cede más poder a la Unión o los Estados cada vez van a recular más, como usted señala, y a hacerse más fuertes en sus medidas restrictivas.

R. O la Unión Europea crece, quiero decir, o hay más Europa o perderemos Europa. Y la UE lo que nos ha dado son muchísimas más ventajas que inconvenientes. Europa sigue siendo una gran idea.

P. Usted ha advertido sobre el abuso de la demagogia por parte de los Estados, más que sobre el abuso que puedan hacer determinados ciudadanos. ¿A qué se refiere?

R. Seguimos teniendo una estructura política y de partidos demasiada vinculada a la vieja idea de nación de España, de Francia o de Alemania. Y esto, que tiene unas raíces históricas muy fuertes, da mucho pie a la demagogia, en el sentido de aprovecharse de sentimientos nacionalistas muy a flor de piel pero que no son convenientes ni para Europa, ni para su construcción, ni para cada uno de los países. El resultado de las elecciones ahí está. Estos partidos políticos que han surgido haciendo bandera de su oposión, no a Europa, sino a los extranjeros. Una xenofobia abierta. Pero luego, si hablamos del Gobierno español, la traslación al derecho interno del derecho de la UE en cuanto a la libre circulación de personas deja mucho que desear.

P. Parece que hay libre circulación pero solo para algunos.

R. En efecto. Y de hecho el decreto 240 del 2007, que es el que regula toda esta materia en nuestro país, está muy mal hecho, se está reformando y nos tememos que va a seguir mal hecho, porque lo que hay es una especie de preocupación de mantener el poder sobre las personas y especialmente sobre los extranjeros.

P. En relación con la residencia permanente en España, ¿qué tipo de modificaciones legales habría que hacer para que la vida de estas personas sea más sencilla?

R. Creo que debemos pedir a la UE que se facilite la libre circulación a los extranjeros, a los extracomunitarios con residencia permanente. Hoy por hoy, no la tienen. Están acogidos a una directiva de residentes de larga duración que apunta hacia una posible libre circulación pero con muchísimas trabas. Y habría que avanzar en un concepto que ha planteado Javier de Lucas, un profesor de Filosofía del Derecho de Valencia, que es, no tanto facilitar el acceso a la nacionalidad, como hacer que la nacionalidad sea algo innecesario. Comentar los derechos de los residentes permanentes de forma que al final no nos hagan falta. O, por ejemplo, que se les reconozca el derecho de voto en las elecciones generales igual que un español. Y que puedan tener así influencia política.

P. Sería una forma también de cortar la creciente desafección en la que está la ciudadanía con sus instituciones.

R. Es evidente. Al final, en un altísimo porcentaje de los expedientes de nacionalidad que tramitamos los abogados y que nos cuesta tanto y son larguísimos, la experiencia que tengo es que los extranjeros piden la nacionalidad para quitarse un problema de encima, no es porque tengan una mayor vinculación con España, que de hecho la tienen porque su proyecto de vida está aquí. Nadie necesita un papel para reconocer sus propios sentimientos. Pero lo hacen porque al final es quitarse un problema de encima, quitarse la inseguridad jurídica que te da ser extranjero, la necesida de dejar de renovar papeles cada dos por tres, es estar bajo la mirada permanente de unas autoridades policiales que sospechan del extranjero por sistema.

P. El referéndum en Suiza en el que se aprobó acabar con la libre circulación por una ajustada mayoría del 50,3%, la expulsión de gitanos en Francia, las expulsiones que se están dando en Bélgica, ¿qué revelan?

R. Es muestra de todo lo que hemos dicho. Hay un concepto que quisiera dejar muy claro. Se ha hablado mucho de pacto de Estado sobre inmigración, creo que ahora mismo sería muy necesario un pacto de Estado europeo para oponerse a este crecimieno de la xenofobia. Y oponerse quiere decir no asumir esos argumentos. Hacer un frente común entre los partidos democráticos para decir no vamos a permitir el crecimiento del fascismo otra vez en Europa bajo la cara de la xenofobia.

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