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El otro drama de los incendios en Galicia

El monte Pindo, tras el incendio del pasado verano

Miguel Pardo

Los incendios están erosionando la parte más fértil del suelo en Galicia. Un completo estudio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) concluye que los abundantes incendios forestales que afectan al país cada año, “además de destruir los bosques, provocan importantes alteraciones del suelo al acelerar los procesos de degradación”, una situación “preocupante” porque supone un “empobrecimiento notable” de la calidad de la tierra y supone “un verdadero problema en un recurso no renovable a escala temporal humana y fundamental para la fauna y flora”.

Así lo advierte Serafín González, investigador del CSIC, organismo que analizó durante los últimos cinco años los sedimentos erosionados en suelos afectados por fuegos forestales de baja intensidad. El estudio permitió determinar que, a pesar de que la cantidad de elementos erosionados no era elevada, el empobrecimiento de la tierra sí es notable, al perderse la parte más fértil. Una consecuencia negativa más, y tal vez más grave de lo esperado, de la plaga de incendios que suele afectar a Galicia.

Fue el Grupo de Bioquímica y Calidad de Suelos del Instituto de Investigaciones Agrobiológicas de Galicia, en colaboración con el Centro de Investigaciones Forestales de Lourizán de la Xunta, quien realizó un estudio que se incluye en las investigaciones que el CSIC lleva a cabo en el país gallego desde hace más de dos décadas para analizar el impacto de los incendios sobre el suelo.

Serafín González explica que los incendios provocan importantes alteraciones del suelo al acelerar los procesos de degradación. “Está comprobado que afectan a las propiedades físicas, químicas y biológicas del suelo; ya se había evaluado su impacto en los macronutrientes (nitrógeno, calcio o magnesio), pero casi nada en los micronutrientes (manganeso, cobre y zinc); y esto es clave, porque estamos ante substancias generalmente presentes en pequeñas cantidades pero esenciales para el desarrollo de las plantas, y por lo tanto, para la recuperación de la tierra y de la vegetación después de un incendio forestal”, dice.

La investigación se realizó a través de quemas experimentales de baja intensidad en 2008 en varias parcelas del Monte Cabalar, en A Estrada, de donde se recogieron muestras de la tierra y de los sedimentos erosionados para estudiarlas. Fue un trabajo que trató un aspecto no muy abordado hasta ahora. Y los resultados “son preocupantes”. “Aunque la cantidad de sedimentos erosionados no es muy alta, sí observamos que lo que se está erosionando es la parte más fértil del suelo y, por lo tanto, la más rica en nutrientes” explicó Serafín González, que dice poder afirmar que los incendios forestales “empobrecen notablemente la calidad de los suelos, lo que constituye un verdadero problema al no ser un recurso renovable a escala temporal humana y fundamental para la fauna y la flora”.

Pero hay más, ya que las consecuencias tras los incendios –tal y como se demostró con los deslizamientos y erosiones en numerosos casos, como por ejemplo el del Monte Pindo– provocan sedimentos con niveles muy altos de micronutrientes como zinc y cobre, que pueden ser tóxicos en cantidades elevadas y que pueden contaminar márgenes fluviales, embalses o rías.

Una manera de paliar estas consecuencias es la aplicación de paja o sembrar herbáceas, dos técnicas que se empiezan a emplear en Galicia y que contribuyen a la protección y recuperación del suelo tras un incendio forestal. “Las pérdidas por erosión se reducen con la aplicación de cualquiera de las dos técnicas, pero sobre todo si el suelo es cubierto con paja”, explica Serafín González, que advierte que con este método la reducción se acerca al 90%. Además, no tiene los problemas de las herbáceas, que pueden introducir especies invasoras y que son poco efectivas si hay fuertes lluvias después del fuego. La cubierta de paja sería, por lo tanto, la mejor opción, una alternativa que es poco utilizada o en escasas superficies, tal y como se comprobó en el Monte Pindo y en las erosiones y problemas causados tras las primeras tormentas.

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