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Euskadi facilitará morir en un entorno íntimo y personal

Los médicos están preparados parar curar, pero no para los cuidados paliativos. Foto: Efe

Igor Marín

El frío e impersonal escenario de una habitación de hospital dejará de ser la última imagen para muchas personas en Euskadi. El Parlamento vasco ha aprobado esta semana en Comisión, y con una inusual y costosa unanimidad, el texto de la Ley de Garantía de los Derechos y la Dignidad de las Personas en el proceso final de su vida. Este es el penútimo paso para que tanto los pacientes como los profesionales sanitarios tengan el respaldo legal y una guía que les permita elegir y tratar sus últimos instantes de vida. El último será la votación definitiva en el Pleno, aunque para ello habrá que habilitar una sesión extraordinaria en julio, y su publicación en el Boletin Oficial.

Llegar hasta aquí no ha sido sencillo. La iniciativa nació del puño y letra de EH Bildu hace ya dos años y durante este tiempo han sido muchos los dimes y diretes que ha traído un texto que, para algunos, entra en la ética de cada persona. A pesar de que lo que se pretendía era legislar para dar tranquilidad a los familiares y pacientes que viven sus últimos días y seguridad legal a los profesionales que les acompañan en el trance, el intento de incluir la regulación de la eutanasia y el suicidio asistido ha provocado que las cocinas legislativas hiervan en busca de un acuerdo. Al final, y con la retirada de esos puntos, el entendimiento ha llegado y los pacientes vascos podrán agarrarse a un texto que blinda el respeto a la decisión que los enfermos puedan adoptar en el proceso final de su vida.

Morir en casa

Con la nueva Ley el paciente tendrá la potestad de renunciar a un tratamiento, incluso en contra de un criterio médico y aunque esa renuncia implique acelerar su muerte, siempre para preservar la dignidad de la persona en el proceso final de su vida. Además,  recoge una serie de derechos para los enfermos incurables en los últimos días de su vida. Así,  podrán decidir dónde morir, si en casa o en el hospital. Y en el caso de que opten por un centro sanitario, podrán acceder a habitaciones individuales en centros públicos.

Según ha explicado Rebeka Ubera -parlamentaria vasca de EH BIldu e impulsora de la iniciativa- a eldiarionorte.es, “la ley gira en torno a un principio básico, fundamental e irrenunciable: el respeto absoluto a la libre voluntad del paciente en el proceso final de su vida”. “La persona está en el centro mismo de la ley, se le otorga todo el protagonismo y se da prioridad absoluta a su decisión, a su voluntad”, ha insistido. Para Ubera, se trata de “un avance clave porque hasta ahora la voluntad del paciente ha estado sometida al criterio médico de cada momento”.

Mala muerte

Alberto Meléndez, presidente de Arinduz, la Sociedad de Cuidados Paliativos de Euskadi, reconoce que “muchas veces, los profesionales sanitarios, aconsejamos y dirigimos a las familias, pero desde la superioridad, sin atender a los verdaderos deseos de las personas. Nosotros mismos estamos poniendo barreras a una muerte mejor”. Según destaca Meléndez, “tres cuartas partes de las personas van a morir de una enfermedad crónica y el otro 25% de una forma rápida. Se podrá idealizar todo lo que se quiera, pero el final de la vida suele ser lento y doloroso. De los profesionales y de las familias depende que esos instantes finales sean lo mejor posible”. Este concepto de muerte crónica genera un sufrimiento físico y psicológico para el que el sistema todavía no se halla preparado y para el que la ley vasca ofrecerá un soporte legal indispensable.

Para Meléndez, en muchas ocasiones se produce una mala muerte “porque la persona no es dueña del proceso final”. Una opinión que comparte con Jacinto Bátiz, miembro del Grupo de Atención Médica al Final de la Vida de la Organización Médica Colegial y jefe de Paliativos del hospital de San Juan de Dios en Santurtzi (Bizkaia), que asegura que “si no se puede curar, solo queda aliviar el sufrimiento aunque ello suponga acortar la vida del paciente”. Pero Batiz cree que hace falta una mayor preocupación en el campo de los cuidados paliativos ya que “al personal sanitario se le forma para curar y prevenir, pero no se le enseña a preparar de manera adecuada el final de la vida de los enfermos”.

Los casos de mala muerte, aunque forman parte de una estadística, afectan a personas con nombres y apellidos, con seres queridos, con la dignidad intacta. Y las legislaciones que eviten este trago pueden ayudar a tener un mejor tránsito al paciente y a los familiares. Y aunque estas leyes no curarán a nadie, al menos no incrementarán el dolor y facilitarán dar el último paso.

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