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Un paseo kilométrico con el perro o con el pan bajo el brazo, la picaresca que trae de cabeza a la Ertzaintza en el estado de alarma

Una patrulla de la Ertzaintza, en el centro de Vitoria este martes

Iker Rioja Andueza

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“Está en tus manos”, se puede leer en la toallita anticoronavirus del tipo de las que acompañan a un plato de marisco que han recibido -para que dure varios días- algunos de los patrulleros de la Ertzaintza que se han echado a la calle para velar por que se cumplan en Euskadi las restricciones del estado de alarma. Las sanciones, algunas de cuatro cifras, se han empezado a multiplicar tras unas primeras jornadas de trabajo más pedagógico con los megáfonos a todo volumen. “La gente echa mano de la picaresca, pero no cuela”, explica un agente destinado en Bilbao.

Las anécdotas de la primera semana en estado de alarma darían para un libro. Resumidamente, no se puede salir a la calle más que para ir y venir del trabajo o para hacer compras básicas de comida o farmacia. Todo lo demás está prohibido y es sancionable. Además, hay que hacer esos trayectos de uno en uno, salvo que se esté al cargo de menores o discapacitados y sea imprescindible estar con ellos.

Pero hecha la ley... Ali es un pequeño pueblo integrado ya en la trama urbana de Vitoria. Allí localizó una dotación de la Ertzaintza a un viandante. “Estoy paseando al perro”, señaló a los agentes para dar por resuelto el entuerto. Pero el paseo había sido muy largo, ya que se pudo comprobar que era un vecino de Zaramaga, a bastantes kilómetros de distancia. Al parecer, habían escogido ese lugar discreto él y un amigo, que andaba por allí en bicicleta, para ponerse al día.

Si el perro es un salvoconducto, una barra de pan parece ya un pasaporte para explorar territorios prohibidos. Un hombre, por ejemplo, fue detectado dando varias vueltas a una gran manzana con su pan bajo el brazo. Quizá no se percató de que las cámaras de una institución pública lo estaban grabando, para sorpresa de los agentes que las revisaban.

Un miembro del cuerpo de Miñones, la Policía foral de Álava, se sorprendió al escuchar a una tendera. Le explicó cómo sus clientes se llevaban las piezas de fruta de una en un una para poder salir cada poco a la calle. Eso en el pequeño comercio. En algunas grandes superficies la Ertzaintza ha identificado a madres e hijas comprando juntas. “¿Cómo le voy a dejar comprar sola?”, justificaba una de ellas sobre su primogénita, ya mayor de edad. Incluso un profesional sanitario fue sorprendido yendo a comer a casa de su madre “para celebrar el día del padre”.

Un policía destinado en Bilbao calcula que realizará del orden de “40 kilómetros” por las calles en cada turno. “No paramos”, indica. ¿Una anécdota? Dieron el alto a un varón que aseguró que iba a la farmacia “a comprar juanolas”, que no parecen la vacuna contra el Covid-19. Pero no todos son enemigos de la Policía. También hay aliados. “La gente está aburrida en los balcones y nos avisa”, indican las fuentes consultadas. Así se ha podido identificar a un hombre que comía tranquilamente en un parque de Vitoria y a decenas de despistados más.

El Departamento de Seguridad ha dictado una orden que entrará en vigor este lunes que modifica algunas cuestiones organizativas de la Ertzaintza. La principal novedad es la realización de turnos de 12 horas con entradas escalonadas. Los responsables de la Policía vasca suspenden todas las vacaciones y licencias salvo los necesarios para garantizar cuidados y conciliación.

Se da “prioridad” total a las tareas relativas a la emergencia sanitaria y se prevé un escenario que dure cinco semanas, según el calendario de turnos aprobado. Seguridad garantiza que se preservará la propia salud de los funcionarios, si bien las quejas internas y sindicales se han multiplicado por la falta de elementos de protección o porque en algunos casos se entreguen otros como las toallitas.

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