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ENTREVISTA - Cosima Dannoritzer, realizadora y guionista

“Producimos tanta basura electrónica que se está convirtiendo en un negocio”

Cosima Dannoritzer, realizadora y guionista del documental ´La tragedia electrónica'.

Paola Fernández

Al año se calcula que los países desarrollados producen cerca de 50 millones de toneladas de residuos electrónicos, el 75% de los cuales desaparece de los circuitos oficiales de reciclaje. Bajo esta premisa, la directora alemana Cosima Dannoritzer continúa con su documental ‘La tragedia electrónica’, el camino abierto con ‘Comprar, tirar, comprar’, producido por Media 3.14. Este nuevo documental trata sobre la investigación en torno a los residuos electrónicos que generamos, su reciclaje ilegal y su tráfico desde Europa y Estados Unidos hasta los vertederos de Ghana y China. La directora ha podido ver de primera mano cómo los residuos electrónicos que llegan a África se han duplicado durante los últimos años. Además, pone en tela de juicio la debilidad del sistema europeo de reciclaje y la ausencia de compromiso legal en EE.UU, además de mostrar ciudades chinas hundidas literalmente bajo residuos electrónicos, sin ningún tipo de respeto por el medioambiente o la salud.

¿Sabe realmente la sociedad lo que pasa con sus residuos electrónicos?

Yo creo que mucha gente tiene un pequeño aspecto en la cabeza. Donde están los puntos limpios e incluso han visto imágenes de algún vertedero en África o en China, pero toda la cadena es muy compleja. He hecho varias proyecciones con debate y la gente pregunta mucho. Yo veo mucho interés y mucho potencial para meter más información. El equipo que hemos hecho el documental también estamos aprendiendo mucho sobre la marcha y es un sistema súper complejo, diferente en cada país. Luego también tienes variaciones regionales y ayuntamientos, es muy complicado.

En el documental se menciona que uno de los países de la UE que tiene mayor tasa de desaparición de residuos electrónicos es España. ¿Qué falla?

En la UE dos tercios de los residuos electrónicos desaparecen, que ya es bastante, pero en España es algo más todavía, es casi el 75% de los residuos electrónicos los que desaparecen. Esto se puede ver en experimentos como el que hizo la OCU y grabamos para el documental. Pusieron chips dentro de electrodomésticos, los siguieron y se ve que muchos de desaparecen. Una de las causas es la crisis. Hay puntos verdes en donde la gente deja cosas, pero cuando cierran a los dos minutos aparecen todo tipo de personas a robar. Se ve como hay gente que tiene necesidad. Además, tienen una mirada diferente, porque yo veo una tele rota y pienso “que alguien se lo lleve, es chatarra”, pero ellos ven un tesoro, hay cobre dentro y otras cosas que se pueden vender. El problema es que si cogen el cobre y tiran el resto, no se recicla bien. Pero también existen otros problemas más serios con el sistema mismo. Por ejemplo, un miembro de la OCU se fue a Ikea a entregar una lavadora vieja y comprar una nueva, porque se supone que tienes derecho a hacer eso, y primero dijeron que no. Y le hicieron volver a casa con ella, al final le hicieron contratar el servicio subcontratado por Ikea al que tuvo que pagar 120 euros por recogerla. Finalmente, resulta que siguiendo la lavadora con el chip, estuvo dando vueltas durante dos semanas. Nos dijeron incluso a qué planta de reciclaje iba a ir, pero nunca llegó allí. La lavadora hizo 800 kilómetros y luego la vendieron a una chatarrería. El asunto es que cuando compramos un aparato nuevo tenemos derecho a devolver el viejo, si compramos algo parecido. Y muchas tiendas en España se niegan a aceptar lo viejo.

¿Existen políticas desde los gobiernos para controlar que se reciclen este tipo de residuos y no terminen en vertederos del tercer mundo?

Todos los países tienen problemas. Y siempre parece lo más fácil enviar los residuos en un barco lejos, al tercer mundo, al desierto, al mar, incluso en algún momento se estaba hablando de mandarlo al espacio sideral. La cuestión es que no existe lugar tan lejano al que lo envíes que nunca vuelva. Porque o vuelve el aparato o vuelve una persona enferma o tienes un problema de medio ambiente que también nos va a impactar en algún momento. Los acuerdos por lo menos sirven para crear conciencia de que esto está mal. El acuerdo de Basilea dice que no puedes enviar algo tóxico a un país que no tiene la tecnología para tratarlo específicamente, si tú lo tienes en tú país. Claro luego como cada uno lo aplique, es el problema. Luego otro problema está en la cantidad. Producimos tanta basura electrónica que se está convirtiendo en un negocio. Si tienes un conteiner lleno de residuos electrónicos realmente puedes ganar mucho dinero, especialmente si coges todo lo que vale, los metales interesantes y no gastas el dinero en reciclar bien el gas y todos los elementos tóxicos. Entonces estas cantidades se están convirtiendo en un gran tesoro.

EEUU es el país que más basura electrónica produce en el planeta. ¿Tienen algún control sobre el reciclaje de estos residuos?

En el mundo se producen más o menos 50 millones de toneladas de basura electrónica al año. Los EEUU producen más o menos el 20% de todo esto. Y ellos han firmado este acuerdo de Basilea, pero no lo han ratificado, esto significa que no está en la ley nacional. Los estados americanos tienen varias leyes, pero no está unificado. Un estado dice neveras sí, pero teles no. Unos tienen vertederos, otros lo queman. Y mucha gente también cree en la exportación. Además, no tienen muchos inspectores en la agencia nacional de residuos americana. Entonces pasa que los recicladores cogen el material lo meten en un conteiner, sale de EEUU y llega hasta Hong-Kong.

Y los gobierno de estos países receptores como China o Ghana, ¿son conscientes de lo que está pasando o hacen la vista gorda?

Una mezcla, hay de todo. Por ejemplo, Ghana ha ratificado la ley, pero ellos no están controlando muy bien su propio puerto. Y no tiene leyes que prohíban la importación de estos materiales. Entonces hay mucho soborno en el puerto y lo clasifican todo como chatarra para no pagar impuestos de importación. El problema no es que estos países compren electrodomésticos de segunda mano, que está muy bien si los aparatos funcionan, pero si compro en Europa y pago una tasa de reciclaje cuando lo compro, la tasa debería de ir con el aparato cuando se vende. Ahí hay algo que está mal organizado, es una especie de fraude financiero.

Es verdad que cuando compramos un aparato pagamos una tasa que se supone que sirve para reciclarlo después, pero si no lo reciclan, ¿quién se queda ese dinero?

Los fabricantes son los responsables de llevar todo este sistema. Ellos cobran cuando compramos algo nuevo, en teoría meten toda esta tasa en un bote grande y con esto organizan todo un sistema “fantástico” de reciclaje. Entonces cada aparato que no vuelve al sistema es dinero que ellos han cobrado en adelanto y no hace falta gastarlo. Yo me pregunto, ¿qué pasaría si lo cobrasen al final cuando aparece el aparto? Pero también han pasado cosas en puntos verdes en otros países en Europa, a los que se llevaban aparatos, pero tienen un amigo que tiene una chatarrería y les venden algo al final del día. Luego hay plantas de reciclaje que también aceptan aparatos para reciclar y luego no lo hacen. Se ahorran el trabajo, pero lo cobran. En el caso de la Operación Fragmento en España, la Guardia Civil encontró medio millón de neveras que eran desguazadas sin un tratamiento adecuado. Han imputado a 60 personas que era gente que trabajaba en puntos verdes, en plantas de reciclaje, transportistas… cada uno tenía un amigo en algún sitio. En resumen, dejaban “escapar” las neveras, pero sí que cobraban la tasa. Se calcula que en España cuando te compras una nevera te cobran casi 20 euros de tasa, en otros países es bastante menos. Entonces medio millón de neveras, multiplicado por 20 euros, son 10 millones de euros. Así que la basura electrónica es un material criminal que algunos piensan que vale la pena.

Y en todo este sistema, ¿qué responsabilidad tenemos los consumidores?

Los consumidores no podemos arreglar todo el problema, pero sí que podemos poner de nuestra parte. Por ejemplo, comprar algo nuevo si verdaderamente lo necesito y no hacerlo por capricho cuando el viejo todavía funciona. También puedo llevar las cosas al punto verde, aunque tampoco está garantizado. También si voy a una tienda y no me quieren coger el aparato viejo, levantar la voz y pedir la hoja de reclamaciones. Se puede también intentar alargar la vida a las cosas e intentar arreglarlas.

 

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