Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

El baltarismo vuelve a imponerse en el PP gallego diez años después de que Feijóo intentase tumbarlo

Baltar muestra el bastón de mando tras ser elegido presidente de la Diputación de Ourense por tercera vez

David Lombao

Hace diez años, en junio de 2009, todavía no habían transcurrido los cien días de gracia de Alberto Núñez Feijóo en la Xunta. El sucesor de Manuel Fraga era observado como el barón territorial que había recuperado la Xunta para su partido y que además había brindado a Mariano Rajoy una victoria electoral clave para su supervivencia política tras perder por segunda vez contra el PSOE de Zapatero.

Fue en aquel 2009 cuando el equipo de Feijóo impulsó la operación con la que, una vez reconquistada la Xunta, pretendió acabar con el baltarismo desarticulando la maniobra de José Luis Baltar: situar a su hijo al frente de la presidencia provincial del PP de Ourense para después hacer lo mismo en la Diputación provincial. El aparato del PPdeG e incluso del PP central promocionaron a un candidato alternativo al proceso congresual provincial, Juan Manuel Jiménez Morán, entonces alcalde de Verín, que acabaría cayendo por 723 a 423 votos. Aquella había sido, sobre todo, la primera y más sonora derrota política de Feijóo y sus afines, que ya no pudieron hacer nada por evitar, dos años después, que Baltar padre legara a Baltar hijo también el poder en la Diputación.

El bastón de mando de la Diputación que Baltar ha vuelto a levantar este viernes fue, precisamente, lo que el baltarismo vio en riesgo tras las elecciones municipales del pasado 26M. Tras un agitado mandato, en el entorno del PP de Ourense se temía la pérdida de hasta dos diputados provinciales y con ellos, de la mayoría absoluta en la institución que la familia controla desde 1989. Y así sucedió. Baltar se quedó con 12 y la aritmética de la nueva corporación le daba dos alternativas para retener el poder: pactar con Ciudadanos (1 escaño), que se alimentó de escindidos del propio PP para las municipales, o hacerlo con Democracia Ourensana (2 escaños), el partido local que hizo del antibaltarismo una de las claves de su crecimiento.

El PSdeG, primera fuerza en el ayuntamiento de la capital provincial -9 de 27 ediles- y segunda de la Diputación -9 de 25 diputados- ofreció lo que llamó un “pacto por la regeneración política para poner fin al caciquismo de los Baltar”, que en la Diputación pasaba por una compleja mayoría en la que confluyeran PSdeG, DO y, también -al mismo tiempo- BNG y Ciudadanos. Para explorar esa posibilidad el líder de los socialistas en la provincia y candidato a la alcaldía de Ourense, Rafael Rodríguez Villarino, incluso puso sobre la mesa la posibilidad de alternarse en el poder con los de Jácome, cuestión que no era pacífica siquiera dentro del propio PSdeG.

Pero, más allá de los movimientos del PSdeG, la maquinaria del PP estaba a pleno rendimiento. El discurso oficial de la dirección del PP gallego se limitó a reiterar la doctrina de la “lista más votada”, asegurando que “dejaría gobernar” a los socialistas en el Ayuntamiento si ellos hacían lo propio con Baltar en la Diputación. Una posibilidad tan remota como la de que Baltar no jugara todas sus cartas para retener el poder.

El barón ourensano podía actuar desde el convencimiento de que la cúpula de Feijóo no lo iba a frenar por dos motivos. Uno, la absoluta autonomía -o incluso independencia- de la franquicia ourensana del PP con relación a la dirección gallega. El otro, la casi igual de absoluta necesidad de conservar la Diputación de Ourense para que la estructura del baltarismo no se derrumbase y con ella, el granero de votos ourensano, clave para que el PPdeG pueda llegar a 2020 con aspiraciones reales de mantener la Xunta.

La política ourensana hirvió durante las dos semanas que transcurrieron entre la confirmación de la pérdida de la mayoría absoluta en la Diputación y el anuncio del acuerdo con Democracia Ourensana. De ese hervidero emergió un pacto rubricado por Baltar y Jácome, antaño enemigos, que implicaba otorgar la alcaldía de Ourense al líder de Democracia Ourensana -tercera fuerza de la corporación, con los mismos 7 ediles que el PP, pero menos votos- a cambio de salvar al baltarismo en la Diputación. Los insultos que ambos se habían dedicado habían pasado a ser cosas del pasado. “Ahora” la relación es “excelente”. Hablan “todos los días” e incluso “puede” que intercambien memes con sus teléfonos móviles, declaró Baltar a Onda Cero. Los dos bipartitos estaban hechos.

En ese intercambio Baltar sacrificó sin gran dolor al ex-conselleiro Jesús Vázquez tras cuatro años de ejercer la precaria alcaldía que Feijóo le había encomendado conseguir y Jácome hizo lo propio con su antibaltarismo. A cambio, Jácome logró la alcaldía que deseaba y Baltar, la presidencia de la Diputación, pero también algo más: el compromiso de que Democracia Ourensana no se vuelva a presentar a las elecciones autonómicas, comenzando por las de 2020.

Baltar logra de este modo evitar que unos cuantos miles de votos a DO puedan, en un escenario ajustado, restarle escaños autonómicos al PP de Ourense, los cales a su vez suelen ser claves para que el PPdeG retenga la mayoría absoluta en el Parlamento de Galicia. Baltar ha salvado su momento más crítico y ha logrado imponer su ley con unos beneficios colaterales para el PPdeG que hacen que ahora, incluso más que en el derribo frustrado de hace una década, quede claro que el baltarismo es capaz de sobrevivir políticamente más que el propio Feijóo.

Etiquetas
stats