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En las organizaciones sociales también hay sexismo

Concentración feminista el 8 de marzo en Bilbao

Alba Díaz de Sarralde

Nahiara es monitora en un grupo scout de Vitoria. Cada actividad que trabajan con los y las chavalas tiene detrás un objetivo, un valor o una enseñanza que las convertirá en personas libres, justas y críticas. Así actúan por definición y, dentro de ese método, el feminismo tiene su papel: se trabaja de manera específica y transversal. Sin embargo, dentro del monitorado, un día se plantearon si el propio grupo trabajaba con perspectiva de género. 

“Incluimos la igualdad de género en nuestros objetivos y la trabajamos. Al crear comisiones y demás tenemos en cuenta la experiencia pero también que estén equilibradas o que todos los coordinadores no sean chicos” cuenta Nahiara. Durante una jornada analizaron aspectos como el reparto de cargos o cuántas voces femeninas se alzaban en las reuniones de monitores y monitoras: “Tenemos que trabajar más cosas, día a día, como el lenguaje no sexista. No nos habíamos parado a pensarlo. Además, como tenemos confianza y somos personas concienciadas, no se nos ocurría que se estuviesen dando situaciones de desigualdad”. Cuenta que al grupo le vino muy bien ponerlas sobre la mesa, sobre todo en un entorno como el suyo, donde a veces “se daban sin querer”. 

La situación está presente en más de una organización social. Con el objetivo de que las mujeres consigan la igualdad en este ámbito, la ONGD Mugarik Gabe ha presentado la guía 'Viajando por lo invisible', que aporta pautas para que los colectivos sociales caminen hacia un cambio organizacional feminista. Ha sido el fruto de tres años de trabajo, que nacieron de la necesidad de cuestionar las desigualdades de género y dinámicas sexistas en las propias organizaciones para defender los derechos de las mujeres.

Para la responsable de género de Mugarik Gabe, María Viadero, ser una organización que reivindica el feminismo pero internamente no trabaje con igualdad es consecuencia de haber “instrumentalizado algunas estrategias” o “pensado que haciendo cambios superficiales era suficiente”. Y no es así: “El feminismo y esta propuesta en concreto deja claro que además de cambiar individualmente, es imprescindible cambiar nuestras relaciones y nuestras organizaciones con la finalidad de generar entornos más feministas”, afirma.

El nombre de la guía evoca a que “las desigualdades de género más sutiles son las más difíciles de identificar y transformar: las que tienen que ver con los valores, las normas, las formas de relacionarnos, los poderes ocultos y los privilegios”, explicaron desde Mugarik Gabe en la presentación del pasado jueves en el espacio Bilborock. Añadieron que la agenda feminista y los derechos de las mujeres han estado históricamente invisibilizados, “incluso en las organizaciones sociales, que siguen funcionando con modelos de trabajo y estructuras patriarcales”.

Viadero cree que las consecuencias de estas prácticas internas no se quedarían solo en ese nivel: “Todo lo que hacemos tiene un reflejo en nuestros contextos”. Se suma el riesgo de que esta incoherencia se extienda, así, a los “discursos, nuestra forma de comunicarnos y relacionarnos públicamente, el contenido de nuestras agendas, en la reproducción de privilegios…”.

La guía está dirigida a las organizaciones del sector social, como ONGDs, cooperativas, asociaciones o movimientos sociales. Además de contar con formación y reflexión previa en género, las que deseen este cambio han de querer “cuestionar sus estructuras, inercias y resistencias patriarcales”. En ella han participado seis colectivos sociales en los que Mugarik Gabe detectó buenas prácticas, cinco entidades que han implementado esas buenas prácticas durante un año, cuatro organizaciones de referencia en comunicación feminista, diversidad cultural y sexual que han asesorado en la redacción y difusión de la guía y otras entidades que han acompañado en todo el proceso. 

En 'Viajando por lo invisible' se ofrecen experiencias, aprendizajes y materiales con los que facilitar cambios individuales, organizativos y sociales en cuestiones como los modelos de liderazgo, el reparto de las funciones, la gestión de las emociones, los cuidados y los conflictos, siempre teniendo en cuenta cómo influyen los roles y mandatos de género en el funcionamiento cotidiano. 

Mugarik Gabe ha estado trabajando con algunas organizaciones observando buenas prácticas antes de lanzar su fórmula. Viadero destaca “coordinadoras rotativas, planificaciones que tienen en cuenta la vida, incorporación de las emociones en la toma de decisiones, diseño de organigramas que tienen en cuenta los cuidados, entre otras”.

Según un estudio becado por Emakunde y presentado en mayo, las organizaciones sociales tendrían ciertas especificidades en cuanto a prácticas sexistas. La autora, Tania Martínez de Portugal, concluyó en su investigación que la negación del sexismo y la violencia sexista, la jerarquización de las luchas o la subjetividad feminista de las activistas estarían relacionadas con el asociacionismo. Esta última, según Emakunde, “se ve reforzada tras atravesar un proceso de aprendizaje y empoderamiento a partir de su experiencia violenta”.

Una investigación que detectó el sexismo en las organizaciones

La investigadora Tania Martínez Portugal, gracias a su proyecto presentado en mayo, concluyó junto a mujeres de diversos ámbitos que la violencia sexista está presente en comunidades activistas por “las mismas lógicas” que la sustentan en cualquier otro contexto

La investigación se publicó bajo el título 'Transformando imaginarios sobre violencia sexista en el País Vasco. Narrativas de mujeres activistas'. Martínez Portugal alertó en él de la necesidad de transformar los imaginarios tradicionales sobre la violencia sexista, los estereotipos asociados a las mujeres que la sufren, quienes la perpetran o el contexto en el que se reproduce y legitima.

El estudio se basó en analizar la violencia sexista en los entornos activistas de Euskadi. Trabajó conjuntamente con mujeres activistas de movimientos sociales, sindicatos, partidos políticos, medios de comunicación alternativos y ONGDs, y reconstruyó relatos de maltrato a través de la técnica de Producciones Narrativas.

Viadero lo tiene claro: apuesta por una manera social y transformadora que facilite la existencia del feminismo en los colectivos, aunque “en algunos casos nos puede dificultar reconocer la existencia de desigualdades y privilegios heteropatriarcales”. Que “aunque nos duela, toca revisarnos y plantear cambios desde lo individual, organizativo y nuestros entornos si queremos promover acciones transformadoras y feministas”. No dice que sea sencillo, “pero sin duda, merece la pena”. 

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