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Urkullu, en el laberinto de la mediación sobre Catalunya

Urkullu decepcionado con el Rey por no hacer gesto que ayudara a convivencia

Aitor Guenaga

El concepto político del tiempo para el lehendakari no difiere mucho del que tienen el común de las personas que se dedican a la cosa pública en este país. Pero en lo que Íñigo Urkullu es claramente una 'rara avis' es en el uso de la confidencialidad y su concepto de la discreción. Meticuloso como pocos a la hora de pasar a limpio las reuniones trascendentales -lo saben bien por ejemplo los dirigentes políticos vascos que participaron en las conversaciones de Loiola en pleno proceso de conversaciones entre ETA y el Gobierno Zapatero durante el otoño de 2006 (entre el 20 de septiembre y el 10 de noviembre de 2006)- seguro que el mandatario vasco registró la larga conversación que mantuvo, hace ya casi tres años, con el monarca español. Poco ha trascendido de aquel encuentro.

Fue el 21 de noviembre de 2014 en la Zarzuela. Para entonces, la cuestión catalana estaba ya lanzada: en la calle, con sucesivas Diadas multitudinarias que daban fe del problema político que asomaba en Catalunya mientras el Gobierno de la mayoría absoluta de Rajoy dejaba pudrir el asunto. Y electoralmente, tras una consulta celebrada pocas semanas antes con un Artur Mas todavía al frente de 'procés' soberanista.

Previamente, Urkullu había asistido, el 19 de junio de 2014 en las Cortes Generales, al acto institucional de proclamación de Felipe VI como Rey de España. Evitó las ceremonias de sanción, desfile y celebración que tuvieron lugar antes y después de la citada proclamación. “Mi presencia querrá significar también la necesidad de un nuevo modelo de Estado. Plantearé mi presencia en Madrid con un carácter crítico constructivo. Es una nueva oportunidad de proponer las reformas profundas que son necesarias; y mientras haya la mínima posibilidad de diálogo y de acuerdo, y a ello ayude el respeto institucional, merece la pena explorarlo”. Con esa vocación fue el lehendakari entonces a Madrid.

Pero también advirtió de que “cuando no la haya [posibilidad de diálogo], entonces hablaremos de otras”. Nadie sabe si, tras el durísimo discurso de esta semana del monarca contra el Govern y su llamamiento expreso a “restaurar el orden constitucional” roto por los secesionistas catalanes, Urkullu da por cerrada la vía de la monarquía. Pero esa intervención, calificada por algunos como el discurso que anticipaba la cara menos conciliadora del Estado frente al desafío independentista en Catalunya, sumió al lehendakari en la absoluta “perplejidad”.

Fuentes de Lehendakaritza confirman que, más allá de aquella recepción de Rey Felipe VI al lehendakari de noviembre de 2014, no ha habido otras reuniones, ni intercambio de mensajes privados, ni charlas telefónicas. Y eso que el monarca español ha desplegado una intensa actividad en Euskadi con media docena de visitas al País Vasco entre 2016 y lo que llevamos de 2017. Las dos últimas el pasado 15 de marzo, cuando ambos representantes institucionales presidieron la recepción ofrecida en Amorebieta (Bizkaia) por los responsables del grupo Velatia por sus 50 años de vida del grupo fundado por la familia Ormazabal y la girada el 5 de mayo a Donostia al Parque Tecnológico. para participar en la celebración del 70 aniversario de la asociación de fabricantes de máquina herramienta (AFM).

La actividad entre bambalinas de Urkullu no se ha parado en la Zarzuela. Poco antes del referéndum del pasado 1 de octubre, el lehendakari ya había hablado con el presidente Mariano Rajoy y con el máximo dirigente catalán, Carles Puigdemont para intentar frenar la escalada previa al 1-O e inyectar dosis de “cordura”, “rigor y visión política. Una intermediación para abrir cauces de diálogo entre ambas administraciones que resultó absolutamente infructuosa.

Ajeno al choque de trenes al que se encaminaban ambos, Urkullu, fiel siempre a su palabra, multiplicaba sus intentos. Lo dijo en su reentrée política en agosto tras el periodo estival, y lo vuelve a repetir cada vez que tiene oportunidad: aún hay tiempo para evitar el desastre político. El mismo lunes, tras la convulsa y nada pacífica jornada de referéndum vivida en Catalunya, remitía una misiva al presidente de la Comisión Europea -con quien ya mantuvo una reunión en mayo pasado- en la que reclamaba una mediación de la UE entre ambas partes enfrentadas ante el “problema de proporciones históricas” que había encima de la mesa. “Si no se aborda con rigor y visión política, puede desencadenar, también por extensión a otras realidades, escenarios delicados para la UE”. Un contagio que ahora mismo nadie ve en lontananza en el cuartel general comunitario, centrado mucho más en la negociación del 'Brexit' que en ninguna posible modificación de las actuales fronteras de la Unión Europea. 

El mismo viernes, en el Parlamento autonómico, Urkullu reiteraba su apuesta por el diálogo y por no tirar la toalla hasta el último segundo. “No pienso esperar al choque de trenes y al descarrilamiento, mucho menos alentarlo”, insistió el lehendakari en la sesión de control a su Ejecutivo, mientra apelaba a atender a “toda” Cataluña y a evitar las salidas “judiciales, penales y policiales. Y este mismo sábado, fuentes oficiales comunitarias confirmaban una llamada telefónica entre Merkel y Juncker para tratar la crisis catalana, noticia que ha sido bien acogida en el entorno del lehendakari, que de alguna manera se siente satisfecho ante el movimiento del presidente Juncker.

Los últimos acontecimientos, con la salida de Catalunya de algunas de sus empresas y bancos emblemáticos como CaixaBank, Banco Sabadell y Gas Natural Fenosa, entre otros, han sumergido en un mar de dudas a parte de los partidos que apoyan la vía hacia la independencia. En el PDeCat, el partido de Puigdemont, las cosas ya no están tan claras. Las propias declaraciones del expresidente Mas en las que asegura que “no hay un solo país que pueda funcionar de manera independiente de la noche a la mañana” parecen querer meter primera al proceso independentista.

La declaración inmediata y unilateral de la independencia de Catalunya está en el aire, a expensas de lo que pueda finalmente pasar en el pleno convocado para este martes en el Parlament catalán. El Gobierno español y su presidente esperan que la sesión ayude a “a sellar la fractura”, ya que es el lugar “donde están sentados los representantes de los ciudadanos y donde se debe recuperar el diálogo y la convivencia”.

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