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Sobre este blog

En este espacio se asoman historias y testimonios sobre cómo se vive la crisis del coronavirus, tanto en casa como en el trabajo. Si tienes algo que compartir, escríbenos a historiasdelcoronavirus@eldiario.es.

Excluida de las ayudas sociales para la pandemia en Australia por ser extranjera

Camas en el Hospital de Talavera de la Reina. Foto de la Junta de Comunidades.

Marta Castro

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Hace unos días leí unas declaraciones de Santiago Abascal en las que pedía que los migrantes en situación ilegal tuvieran que pagar para recibir asistencia médica en España, y sus palabras han hecho que quiera contar mi situación como migrante en otro país.

Han pasado poco más de diez meses desde que fui patrocinada por una empresa de Melbourne. Dejé mi trabajo y mi casa en Düsseldorf, y me vine sin pensarlo. Siempre había querido vivir en Australia y, después de un largo calvario burocrático, por fin lo había conseguido.

Cuando miro atrás en el tiempo, en los últimos meses, creo que nunca he sentido tanta incertidumbre como ahora. Primero fue el por cambio climático que hacía sus primeros estragos en España y el resto de Europa, luego comenzaron los devastadores incendios aquí en Australia, días de angustia, días de pérdidas humanas y de pérdida de ecosistema, días en los que incluso a cientos de kilómetros no podíamos salir de casa porque el aire era demasiado nocivo para ser respirado. Ahora la angustia de la incertidumbre se extiende como una mano invisible que parece que nos va a llegar a tocar a todos.

He vivido la crisis del Covid-19 de cerca desde el inicio, cuando comenzó en China. Debido a mi trabajo tengo contacto diario con proveedores del país que me iban informando día a día de la trágica situación que se vivía, pero también porque veía que un virus letal y desconocido se extendía por el país donde mis amigos y millones de vidas se veían amenazados. Durante las semanas después del año nuevo chino, me fueron contado, desde su confinamiento, cómo se sentían y vivían, y compartían conmigo sus miedos y preocupaciones. Sentía que por mucho que quisiera consolarles, lo único que podía ofrecerles era poco más que unas palabras y aquello me llenaba de impotencia.

Desde hace semanas sigo con aprensión la terrible situación que se vive en Europa y el resto del mundo. Preocupada por mis familiares y amigos, y en especial por mis padres y las personas más mayores. De alguna manera, este virus nos ha tocado a todos. Las noticias van llegando y tengo la sensación de que no hay nadie que se libre de tener a alguien en cuarentena, en el hospital o que haya fallecido.

Estos días mi preocupación se acrecienta cuando pienso en la situación que estamos viviendo en Australia. Hasta hace poco, sólo había habido veinte casos y parecía como si debido a la distancia que nos separa del resto del mundo el virus fuera a pasar de largo y a dejarnos en paz. Sin embargo, lo único que ha hecho es llegar un poco más tarde y la incertidumbre crece cuando pienso en mi hijo o mi pareja. 

Aquí pago mis impuestos como cualquier ciudadana o residente del país, a pesar de ello —y debido a convenios con España—, no puedo acceder a la sanidad pública y tengo que pagar un seguro privado mensual para mí y mi familia. Debido a medidas xenófobas como las que Abascal propone, Australia —el país que ahora considero mi casa— dará preferencia de tratamiento a los australianos. Si la situación se descontrola, como ha sucedido en Europa o en Estados Unidos, nos veríamos en una situación muy difícil. Más aún si el estado tomara control de los recursos de los hospitales privados, como ha hecho el gobierno de España. 

La única diferencia es que en España la sanidad es universal y no diferencia entre nacionalidades. Aquí sí. 

Medidas como estas lo único que hacen es asentar un precedente para que ocurran otro tipo de excepciones. De hecho, aquí ya ha comenzado a pasar: por no ser australiana, no tengo derecho a ninguna ayuda que el gobierno está facilitando en la reducción de las facturas de servicios básicos como agua o electricidad, ni ayuda con los alquileres, ni siquiera en el caso de que mi empresa me dejara en suspensión—que es lo que vendría a ser un ERTE— tendría apoyo del gobierno y con ello la incertidumbre vuelve a hacer acto de presencia.

La tesitura en la que nos encontramos se ha ido complicando en muchos sentidos durante los últimos días. El anuncio del cierre de las fronteras nos dejará aún más aislados, con una embajada y un consulado que poco pueden hacer por nosotros. Nos obliga a tener que elegir entre quedarnos —y arriesgarnos a que no nos den ningún tipo de ayuda si la requerimos—, o regresar a España en plena pandemia y poner en peligro a nuestros seres queridos.

Somos muchos los que nos encontramos en una situación similar, sin tener en cuenta nuestro país de origen y es ahora cuando deberíamos estar más unidos, pensar más en los otros y sobre todo, acallar las voces de xenófobos y racistas. Si algo nos ha enseñado este virus es que el mundo es uno y que no diferencia entre nacionalidades. Es ahora cuando deberíamos ser más que nunca, solidarios.

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