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La nueva política de ciencia del Gobierno pone en jaque a varios centros de investigación

Eduardo Azumendi

La nueva política de ciencia del Gobierno vasco podría suponer el cierre de varios Centros de Investigación Cooperativa (CIC), puestos en marcha por el propio Ejecutivo hace diez años para colocar a Euskadi en el mapa de la investigación. El borrador de decreto para regular la Red Vasca de Ciencia, Tecnología e Innovación con el que trabaja el Departamento de Desarrollo Económico y Competitividad establece una serie de requisitos para acreditarse como miembro de la red que en la actualidad son incumplibles para una parte de los CIC.

La Red Vasca de Ciencia, Tecnología e Innovación está integrada por diferentes agentes, que van desde los centros tecnológicos hasta los CIC (de menor tamaño) pasando por las universidades y los centros de investigación de las empresas. El departamento entiende que en la última década se han producido “muchos cambios en el entorno”, lo que ha supuesto “un proceso de adaptación de la estrategia de innovación” en Euskadi. Por ello, pretende impulsar una estrategia para afrontar “una nueva etapa de futuro” y en ese camino se puede llevar por delante a una parte de los CIC. Se trata de centros que nacieron con la vocación de dedicarse a la investigación básica, a generar patentes, pero sin la urgencia de transferir y aplicar de una manera inmediata su conocimiento tecnológico a la industria. Justo lo contrario de los centros tecnológicos, volcado en la colaboración con la industria.

En estos momentos existen siete: Biomagune (dedicado a los biomateriales); biogune (biotecnología); margune (mecanizado de alto rendimiento); microgune (micro-nano-tecnologías); nanogune (nanociencias); tourgune (turismo); energigune (desarrollo de tecnologías energéticas). Cada uno tiene una estructura (tanto de sedes como de plantilla) diferente. Entre los requisitos específicos a cumplir en el momento de la solicitud de acreditación que figuran en el borrador de decreto está el de contar con una plantilla igual o superior a 50 personas. Y de ellas, un mínimo de un 40% debe contar con el título de doctorado. Se trata de un objetivo inalcanzable por varios de los CIC actuales, que cuentan con una estructura mínima. “En la concepción de los CIC, en algunos casos se apostó por la primera C, es decir, por lo del centro. Así, se construyeron sedes físicas y un equipamiento tecnológico muy importante. Mientras, en otros casos se apostó por la segunda C, la de cooperativa. Se trata de centros sin sede, que aprovechan las sinergias y capacidades que ya existían en el sistema”, explica un experto conocedor del funcionamiento de los CIC. Estos últimos son los dejarán de existir como tales si el decreto sale tal y como está redactado ahora.

Financiación pública

Los siete centros viven del presupuesto público. En este sentido, el decreto también contempla una restricción de esta ayuda, ya que limita la financiación pública no competitiva (las ayudas directas en las que no hay que competir con nadie por recibirlas)a menos del 70% de los ingresos totales del centros. “Algunos CIC ya lo cumplen, pero otros no”, recalcan las mismas fuentes.

Reorganizar los CIC para que no desaparezcan como tales “no es tan fácil”, según otro conocedor de este sector. “Solo puede reorganizarse sin dejan de ser específicos. Entonces ya no serían CIC”. Diez años después de poner en marcha el primero de estos centros, la pregunta que recorre al Gobierno y al propio sector es si han conseguido enlazar con la industria. “Los CIC”, añade, “nacieron como una conexión entre la investigación básica y las aplicaciones a la industria. Se han quedado en el componente básico. Se han apegado a la investigación básica y no han cumplido los objetivos de transferencia tecnológica. Si hay que decir sí o no, yo diría que no han conseguido enlazar con la industria”.

El sector vive la situación con preocupación. “Los centros tecnológicos”, explica uno de los integrantes de la red, “trasladan de manera inmediata su conocimiento a las empresas, pero la labor de los CIC es a más largo plazo. La investigación en ciencia no encaja con un retorno inmediato de beneficios. Convertirse en una referencia no resulta barato ni se puede conseguir en cinco años. Ahora se les está exigiendo más resultados a corto plazo y que aporten más valor para la industria. Y eso está provocando tensiones”.

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