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Entrevista

El autor del cartel de carnaval denunciado por los ultracatólicos: “Parece que todo el mundo está deseando ofenderse”

Alberto Guitián, a la derecha, dibujando

Marcos Pérez Pena

Pocos días antes del Carnaval, allá por el mes de febrero, se inició una sorprendente polémica alrededor de uno de los carteles escogidos por el Ayuntamiento de A Coruña para promocionar estas fiestas, realizado por el dibujante Alberto Guitián. En la imagen aparecía una persona disfrazada de Papa (incluso con un Papamóvil de cartón) con una copa de vino en la mano, lo que molestó a determinados grupos católicos, que creyeron ver en el cartel una burla al Pontífice. A las críticas de la Asociación de Abogados Cristianos se sumó el Arzobispado de Santiago e incluso el Partido Popular, a pesar de las explicaciones dadas desde el Gobierno local de la ciudad, señalando que el dibujo solo representaba una persona disfrazada de Papa, un disfraz habitual en el Carnaval en toda Galicia.

La cosa pudo quedarse en un intercambio de declaraciones y en uno de esos intensos pero efímeros flames de las redes sociales. Pero un juez aceptó la denuncia presentada por Aurora Carro, presidenta de la Asociación de Viudas de Lugo, imputando al concejal de Cultura de A Coruña, José Manuel Sande, por un presunto delito de ofensa a los sentimientos religiosos. La declaración de Sande ante el juez se convirtió en una fiesta de reivindicación de la libertad de expresión y del carácter festivo e irreverente del Carnaval y, finalmente, la causa fue archivada. Al margen de la polémica permanecía el propio Alberto Guitián, que durante algún tiempo prefirió no hacer declaraciones a los medios sobre este asunto. Hacemos balance con él de este extraño proceso, ahora ya con un poco de distancia.

“Fue una cosa totalmente inesperada. Nunca hubo intención de ofender ni de escandalizar. Los carteles querían recoger el espíritu del Carnaval, y para mí el Carnaval es diversión y un poco de irreverencia”, destaca. Subraya que durante todo este tiempo atravesó por varias fases, en las que su nivel de indignación fue aumentando: “desde una primera, con las denuncias de la Asociación de Abogados Cristianos y otros grupos, a una segunda, que fue la instrumentalización política de este escándalo entre comillas”, para llegar a la denuncia de Aurora Carro, “que ya fue directamente un esperpento”. “Y una cuarta, que fue la que más tenso me puso, cuando algunos medios me llamaron para hacer entrevistas, algunas con preguntas de juzgado de guardia”, señala. “Esa fue la parte más ingrata”, confiesa. Con todo, destaca, “casi siempre tomé el tema con bastante distancia y flema. Porque parece un sainete de Berlanga y de Rafael Azcona”.

Al final, todo el proceso se inscribió en el mismo esquema que otras polémicas recientes relacionadas con los límites de la libertad de expresión y su judicialización. “Siempre es el mismo modus operandi”, dice Guitián. “Comienza por descontextualizar los hechos, porque los hechos en su contexto no generan polémica y estas campañas no tendrían recorrido”, comenta, al tiempo que señala una creciente facilidad para enredarse en este tipo de discusiones.

“Parece que todo el mundo está deseando ofenderse. Hay hipersensibilización tanto en los ambientes reaccionarios como en los más progresistas”, critica, destacando que el actual escenario de redes sociales “genera una especie de ruido continuo, son como un gallinero, todo el mundo quiere gritar más alto que los demás”. “Parece que todo el mundo tiene la necesidad de manifestar que se siente ofendidísimo o agredido, hay un ambiente de crispación continua. Estas polémicas parecen la leña, el combustible, para que las redes sociales se mantengan vivas. Acaba convirtiéndose en un espectáculo chusco”, añade.

“En las redes sociales hay un límite más difuso entre el espacio personal y el público. Todo caduca muy rápido, pero todo queda escrito, cualquiera puede revisar lo publicado hace unos años, y ahí tenemos un problema”, subraya. Sobre todo, Guitián cree exagerada la importancia que se le está dando a este tipo de polémicas y el tiempo que se les está dedicando: “Este tipo de debates están desviando la atención de temas realmente graves, que deberían tener más presencia en los medios y sobre las que debería haber más discusión”, concluye.

El nivel de gravedad del caso y, al mismo tiempo, su carácter de esperpento, creció con la imputación de José Manuel Sande. “Siempre puede aparecer una señora que, a título personal, interponga una denuncia. Hasta ahí bien, porque hay gente para todo. Lo que ya es preocupante es que haya gente de la magistratura que lleve esa denuncia adelante”, dice Guitián, que critica el mantenimiento en España de delitos como el de ofensa contra los sentimientos religiosos. “Te das cuenta de que en este país hay cosas que quedaron atadas y bien atadas, y que aún existe en España un poso conservador y muy retrógrado que contraataca con fuerza, como se está viendo con este caso, y con los de Cassandra, Strawberry o Zapata, mostrando un ambiente carcundio y ultraconservador”, destaca.

España es uno de los países de la UE que cuenta con este delito de ofensa a los sentimientos religiosos, inexistente en el Reino Unido, Francia o en los Estados Unidos. La Recomendación 1805 del Consejo de Europa, del año 2007, sostuvo sobre las afirmaciones contra los sentimientos religiosos, que las confesiones religiosas deben tolerar las afirmaciones críticas públicas y el debate sobre sus actividades, enseñanzas y creencias siempre que tal crítica no promueva insultos gratuitos e intencionales o la incitación al odio, a la violencia o la discriminación contra los fieles de una religión. A pesar de esto, el Arzobispado de Santiago afirmó en un comunicado de crítica al cartel que “los símbolos religiosos, y muy especialmente las figuras que representan a todas las confesiones religiosas, católicas o no, no deberían ser nunca objeto de utilización o manipulación, ni siquiera bajo la excusa del divertimento o de ocasiones lúdicas”.

En el debate abierto sorprendió igualmente el “doble rasero” que pareció existir en muchos sectores que sí habían hecho uso del Je Suis Charlie para defender a la revista satírica francesa tras el atentado sufrido por sus dibujantes, pero que en esta ocasión se colocaron del lado de los grupos religiosos ofendidos. “Cuando salió el Je Suis Charlie, todo el mundo enarbolaba la bandera de la libertad de expresión, porque los malos eran los yihadistas. Hay un doble rasero, es bastante obvio”, se queja Guitián.

El Carnaval irreverente

“Mira que hay disfraces para no tener que molestar a ninguna fuerza religiosa ni civil. Yo respetaría las figuras de monjas, sacerdotes, el Papa, guardias civiles, policías..., gente que está prestando un servicio a toda la ciudadanía”, afirmó Aurora Carro en un debate en Radio Coruña-Cadena SER que tuvo lugar en febrero. En medio de este proceso las propias comparsas del Carnaval coruñés tuvieron que salir a defender el carácter irreverente de estas fiestas. Os Maracos, Monte Alto a Cen, Pantaleón, Kilomberos de Monte Alto, Malandros y Amigos da Xoldra difundieron un comunicado conjunto en el que afirmaban que “el vestuario relacionado con la Iglesia siempre ha estado presente” en el Carnaval y que en la fiesta participa tanto “gente creyente” como personas que no lo son. Además, criticaban que determinados “sectores fundamentalistas” no sean “tan contundentes con la pederastia existente en la Iglesia, con los desahucios, con la corrupción o con la pobreza”.

Guitián destaca precisamente que “fue muy bonita sobre todo la reacción de la gente de las comparsas. Y la de gente que siendo muy religiosa decían que no se sentían en absoluto ofendidas, que era un absurdo”. “Los disfraces de monja, de cura, de cardenal o de Papa son un clásico del repertorio del Carnaval. O los de guardia civil. En general, los de cualquiera de las fuerzas vivas de la sociedad”, dice. De hecho, en parte por la polémica creada este Carnaval se vieron en las calles de A Coruña muchos más. Y, por supuesto, en el día en el que el concejal de Culturas tuvo que declarar en el Juzgado. “Se produjo un efecto Streisand, como suele suceder en estos casos”, señala Guitián. “Hubo mucha más gente que se disfrazó de Papa, alguno incluso llevaba su propio prototipo de Papamóvil, la verdad es que fue bastante genial. Mola mucho, porque que un trabajo tuyo acabe cuajando en la población es muy bonito”, dice.

También el pleno de A Coruña aprobó una moción (presentada por Marea Atlántica y apoyada por PSdeG-PSOE y BNG) defendiendo que el Carnaval es “una fiesta de todos y todas, colectiva y marcada por la irreverencia y la crítica a los poderes establecidos desde la ironía y el placer” y criticando que “en los últimos tiempos en el Estado español se vienen detectando numerosos acontecimientos que dejan patente los defectos en lo que se refiere al respeto de la libertad de expresión en todas sus variantes”.

Insulto a los creadores y creadoras

En el ya citado debate radiofónico Aurora Carro acusó a Guitián de “falta de imaginación” y se refirió a él como “artista entre comillas”. En el proceso vivido en los últimos meses hubo en muchos momentos un cierto desprecio por el trabajo del dibujante y, por extensión, por el de todos los profesionales del sector. “Cuando algunos decían 'el cartel es feo, de mal gusto, zafio' me hacía mucha gracia. Era como la guinda que ponían al resto de las acusaciones”, dice Gutián, que destaca que “en todas las profesiones creativas hay mucho trabajo que hacer para que el público le dé el reconocimiento profesional y cultural que merece nuestro trabajo”.

Guitián fue apoyado por sendos comunicados de la Asociación Gallega de Profesionales de la Ilustración (AGPI) y de la Federación de Asociaciones de Ilustradores Profesionales (FADIP). AGPI señalaba en su escrito que “la serie de carteles -de calidad artística superior, por otro lado- en ningún caso busca burlarse de las creencias de nadie, sino reflejar el espíritu de la fiesta del Carnaval, que tuvo siempre como uno de sus puntos clave la visión humorística y la chanza acerca de las instituciones y las jerarquías”. Y FADIP los calificó de “trabajo bien ejecutado y sin ningún tipo de intención lesiva para ningún colectivo, sino más bien todo lo contrario”. Y defendió “la libertad de expresión de los ilustradores, asumiendo que su responsabilidad está en una labor de comunicación gráfica imprescindible para la sociedad, que en ningún caso debe verse amenazada por censuras de ningún tipo”.

Guitián también fue acusado desde algunos ámbitos e incluso desde algún medio de comunicación de estar próximo a la Marea Atlántica y que había sido esta cercanía la que había motivado el encargo del cartel. El Ayuntamiento no saca los carteles de las fiestas a concurso, sino que contacta directamente con los profesionales inscritos en el directorio de ilustradores Coruña Gráfica, un escaparate de los grafistas y dibujantes de la ciudad y que funciona también como repertorio de talento local para encargar los carteles y demás trabajos gráficos de los distintos eventos que organiza el Ayuntamiento. “En A Coruña la cantidad y la calidad de los dibujantes, ilustradores, autores de cómic y diseñadores gráficos es muy alta. Hay muchos creadores de gran nivel y por eso la política del Ayuntamiento de encargar estos trabajos a creadores locales es muy positiva. ¿Para qué vas a ir a otro lado cuando tienes gente aquí que lo puede hacer muy bien?”, destaca.

Colectivos profesionales de ilustradores y diseñadores gráficos critican a menudo la política seguida por otras instituciones de convocar concursos que desvalorizan el trabajo en el sector y con resultados estéticos más que cuestionables. Guitián concluye que “mal no lo están haciendo en A Coruña, si comparas su gráfica con la que está saliendo en otras ciudades, que además utilizan métodos como concursos de votación popular o que se la encargan a gente que no es profesional”. “¿Dejarían a votación popular los detalles técnicos del proyecto de construcción de un puente?”, se pregunta. “No, pero como de esto del diseño gráfico sabe todo el mundo, pues hacemos una votación, como en Gran Hermano. Perjudican al conjunto de la sociedad, porque empobrecen muchísimo la gráfica, la comunicación y la imagen de las ciudades”, concluye.

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