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Tormenta eléctrica en el Music Legends: Hughes and Beck (y Popovic)

Los Purple sonaron de nuevo con Glenn Hughes, en el Music Legends.

Aitor Guenaga

En la música en directo no hay por qué elegir. Y el BBK Music Legends Festival lo ha entendido a la perfección. Sus promotores han conseguido en solo tres ediciones asentar una propuesta musical que engancha a un público cincuentón (más o menos), que huye (si es posible) de los festivales masificados veraniegos y que aplaude los esfuerzos que hace el equipo de esta liturgia comunitaria para enganchar a leyendas y glorias de la música y juntarlas con propuestas musicales más novedosas y frescas. Eso es el Music Legends, y lo ha vuelto a demostrar en esta edición.

En la segunda jornada, tras el éxito de Steve Winwood y Wilko Johson de la víspera, la tormenta solo fue eléctrica. Amenazaba lluvia, pero finalmente las predicciones tormentosas se convirtieron en descargas de guitarrazos (de la mano de Glenn Hughes y su banda, que sonaron a los históricos Deep Purple como si Lord, Blackmore y los otros purpurados estuvieran por allí) y punteos imposibles (con un Jeff Beck casi ausente, dedicado solo a sus guitarras, pero moldeando una actuación épica en la explanada de La Ola, en Sondika (Bizkaia). Un enclave natural, hecho a la medida humana y al que se puede llegar en metro desde el mismo centro de la capital vizcaína en menos de diez minutos. ¿Quién puede pedir más?

Bueno, se puede pedir un cartel atractivo y variado. Como el de este año. Y por pedir también se puede reclamar algo más de empatía con el público a alguna de las leyendas que nos han visitado. O que al menos no le digan cuándo puede o no puede sacar fotos de una actuación en directo en un lugar como La Ola.

Pero al respetable -más de 4.000 personas este sábado- todo se le olvida cuando la actuación de Beck trufa el blues o el rock con, por ejemplo, una versión del A Day in the Life del sargento pimienta de The Beatles. O cuando se agarra un temazo soul como es el Superstition de Stevie Wonder y lo mete en la lavadora del rock hasta amplificarlo al máximo. O hacer lo propio con el A Change is Gonna Come, de Some Cooke o con alguna joya de Jimi Hendrix. Son algunas de las perlas que nos ha dejado el maestro Beck, que sabe como nadie acariciar con los dedos la Fender (¡la púa es una invento del diablo!), pero que solo acertó a decir “Thank you”, casi al final de la actuación; preguntar: “¿How r' you doin'?” y acabar la frase con un “good”. Y ya. Con 74 años es normal que este músico haya decidido mostrarse como quiere, sin pedir permiso a nadie.

Los dedos mágicos de Beck

Al menos dijo algo. Otros, como el bardo de Minnesota, Dylan, a veces ni eso. Debe ser el problema de los que piensan que levitan. Pero Beck convirtió todo eso en pequeñeces, bagatelas, tonterías... con sus dedos mágicos y su banda, a la altura del maestro con un baterista que, en mi opinión, sobresalía por encima de todos. sin hacer de menos a la intérprete del cello, que creó unos ambientes envolventes y sugerentes en muchos momentos de la actuación.

Algo, la ausencia, que no le pasa a Glenn Hughes, que hizo un magnífico repaso del repertorio de los Deep Purple y se mostró encantado de estar tocando en Basque country. Un sonido pesado, compacto, afinado, cada instrumento en su sitio, cada falsete de Hughes en el instante preciso, cada punteo y cabalgada por el mástil del hombre de negro... Así fueron cayendo Burn, Must Just Take Your Life, Smoke on the Water -con el inicio de Lazy como entrante-, Highway Star o una versión del Mistreated que nos dejó KO. Uno se da cuenta rápido cuando alguien está disfrutando. Y eso es lo que hizo este grupo en el Music Legends. “Stay free, Love is the answer”, se despidió Glenn, dando así sentido a la paloma con los colores del arcoiris que asomaba por detrás en el atrezzo del escenario.

Eléctrica se mostró también la serbia Ana Popovic, que ha iniciado su gira europea en España tras abandonar territorio estadounidense, donde vive en estos momentos. Enfundada en un traje de lentejuelas gris, pegado como el 'lottite' al cuerpo, hizo casi el bolo más largo del festival. Blues, rock, más blues, más rock, versiones y, sobre todo, una presencia en el escenario que lo llenaba todo.

Y luego llegó otro astro musical. John Cale, que se despidió con I'm Waiting for The Man de la Velvet Underground. Pero que antes hizo un concierto en el que saltaba de la guitarra al teclado arrastrando una cojera más que considerable. Una canción se superponía a la siguiente y un estilo a otro completamente diferente. Sin solución de continuidad. Con un bajo tal vez demasiado presente (y distorsionado), pero desgranando una propuesta musical aplaudida por los miles de seguidores que se han acercado a ver a la media naranja viva de la Velvet (Lou, por desgracia, ya no está entre nosotros). Tocó Fear Is a Man´s Best Friend, Gun, Westeland, entre otros temas de su abultado repertorio.

Habrá mas leyendas y se acercarán más supernovas, la esencia de un festival que funciona. Sin duda, han dado con la tecla.

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