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“No necesito que ETA me pida perdón, pero sí que reconozca el daño causado”

Sara Buesa, vicepresidenta de la Fundación Fernando Buesa.

Eduardo Azumendi

Cuando se cumple el XV aniversario del asesinato del político socialista Fernando Buesa, su hija Sara, repite incansable que aún queda “mucho por analizar y muchas responsabilidades que asumir”. Aunque desea que sea su generación la que consiga la definitiva reconciliación social en Euskadi, cree que será la siguiente la que lo logre. “Por eso es tan importante educar a los más jóvenes en valores. Hay que lograr que tengan una mirada limpia, sin prejuicios ni dogmatismos”, destaca la vicepresidenta de la Fundación Fernando Buesa.

Al “profundo dolor” del asesinato de su padre, Sara tiene que añadir a otro añadido: “la justificación de la violencia”. “Es el dolor y la indignación de sentir nuevamente violada y mancillada nuestra dignidad y la de nuestros seres queridos”. Personalmente, Sara no quiere que “nadie se flagele ni se arrodille ante mí”. “La culpa”, añade, “no me interesa. Me interesa la responsabilidad que lleva a la acción, a desandar caminos, a reconocer y reparar errorres. No necesito que los asesinos de mi padre me pidan perdón. Yo estoy en paz conmigo misma y con la vida. Pero sí exijo que se reconozca públicamente el daño injusto que se ha causado”.

Frente a los que creen que la izquierda abertzale es un bloque monolítico del que no se puede esperar, al menos a corto plazo, un reconocimiento del sufrimiento provocado por ETA, Sara Buesa disiente. “El fanatismo de ETA nos ha llevado a encasillar y dividir a las personas entre nacionalistas y no nacionalistas, vascos y españoles....Pero en el fondo se trata de personas, con diferentes recorridos vitales. Yo, por encima de todo, confío en el ser humano a nivel individual”.

“De los míos o de los otros”

“Cuando estereotipamos al otro”, prosigue, “vemos al grupo al que pertenece, su partido, su género, su nacionalidad, su raza....Lo encajamos en una categoría: 'de los míos o de los otros'. Reforzamos nuestros antagonismos y nuestras diferencias. Hasta que llega un punto en el que cuando miramos al otro lo vemos como un símbolo, en vez de a una persona única, con un valor innato. Los muros de opinión se derriban rompiendo tabúes, hablando y compartiendo con libertad, debatiendo y reflexionando abiertamente, exteriorizando sin miedo lo que llevamos dentro”.

Sara Buesa aboga por la defensa a ultranza de los derechos humanos, pero advierte de que “no se pueden utilizar dos varas de medir cuando se produce una violación de los derechos humanos. Yo, que soy víctima de ETA, no tengo ningún problema en decir que el GAL estuvo mal, que nunca debería haber sucedido y que causó un daño injusto e irreparable que debe ser reconocido. Me gustaría ver la misma claridad respecto a ETA en los discursos de algunos sectores”.

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