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“Cualquier sitio es mejor que Idomeni, excepto porque Idomeni es la esperanza y los nuevos campos son la resignación”

El campo de Idomeni, tras el desalojo

Marcos Pérez Pena

La policía griega comenzó en la mañana de este martes a desalojar el campamento improvisado de Idomeni, en la frontera con Macedonia, en el que habitaban alrededor de diez mil refugiados y refugiadas. Hace unos días 2.400 de estas personas ya habían empezado a ser trasladadas a otros campos ubicados en el norte de Grecia, campamentos militarizados -con mejores instalaciones- donde serán enviadas la mayor parte de los y de las hasta ahora residentes en Idomeni. Durante la noche las autoridades griegas habían cortado ya los accesos al campamento y les habían pedido a los y a las voluntarias y a los y a las periodistas allí presentes que abandonasen el lugar.

María Vence se encuentra en la zona de Idomeni desde hace 15 días, trabajando como voluntaria independiente, realizando distintos labores de ayuda a las personas refugiadas, desde distribución de comida y leña hasta la localización de casos especialmente vulnerables para intentar agilizar una solución para ellos y ellas, pasando por impartir clases de inglés. Al igual que el resto de las personas que allí trabajan con ONGs, María Vence se vio obligada a abandonar el campamento en la madrugada del lunes al martes (“a la una y media de la mañana, cuando ya estábamos en los sacos de dormir, aparecieron unos policías de paisano, y nos dijeron que teníamos que salir del campamento, que teníamos que marcharnos de inmediato”), aunque desde entonces ha continuado en contacto con algunas personas que permanecieron en el interior del campo

Vence había conseguido entrar en el campo dos días antes, no sin dificultad, pues la policía griega estaba ya restringiendo el acceso de las personas que trabajan con las ONGs. “Queríamos estar dentro del campamento, porque sabíamos que iban a desalojarlo en algún momento. Quería estar allí en ese momento para ayudar a las familias, traducirles, ayudarlas a empaquetar, calmar a los niños...”, dice.

“Se quedaron algunos voluntarios y algún periodista escondidos dentro del campamento. Ellos y las propias familias de refugiados con las que tenemos contacto, son quienes nos han ido contando el minuto a minuto del que pasa. Por la mañana, hasta las doce del mediodía, la cosa estaba tranquila. La policía iba tienda por tienda, diciéndoles a las familias que tenían que abandonar el campamento. Pero a última hora de la mañana comenzaron a enviarnos imágenes de bulldozers que habían entrado para echar abajo las tiendas”, cuenta. En principio, no se produjeron grandes incidentes, con una importante presencia policial (alrededor de un millar de efectivos), después de que hace unos días las autoridades griegas cargasen con gases lacrimógenos contra un grupo de refugiados que querían derribar la valla que impide el acceso a Macedonia.

Vence explica que “mayoritariamente la gente está abandonando el campo. Pero hay muchas personas que quieren quedarse en Idomeni, de forma pacífica, until the last hope, como dicen ellos, hasta la última esperanza. Sobre todo no quieren dejar el campo los magrebíes, principalmente argelinos y marroquíes, y los pakistaníes, porque no tienen derecho a pedir asirlo en la UE. Por lo tanto, a esta gente van a deportarla directamente”.

“La resistencia de la gente a abandonar Idomeni está más que justificada” -dice- “Hay quien ve muy claro que el paso lógico es que estas personas abandonen el asentamiento de la frontera y vayan a espacios habilitados por el gobierno donde van a estar mejor, con comida, ducha de agua caliente e incluso escuela para los más peques”. “Desde luego cualquier sitio es mejor que Idomeni, excepto porque Idomeni es la esperanza y estos nuevos campos son la expresión máxima de la resignación y el abandono”, subraya. “Las personas refugiadas son conscientes de que la Unión Europea no ha hecho nada por ellas hasta ahora y una ducha de agua caliente y tres comidas al día no es alivio suficiente para quien huye de la guerra y de la persecución”, añade.

“También les duele y molesta que la UE y algunas organizaciones vendan que estos campos en los que -excepto uno o dos- no hay ni catres para dormir, representan una mejora de su dignidad y de su vida. Son espacios muy precarios en los que tendrán que pasar muchos meses antes de que alguien responda a su solicitud de asilo. Algunos, son antiguas naves abandonadas. ¿Idomeni era mejor? No, pero era su elección. Ahora hasta eso se les ha robado”, dice.

María Vence mantiene un contacto continuo con un joven sirio y una familia kurda. “El chaval está sólo, perdió un ojo en Siria, en un ataque de ISIS y tuvieron que ponerle uno de cristal. El otro día, cuando la policía empleó gas lacrimógeno en el campamento, la úlcera del ojo se le volvió a abrir”. La familia es kurda, de pasaporte sirio. “El padre murió por el camino. Y la familia quiere quedarse hasta el final, quiere resistirse a marcharse de Idomeni”. Dice que en las próximas horas va a estar también muy pendiente de una mujer transexual pakistaní, que localizó hace tres días. “No tiene derecho a asirlo y no sabe leer ni escribir. Estamos intentando encontrar una solución para ella a través de la embajada española, pero hasta ahora no hemos conseguido nada”, explica.

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