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Por qué el sistema educativo no es capaz de garantizar la igualdad de oportunidades

Alumnos durante una clase.

Eduardo Azumendi

La educación tiene un valor incalculable a la hora de prevenir la pobreza y la exclusión social. Por eso se configura como uno de los factores a tener en cuenta a la hora de analizar la transmisión intergeneracional de la pobreza. Sin embargo, el sistema educativo “no es capaz de garantizar la igualdad de oportunidades y no consigue frenar suficientemente la transmisión de las desigualdades educativas”. Al menos así lo aseguran Raúl Flores Martos, Mónica Gomez Morán y Victor Renes Ayala, autores del informe La transmisión intergeneracional de la pobreza: factores, procesos y propuestas para la intervención, de la Fundación Foessa (Fomento de Estudios Sociales y Sociología Aplicada).

“Uno de los riesgos de que la brecha de la pobreza siga aumentando”, apuntan en su trabajo, “es que, al hacerlo, también lo hace la brecha educativa y los niños con familias de origen socioeconómico más bajo tienen mayores probabilidades de asistir con menor regularidad a la escuela o de hacerlo en condiciones de mayor precariedad. Los efectos negativos de la situación de riesgo de pobreza o exclusión no sólo afectan al rendimiento escolar de las niñas y niños, o a las probabilidades de un abandono prematuro, sino principalmente a su desarrollo personal y a sus expectativas vitales cuando sean adultos. Es por ello que , es por ello que la educación tiene un valor incalculable a la hora de prevenir la pobreza y la exclusión social”.

El estudio del sistema educativo y su papel regulador de las desigualdades educativas ha sido analizado en diferentes investigaciones recientes y mediante la revisión de los sistemas educativos contemporáneos. “El conjunto de las investigaciones coincide en reconocer cómo el sistema educativo no solo no consigue evitar las desigualdades educativas y paliar la incidencia de los estudios paternos, sino que, a menudo, actúa como reproductor intergeneracional de las desigualdades educativas”, inciden los especialistas.

En esta línea, apuntan que las investigaciones han demostrado “suficientemente” la correlación entre los niveles educativos de los padres y de los hijos, así como “entre la ocupación del padre y los estudios de los hijos, planteando por tanto la duda sobre la igualdad de oportunidades en los sistemas educativos, y en el sistema educativo español en particular”.

El papel que juega el sistema educativo, en su estructura, en sus fines y estrategias, así como la inversión de recursos, “se encuentra en permanente relación con los elementos del entorno social, con la motivación personal, así como con las aptitudes y expectativas individuales”

Aunque la escuela se presenta como “teóricamente igualitaria” haciendo parecer la exclusión de los individuos pertenecientes a las clases bajas como “una autoexclusión debida a la falta de motivación o inteligencia, la realidad es que no acaba resolviendo esa pérdida de expectativas y de orientación de futuro”.

Promesas incumplidas

Promesas incumplidasDe esta manera, “el sistema escolar no pone las condiciones para lograr lo que promete, como la igualdad de oportunidades, al no tener en cuenta las desigualdades reales que operan en su seno. Pero sus efectos no se reducen a permitir esta reproducción de las desigualdades: su dinámica de funcionamiento tiende, al contrario de lo que proclama, a incrementar las desigualdades de partida”. Así, el propio sistema escolar, “al reposar toda su lógica en la igualdad formal de los estudiantes, se halla incapacitado para reconocer las desigualdades sociales: esta ceguera obliga y autoriza a explicar las disparidades de éxito escolar en términos de dotes naturales”.

Los expertos resumen la cuestión de la siguiente manera: “en la actualidad, el sistema educativo no es capaz de garantizar la igualdad de oportunidades, no consigue frenar suficientemente la transmisión de las desigualdades educativas. Y esa incapacidad e insuficiencia le convierte en un factor de transmisión de los niveles educativos de los progenitores a los hijos y por tanto en un factor de transmisión de la pobreza entre la población que sufre ya la pobreza y/o la exclusión social”.

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