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Insumisos: 30 años del 'no' a la mili

Concentración antimilitarista.

Maialen Ferreira

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Han pasado 30 años de aquel 20 de febrero de 1989 en el que 57 jóvenes se presentaron ante diferentes gobiernos militares de todo el Estado para plantar cara al sistema y declararse insumisos. Fueron los primeros de un movimiento que fue cogiendo fuerza hasta alcanzar los 25.000 miembros en los 12 años posteriores. Iñaki Carro y Luis García fueron dos de los 12.000 insumisos censados en Euskal Herria que tuvieron que pasar un año de su vida en prisión por defender sus principios antimilitaristas.

“La insumisión no es sólo decir que no quieres ir a la mili y no ir, es aprender a cuestionar cosas que vemos normales pero que no lo son. El éxito que tuvo el movimiento fue gracias a la madurez social que yo creo que hemos perdido, porque seguimos desarrollando mucha violencia y muchas guerras. No nos creemos que somos partícipes de ellas. No está todo hecho, tenemos mucho por hacer, la guerra empieza aquí, aquí se fabrican armas, seguimos teniendo un Ejército”, explica a eldiarionorte.es Luis García, quien comenzó a estudiar ingeniería tras pasar un año en la cárcel de Basauri y actualmente trabaja en producción, en una fábrica.

Con la llegada del movimiento antimilitarista de los insumisos, el Gobierno a finales de los 80 comenzó una estrategia de división entre los primeros que se atrevieron a decir “no” a la mili, los conocidos como los de “la vieja escuela”, y los nuevos insumisos que querían luchar por la causa. A los primeros, que eran relativamente pocos, se les condenaba a un tercer grado o a penas de un año de cárcel que a veces se reducían a 6 o 7 meses. Se trataba de “unos pocos insumisos pero muy convencidos, dispuestos a asumir el castigo que supondría”, según Iñaki Carro.

La estrategia del Gobierno para tratar de debilitar el movimiento fue endurecer las condenas de aquellos que durante los años posteriores se iban uniendo a la causa.“Como la estrategia era dividirnos no nos dejamos dividir: ”si vas a meter a los chavales jóvenes, a los que vienen detrás, a la cárcel, yo también voy. O todos o ninguno, eso fue la tónica de ese movimiento. Eso duró cuatro o cinco años hasta que no pudieron asumir el costo político que suponía tener a un montón de chavales jóvenes en la cárcel por el mero hecho de negarse a hacer algo que la gente no quería hacer. En otros sitios igual no era tan claro pero en Euskal Herria el rechazo era clarísimo, abrumador“, señala Carro, quien comenzó a estudiar Derecho en la cárcel y ahora es abogado de movimientos sociales, profesor y músico.

Carro fue condenado al segundo grado después de realizar un “plantel” durante Aste Nagusia en 1994. Era común que de vez en cuando los insumisos decidieran no acudir a la cárcel como símbolo de su descontento con el sistema. Esa noche tenía que cumplir con el tercer grado e ir a dormir a la cárcel de Basauri, pero se negó. Realizó una rueda de prensa y contó con el apoyo del exportero del Athletic Club de Bilbao José Ángel Iribar, el pregonero de las fiestas durante aquel año, y de Bilboko Konpartsak. Este tipo de acciones, según Carro, adelantaron el final de la mili entre 12 y 13 años.

“Al final el propio Gobierno tuvo que asumir que no podía parar eso. Si no había la amenaza de la cárcel no iba nadie, lo que empezó a pasar los últimos años es que ya no iba nadie y para tener una mili a la que no iba nadie pues mejor quitarla, y la quitaron. Tenían previsto tener un ejército profesional sin servicio militar obligatorio para 2015 y en 2001 ya tuvieron que ceder y quitarlo”, explica Carro.

Carro y García coinciden en una idea: el movimiento de insumisión no es algo que haya acabado. Que consiguieran acabar con el Servicio Militar Obligatorio “no significa mucho” al ver que el Ejército sigue estando ahí y aún se siguen fabricando armas en lugares como Euskadi. La insumisión se trata de un despertar de la sociedad ante cuestiones “que están ahí y nadie habla, que nadie se cuestiona”. Ambos lamentan que la juventud actual no tenga tan clara la ideología que ellos comenzaron a impulsar a finales de los 80.

Fueron un total de 1.670 los insumisos que terminaron en prisiones militares o en la cárcel mientras transcurrió esta iniciativa: desde febrero del 89 hasta el 31 de diciembre del año 2001, fecha en la que se abolió el Servicio Militar Obligatorio.

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