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Este blog es el espacio de opinión y reflexión de elDiario.es en Galicia.

Triste, pero un logro

Feijóo y Lozoya, en instalaciones de Pemex en Ciudad de México en 2014

Antón Baamonde

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Veremos que sucede el 12 de julio. Hasta ahora, todas las encuestas coinciden en que Feijóo ganará las elecciones con confort: por así decirlo, como quien toma una caña y un pincho de tortilla. ¿Tenía que ser así? La pregunta es pertinente, porque en estos momentos, la práctica totalidad de las ciudades y poblaciones medianas de Galicia, y tres de las cuatro diputaciones están en manos de la coalición PSdeG-BNG, con el apoyo de Unidas Podemos. Ese dato, por cierto, demuestra que un gobierno alternativo es perfectamente posible y que esos partidos están más formados en la cultura del pacto que en 2005, cuando Touriño y Quintana ganaron las elecciones.

Además, en las elecciones generales de 2019 la suma de votos de PP+Vox + Ciudadanos fue del 44% pero la suma de votos de PSdeG+ UP +BNG del 52%. En las que había habido unos meses antes, en abril, los porcentajes habían sido similares. Los electores gallegos, en sus franjas centrales, desaprobaban el clima áspero y hostil impulsado por las fuerzas que se hicieron la fotografía en la plaza de Colón. Esa fue la lección que Feijóo, si no la sabía ya, aprendió. Una diferencia del 8% entre los dos bloques es considerable. Nunca sucedió nada parecido desde el inicio de la autonomía. Con esa margen, el PP podría tener que desalojar San Caetano.

Pero, en medio, sucedió algo. O tal vez no. Si uno moja el dedo y comprueba la dirección del viento, parece que este, a día de hoy, es favorable para Feijóo. ¿Por qué? ¿Fue la gestión de la pandemia, que favoreció la gesticulación presidencial y la desaparición de los contrincantes? Sin duda, esa gestión está siendo bien valorada. ¿Se trata de la distancia social de Feijóo respecto a un Casado atento las pulsaciones de ese Madrid inflamado no solo por Abascal? Desde luego, hoy por hoy, Galicia parece preferir ser un oasis de calma en la hiperventilada España.

Pero hay más. Feijóo, a quién todo el mundo describe como astuto -que es la primera condición de un político-, supo desoír las llamadas de Cs para formar una entente cordiale mientras se desmarcaba de Vox. Feijóo necesita concentrar el voto de la derecha y sabe cómo hacerlo. El pacto con Arrimadas no le aporta nada y Feijóo presume, con razón, que los votantes de Vox, por más excitados que se sientan, se pliegan al voto útil para evitar que izquierda y nacionalistas lleguen al poder.

Pero el gran misterio de verdad, aquel que los politólogos de guardia han de saber analizar, es el voto dual: el hecho de que gente que en las elecciones generales vota a socialistas y nacionalistas, en las elecciones gallegas se abstenga o vote al PP. Para ganar las elecciones, en condiciones de relativa equipotencia electoral tienes que reunir tres condiciones: concentrar el voto en tu campo, que se abstenga una parte -por pequeña que sea- de tus contrincantes y/o saber captar algunos de sus votos. Son condiciones que Feijóo parece saber cumplir. No porque el PP de Galicia sea el gran partido que fue. Hoy por hoy, el PP de Galicia es un partido importante, pero de ningún modo aquel partido-régimen, confundido con la propia gestión de la autonomía, que llegó a ser en la época de Fraga. Aquel que inauguraba autovías, hospitales, colegios e institutos y era la viva imagen del Estado del Bienestar tal y como se manifestaba en la Tierra. El PP de Galicia está tan sometido a los avatares de la polarización social y política como cualquier otro partido. Su crédito está a la baja.

Tampoco porque su gestión sea feliz. Con Feijóo desaparecieron las dos cajas, para ser absorbidas por un banco venezolano, lo que es tal vez el suceso negativo más importante de la economía de Galicia en las últimas décadas y, by the way, poco explicado en sus detalles. La historia de Barreras y Pemex es cómica, y daría para una película de Berlanga. De hecho, es una pena que la prensa esté tan entregada porque daría para un sabroso folletín. La inversión externa es mínima y la balanza externa depende de Inditex o Citröen, que poco tienen que ver con lo que la Xunta haga o deje de hacer.

Por otra parte, según los informes Foessa, existe una aguda percepción social de la degradación de los servicios públicos -sanidad, educación, servicios sociales-. La inversión en I+D+i lleva diez años estancada, casi coincidiendo con el gobierno de Feijóo. La CRTVG, como lo afirman sus trabajadores, adoctrina con altiva fruición. La chusca polémica creada por la gerente del área sanitaria de Santiago, prima del presidente, da cuenta de que no siempre los cargos están ocupados por gente muy cualificada que, a veces, son de la familia. En realidad, si alguien levantara la voz y preguntara por los logros del PP en la última década tal vez no encontraría una respuesta muy contundente....

Si hubiese que resumir en una palabra lo que el PP de Galicia y Feijóo aportan a los ojos del público sería esta: estabilidad. Definitivamente, Galicia no mejoró con Feijóo. En absoluto. Pero mantuvo unos ciertos estándares. Y, en un país en el que la mentalidad colectiva es muy consciente de cuánto se puede volver atrás, ese es un logro. Triste, pero un logro. Es algo que dice mucho, por cierto, del estado de ánimo de la gente. Medio mundo es así. Claro que podía ser peor. Que la atmósfera se hubiese llenado de resentimiento, miedo y odio. Como sucede en el otro medio.

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