Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

JFK, Brouard, Goikoetxea... Hasier Arraiz (ETA no)

Sortu recuerda en el hotel Alcalá de Madrid el asesinato de Josu Muguruza. /EFE

Aitor Guenaga

Bilbao —

“¿De qué paz hablo? y ¿Qué paz buscamos? No se trata de una 'pax americana' impuesta al mundo entero por las armas. Debemos volver a examinar nuestra actitud hacia la Unión Soviética, nuestro lazo común. Es que todos vivimos en este pequeño planeta, todos respiramos el mismo aire, todos queremos un futuro mejor para nuestros hijos y todos somos mortales”.

John Fitzgerald Kennedy pronunció este discurso en la Universidad americana de Washington en el verano de 1963, una intervención que sugería un vuelco en las relaciones con la rusia comunista. Una parte de EE UU había cambiado a una velocidad meteórica, ayudan de esa manera a alumbrar una América mucho más respetuosa con los derechos civiles y cada vez más en contra de dirimir los problemas mundiales exclusivamente por las armas. Pocos meses después, JFK sería asesinado en Dallas. Esta semana se han cumplido 50 años del magnicidio.

Llueve sobre el cementerio de Lekeitio (Bizkaia). Sobre las tumbas se alza, impresionante, el monte Calvario, coronado por tres cruces. A sus pies, distingo las lápidas comidas por el verdín y la humedad propios de este pequeño municipio costero de mayoría abertzale. Desde la ventana de mi casa de Lekeitio puedo ver una ikurriña junto a una tumba. Lleva ondeando al viento casi desde el 20 de noviembre de 1984, fecha en la que su morador indeseado fue asesinado a manos de mercenarios de la guerra sucia pagados por el Estado. Santiago Brouard, un dirigente de voluntad inquebrantable de la ya extinta HASI, partido que formaba parte de la Koordinadora Abertzale Sozialista (KAS). Esta semana se han cumplido 29 años del asesinato en su consulta bilbaína de pediatría.

Cinco años más tarde, otro 20 de noviembre, caería abatido por la balas de un ultraderechista otro dirigente de HB, el diputado Josu Muguruza, mientras cenaba junto al grupo parlamentario abertzale en el madrileño hotel Alcalá, un atentado de evidente signo político, en el que estuvo a punto de morir también el abogado Iñaki Esnaola. Esta semana se han cumplido 24 años de aquel atentado.

El sargento mayor de la Ertzaintza y destacado miembro del PNV fue asesinado por un comando de ETA el 22 de noviembre de 1993. La dirección de ETA eligió a conciencia a su víctima: creador de la unidad antiterrorista de la policía vasca (AVCS), peneuvista hasta la médula, responsable de la 'operación Diru Gitxi' que dio al traste con el aparato de extorsión de la banda en aquella época y íntimo amigo del burukide Gorka Aguirre. Un pistolero le voló la cabeza de un disparo cuando llevaba en el coche a su hijo a la ikastola. El entonces consejero de Interior, Juan María Atutxa, doblemente tocado por el asesinato de una pieza fundamental de su policía y por la militancia de Goikoetxea, no dudó en responsabilizar del atentado a HB -“que sirve de pantalla a esta banda terrorista”- a la Koordinadora Abertzale Sozialista (KAS) y a los carroñeros del diario Egin -“que venían calentado motores y lubricando gatillos de ciertas pistolas” desde hacía mucho tiempo.

Ha sido una semana intensa, y el colofón lo han puesto dos terroristas arrepentidos de ETA como Carmen Guisasola y Andoni Alza, ambos reclusos de la denominada vía Nanclares, con su sentido abrazo a la viuda del sargento Goikoetxea, Rosa Rodero, en el homenaje tributado en su memoria el pasado viernes en Bilbao. ¿Cómo es posible entonces que esta misma semana alguien de Sortu pueda defender que la elección que hizo la Izquierda Abertzale hace 35 años es la correcta? Y subrayar, con orgullo, que “no estamos dispuestos a rechazar ni revisar nada de aquello y reivindicamos con todos nuestros errores lo que fuimos y lo que somos”.

Lo ha dicho Hasier Arraiz Barbadillo, actual presidente de Sortu, y ha generado una polémica con sus palabras que el fiscal superior del País Vasco, Juan Calparsoro, ha decidido investigar por si pudiera haber incurrido en un delito de enaltecimiento del terrorismo. Arraiz nació en Vitoria el 13 de junio de 1973. Es decir, no había nacido aun cuando asesinaron a Kennedy, tenía 11 años cuando mataron a Brouard, 16 cuando asesinaron a Muguruza y era un veinteañero cuando un etarra mató al sargento Goikoetxea. De hecho, solo tenía cinco años cuando la izquierda abertzale secundó la estrategia político militar diseñada por los terrorista y decidió unir su futuro al de la banda.

“Están atenazados, noqueados tras dos años desde que ETA decidió dejar de matar. Hay un sector que está pidiendo resultados, que no lo ve claro y los históricos del movimiento parece que quieren contemporizar para evitar que ese sector se desgaje y se quede por el camino. Las palabras de Arraiz no evidencia una involución, son una torpeza política, y evidencian la tensión interna que viven”, explica una persona que representó hace décadas a HB, ahora es un profesional de la paz, y conoce bien ese mundo. En realidad, lo que muestra Arraiz con esos tics - como el de llamar “fascista” al popular Borja Sémper en el Parlamento vasco- es que a demócrata no se llega por decreto, ni por una sentencia del Tribunal Constitucional que te dé marchamo de legalidad. Por eso cuanto antes se disuelva ETA, más fácil será el trabajo político de Sortu y más rápido saldrán de la cárcel los centenares de presos etarras que no se van a beneficiar de la sentencia del Tribunal de Estrasburgo. La mayoría, por cierto.

Es el momento del relato, de distribuir responsabilidades, de asumir apuestas históricas (cada cual, la suya) y de no engañarse. De hacer caso a lo que esta misma semana decía el preso arrepentido de ETA Iñaki Rekarte: “¿es tan díficil reconocer que matar estuvo mal?”. Rekarte tiene ahora 42 años, fue reclutado por ETA con 19 e ingresó en prisión a los 21. Arraiz tiene ahora 40 años. ETA ha tardado más de 50 en decidir dejar de matar.

Lo demás será ralentizar un proceso que solo tiene una doble estación de llegada: la desaparición definitiva de ETA sin coste político alguno y la construcción de una convivencia pacífica.

Etiquetas
stats