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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

“La vía soberanista es una vía frustrante”

El abogado bilbaíno José María Ruiz Soroa.

Aitor Guenaga

Bilbao —

El abogado José María Ruiz Soroa (Bilbao, 1947) cree que el “deterioro institucional enorme” que se ha vivido en España, unido al “descrédito generalizado de la política tradicional” ha generado un caldo de cultivo perfecto para que surjan “movimientos que proponen simples e inmediatas a problemas que siguen siendo complejos”. A sus 67 años advierte de que aunque se supere la crisis, ya “no volveremos a lo de antes”, porque esta sociedad “no es capaz de dar empleo de calidad a todo el mundo”. Para Soroa, el derecho a decidir “no existe”, pero que es una aspiración que debe tener sus cauces democráticos para ser resuelto.

En su libro, 'La secesión de España', se analiza el derecho a decidir. ¿Existe tal derecho?

¿El derecho a decidir qué? Porque hoy estaba escuchando la televisión y hablaban del derecho a decidir de las mujeres.

Me refería al derecho a la secesión unilateral de un territorio.

No existe ese derecho, ni en el derecho internacional público, que es el que regula la relación entre los Estados en el orden jurídico mundial, ni desde el punto de vista democrático.

¿Y por qué sus defensores apelan precisamente a su vertiente democrática?

Porque vende. Aparentemente suena bien y se camufla, pero no existe tal derecho. Para que existiera primero tendríamos que definir cuál es la colectividad que lo tiene.

La última sentencia sobre la cuestión catalana del Tribunal Constitucional fija que el derecho a decidir es una aspiración política.

Efectivamente. Es una aspiración legítima que debe tener cauces democráticos para ser resuelta. Lo cual es totalmente distinto de un derecho unilateral.

Existen ejemplos como el escocés que demostrarían que existen cauces para canalizar esas aspiraciones.

Pero es un referéndum autorizado por el Gobierno inglés. El Ejecutivo escocés reconoció que no tenía competencia ni legitimación para convocar un referéndum unilateral y el Gobierno inglés dijo; de acuerdo, lo convoco yo.

Para dar respuesta a esa aspiración mayoritaria en Cataluña habría que modificar la Constitución para satisfacer a los nacionalistas o simplemente habría que abrir el melón constitucional en clave federal para reorganizar el Estado.

El federalismo no tiene nada que ver con esta cuestión. Estamos hablando de la secesión, ahí el federalismo no cambia nada. Lo que plantean los catalanes es la separación, y para llevarla adelante hay que modificar la Constitución, porque parte de la base de que solo hay un pueblo que es el español. Lo lógico sería establecer un proceso como el marcado por el Tribunal Supremo de Canadá: primero ver si existe una mayoría seria, sólida, estable, con razones fundadas que pida eso. No una mayoría circunstancial. Y si existe, vamos a ver cómo se puede o no llevar a cabo. Eso se puede hacer con un referéndum consultivo convocado por el Gobierno de España.

¿Sigue pensando que el soberanismo es una opción sin salida en la democracia actual?

No conduce a nada, salvo a satisfacer sentimientos de corto alcance. Hoy en día, la soberanía como concepto ha dejado de tener sentido, está totalmente repartida en un montón de instituciones, niveles, corporaciones.

Sin embargo, la construcción de Europa hoy en día se sigue haciendo desde los viejos Estados nación.

En parte. Los Estados nación han perdido una enorme cantidad de soberanía que hoy en día está en Europa o en otras instituciones intermedias. El proceso al que vamos es que la soberanía se disemine de tal forma que como tal no exista. ¿Dónde está la soberanía hoy en día: en Bruselas, en Franfurt, en Madrid, en Euskadi? El soberanismo vasco o el catalán lo único que quiere es eliminar uno de los escalones que existe. No conduce a nada y tiene un coste enorme por el camino.

Un sentimiento, además, muy movilizador.

Sí, porque vende esperanzas, no reales, pero esperanzas de soberanía. La vía soberanista es una vía frustrante. Pero no puedo deslegitimar a quienes tienen unos sentimientos y quiere satisfacerlos cueste lo que cueste.

No parece que su libro sea el de cabecera de Mariano Rajoy.

Es que no es el libro de cabecera de nadie. Tampoco en Canadá optaron por la vía definida por el Tribunal Supremo hasta pasar por dos referéndums traumáticos. Probablemente aquí necesitemos estrellarnos un poco más y llevar este proceso tan frustrante al límite para igual en el futuro entrar en una vía más razonable.

El Gobierno vasco y el PNV sí parecen haber aprendido de lo que pasó con el plan Ibarretxe.

Creo que aprendió del plan Ibarretxe y piensan, frente a la izquierda radical nacionalista, que no es tiempo de planteamientos radicales en esta materia en la sociedad vasca porque la divide. Y de momento están en una vía más posibilista de ir consiguiendo un nuevo estatus que sería el blindaje de la autonomía, pero sin descartar la secesión en el futuro.

Con la abdicación del Rey, se abre un nuevo tiempo que el propio Felipe VI reivindica. Y los nacionalistas han aprovechado el momento para llamar a la puerta del monarca.

Había un filósofo que decía que llamamos nuevo a algo cuando no sabemos qué es. No veo ningún nuevo tiempo, más bien un retroceso en España. Problemas básicos que parecía que la Transición había solucionado, ahora estamos volviendo a la época de 1931 que es cuando se intentaron solucionar y no se consiguió. La forma de Estado (República o Monarquía) que parecía ya solucionado vuelve a ser un problema. La relación con la Iglesia, igual. Vamos hacia atrás, es terrible.

¿Esto está ocurriendo porque no hay políticos de la talla de los que había durante la Transición?

Que faltan liderazgos es evidente. No creo que sea una cuestión generacional, es un problema de funcionamiento de la democracia, de supeditación a la opinión pública, de exceso de partidismo que impide que surja un líder. No hay más que ver ahora al PSOE, está eligiendo su líder y no conocemos las ideas que diferencia a uno y a otro. Solo sueltan eslóganes, parece un concurso de belleza.

¿La política se ha convertido en un ir y venir de eslóganes?

En gran parte sí. Eso unido a la crisis económica que hay y a la situación de angustia y pobreza que afecta a muchas capas de la población hace que surjan movimientos que dan eslóganes simples a problemas complejos. Eso es populismo.

¿Eso explicaría la irrupción de Podemos?

Creo que sí. La desilusión por los partidos tradicionales, que lo han hecho muy mal, el desgaste de las instituciones que ha habido en España por mal uso que han hecho de ellas los partidos y por su detentadores. Es todo. Si la monarquía tiene mala fama es por el mal uso que ha hecho de ella el Rey.

¿Cómo ve el ascenso de partidos abiertamente antieuropeístas, xenófobos, fascistas en Europa?

Europa está pasando por un mal momento. Lo que le pasa es que no tiene un público, un pueblo europeo con el que conectar. Y para construirlo hay un método que es el nacionalista, crear unos sentimientos de unión, prohibido en Europa porque los Estados nacionales no lo permiten, lo ven como una invasión de su coto reservado. Otro método es el participativo, participando se crea un pueblo. Es mejor camino, pero hay que participar más. Y un federalismo europeo es impensable hoy por hoy. Los Estados no van a ceder, no va a haber unos Estados Unidos de Europa.

Y una Europa más cerrada, menos permeable y que nos asalta con fotos como las de la valla de Melilla o Lampedusa.

En el fondo, el problema de Europa es que somos una sociedad vieja. Y una sociedad tan envejecida lo que pide es seguridad, no quiere riesgos, ni aventuras, ni nuevos caminos ilusionantes. Una sociedad miedosa al futuro. Nuestra sociedad no quiere cambiar, quiere que le aseguren un Estado del bienestar a costa de lo que sea.

Pero tenemos una sociedad dual en la que ya no todos se benefician de ese Estado social.

Porque no se puede garantizar, porque para garantizarlo probablemente hay que arriesgar más. No veo a China o la India con sociedades tan angustiadas con su futuro, y eso que también lo tiene crudo, pero van para adelante. La sociedad europea ya no es capaz de garantizar trabajo a todo el mundo, trabajo para vivir correctamente. Saldremos del bache, pero lo público, el Estado deberá garantizar unos ingresos mínimos decentes a toda persona con independencia de que tenga o no trabajo, una renta básica garantizada, porque trabajo de calidad no va a haber. Trabajo basura, sí, ¿pero con eso la juventud dónde va? Aquí hay un cambio histórico de civilización. No volveremos a lo de antes, ni aquí ni en Alemania.

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