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La antigua cárcel de A Coruña reabre sus puertas para homenajear a las víctimas de la represión

Exterior de la antigua prisión

Marcos Pérez Pena

30 años después de su cierre como cárcel y 6 años después del breve período (2010-11) en el que acogió varios actos culturales y exposiciones, la ciudadanía de A Coruña pudo volver a entrar este jueves en la antigua prisión provincial. Lo hizo a través de Celsa Díaz, que entre 1973 y 1974 (con solo 18 años) estuvo tres meses encarcelada tras una protesta contra la selectividad. Ella fue la encargada de abrir la puerta, dando paso a integrantes de colectivos sociales y periodistas, que participaron en una visita organizada por el Ayuntamiento.

En los próximos tres meses el espacio (cedido por el Ministerio de Interior por dos años mientras se resuelve definitivamente el litigio abierto con la ciudad sobre su titularidad) será objeto de trabajos de acondicionamiento y reparación para asegurar la protección de su estructura, con el objetivo de que en primavera pueda comenzar a acoger actividades. Su modelo de gestión y sus usos aún deben ser definidos en un proceso participativo con entidades sociales y culturales que tomará como base “el trabajo desarrollado en los últimos años por el Proxecto Cárcere”, destacó el alcalde Xulio Ferreiro. Este mismo martes este colectivo, que llevaba seis años reivindicando la cesión del inmueble a la ciudad y su apertura como centro sociocultural y espacio de memoria, le entregó al Gobierno local su propuesta de usos para el edificio, que -defiende- debe tener un funcionamiento autogestionado.

La tarea más urgente, sin embargo, es esa labor de rehabilitación (que cuenta con 300 mil euros aportados a partes iguales por Ayuntamiento y Ministerio), que comenzarán por la “reparación de la cubierta de todo el complejo, para después habilitar y hacer accesible la zona de acceso y el vestíbulo, así como el patio anexo, con lo que habría posibilidades ya en esta primera fase de poder realizar actividades, tanto en una zona exterior como interior”, explicó el concejal de Regeneración Urbana, Xiao Varela. Será en ese momento cuando se permita el acceso libre al público.

Espacio de memoria

La antigua cárcel de A Coruña es, sobre todo, un espacio de memoria, de memorias. Inaugurada en 1927, desde 1936 fue usada para recluir a cientos de víctimas de la represión franquista, tanto en la guerra como en la postguerra como en las cuatro décadas siguientes de dictadura. “Corporaciones municipales enteras, dirigentes obreros, intelectuales, maestros, anarquistas, comunistas, socialistas, republicanos, guerrilleros... Los muros de la prisión provincial de esta ciudad fueron testigo de nuestra terrible historia”, destacan la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica y el Proxecto Cárcere. “Queremos que se conozca lo sucedido, reflexionar sobre esos terribles años y también que se libere, de alguna manera, el sufrimiento que hubo detrás de estos barrotes”, señalan.

Es por eso que uno de los puntos centrales de la propuesta realizada por este colectivo ciudadano es la constitución de “un espacio permanente de reflexión y proyecto de futuro sobre los derechos humanos utilizando la memoria histórica como base”. Un lugar que vaya más allá de un “museo estático y alejado de la vida contemporánea” sino que sea “un ente vivo conectado con la actualidad social y política, como una escuela permanente y en continuo diálogo del pasado, presente y futuro con la memoria”.

Esa memoria viva del dolor que acogieron estas paredes (y espacios próximos, como el Campo da Rata, donde decenas de republicanos fueron fusilados) caminó este jueves por las galerías, patios y celdas de la prisión. Dolor y resistencia. Allí estaba Celsa Díaz que, emocionada, destacaba el “orgullo y la dignidad” de los cientos de personas que fueron recluidas aquí “por luchar por la libertad, por luchar por un mundo mejor”.

Y también Suso Díaz (ex secretario general de CC.OO. en Galicia), enviado a esta prisión tras las protestas obreras de 1972 en Ferrol. Aquí estuvo dos meses, siendo trasladado después a otras cárceles. “En las cárceles también hacías oposición, de alguna manera: protestábamos en las celdas, en el 1º de mayo nos levantábamos cantando la Internacional... La prisión era también un espacio de formación”, comenta. Recuerda también las visitas de su familia, que sólo podían durar unos minutos, separados siempre por un metro de distancia y bajo la constante vigilancia de los guardias. “Sólo una vez permitieron que mi hija [la actual diputada de En Marea Yolanda Díaz], que tenía un año, entrara para que la pudiera coger”, dice.

“Sería muy interesante poder exponer en la propia prisión la historia de las personas que allí estuvieron presas. Las historias de estas personas pueden enseñar mucho sobre la defensa del bien común, de la regeneración democrática”, subraya la historiadora Carmen García-Rodeja, coordinadora del proyecto Memoria do CárcereMemoria do Cárcere, dedicado a rescatar las muchas historias que se vivieron entre estas paredes hoy agrietadas y estos barrotes hoy oxidados. Un espacio que en pocos meses podrá ser usados por los vecinos y vecinas de la ciudad.

En Memoria do Cárcere podemos leer ya docenas de historias personales de esta prisión, como la que relata uno de los hijos de Arturo Taracido Veira, teniente de Alcalde de A Coruña y vicepresidente de la Diputación provincial hasta su detención en julio de 1936. Taracido le contó que un día, desde su celda, vio que conducían por el patio a varios presos, muy jóvenes, para ser fusilados en el exterior. Desde una ventana una reclusa le pidió a uno de los chicos que iba a morir, que tenía muy buena voz, que cantara. Y allí, en medio del patio, entonó el Adiós a la vida, parte de la ópera Tosca: “El tiempo huyó. Y muero desesperado! Y muero desesperado! Y no amé nunca tanto la vida! Tanto la vida!”.

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